02 febrero 2015

De lo de morirse

Ayer murió un tío de mi madre. Yo casi no le conocía; vivía en otra ciudad y además sólo le había visto un par de veces cuando era pequeña. Pero mi madre me lo dijo y me sentí igual que siempre me habla de algo relacionado con la muerte: agobiada.

Me agobia muchísimo la muerte. Así, en general. No soporto ir a entierros o funerales o incluso a los hospitales, porque siento ganas de salir por patas de allí. 
No me gusta pensar en que la vamos a diñar, sí o sí. No sabría identificar la sensación o sentimiento que me provoca, pero es una mezcla de miedo, preocupación, inseguridad... yo qué sé, de muchas cosas chungas juntas. Yo no soy religiosa y no sé qué hay después, o si no hay nada, y ambas opciones me dan sustico.


Hace cinco o seis años, cuando yo vivía en Barcelona, fue la primera vez en mi vida que me paré a pensar en mi muerte.  Estaba sola en la cama, llorando, preocupada por mi salud y con la incertidumbre de unos resultados médicos, y me planteé que quizá me estuviese muriendo. Que suena disparatado pero que, oye, en realidad sería algo mucho más natural de lo que parece. Que morirse es fácil. 
También me puse a pensar en si la muerte dolería o no. ¿Lo habéis pensado vosotros alguna vez? Es una de las cosas que más me asustan, aunque os parezca una estupidez. 
Y me agobié. Llegué a la conclusión de que no me quería morir todavía, que no quería quedarme allí sola y tan lejos de mi familia y amigos, con tantas cosas por hacer y tanto por aprender. Que mis padres no podrían soportar la pena, que no volvería a ver a mi Cholo... Que no podía ser mi final en absoluto, y que esos resultados tendrían que ser positivos por narices o me daría un aire. 

Fueron positivos, claro, y borré esas ideas macabras de mi mente para poder seguir con mi vida siendo tan pava como siempre. 


Hasta ayer. Ayer estaba yo tomándome mis medicinas (llevo una semana con gripe) y me atraganté de una forma tonta, por culpa de la tos. Estaba sola en la cocina con mi bata y mis pelos de loca, y empecé a toser y a toser y a toser porque notaba que se me había colado algo por las vías respiratorias... pero no conseguía que saliese.
Empecé a derramar lagrimones y a agobiarme, (creo que me puse colorada cual tomate reventón) y empecé a tomar buchitos de agua muy poco a poco, sin éxito. Seguía tosiendo sin parar, y tenía la sensación de que cada vez empeoraba más la situación y que esa medicina o ese agua o lo que fuera que tenía en mi esófago iba a llegar a mis pulmones. Me senté en el suelo y volví a tener aquel pensamiento maldito que ya conocía de años atrás: ¿y si era mi fin? 
Y sucedió algo extraño: lo acepté. Pensé que si era mi hora y si mi vida tenía que terminar ahí, pues tampoco estaba tan mal. 


No sé si es bueno o malo, (no lo tengo claro del todo) pero lo que sí sé es que mi vida no debe estar tan mal del todo al fin y al cabo cuando ya no me importa tanto morirme.


P.d: anyway dejarse de rolloh, que todavía no he ido a Nueva York :P

11 comentarios:

  1. Llevo tantos meses pensando en la muerte... y he decidido que la mía es la que menos me importa de todas. Que no quiero morirme, ojo, que hago por vivir, pero que de todas las vidas, se que es la que menos me va a doler porque una vez te has muerto, zas, todo desaparece e incluso el mal rato mientras estás diñándola, ni siquiera lo recuerdas porque dejas de ser... Pero si se mueren los demás, si se muere alguien que quieres, entonces es una jodienda y ahí duele.

    Llevo meses viviendo con la idea de que mi madre se muere. Escribir esto es muy bestia, pero son tantos meses y es tan feo lo que pinta que o se va asumiendo o no no tiras adelante. A días acepto que la vida es así, que voy a disfrutarla todo el tiempo que sea posible y que sea lo que tenga que ser, a días monto en cólera y me revelo y me niego tres veces y que no, coño, que no y a días, simplemente me hago bolita y lloro a escondidas mientras hago mi vida y sonrío a la gente amablemente para que nadie se preocupe por nada. Estos últimos son los más.

    La muerte duele según de lo que te mueras. Y duele sí o sí, si se muere alguien que quieres. Y lo peor del mundo es la muerte a capítulos, creo yo. Viendo como esa persona deja de ser ella misma y muta aunque no quiera. Y a veces reconoces en los ojitos a quien fue y te tienes que morder el labio muy fuerte y soltar una chorrá para que las lágrimas no suban y no se entere que la has reconocido y la echas de menos. Porque la reconoces, vaya que sí y te mueres, no de forma literal claro, te mueres de pena. Y esa muerte sí duele. Y dura.

    De todas formas, Rizosa, tú tienes la suerte de tener un entorno bastante sano. Nunca se sabe qué va a pasar en la vida, hoy estás-están y dentro de un rato, jú nous... pero mientras sí, se buena. Se feliz. Intenta hacer por la gente que quieres todo lo máximo que puedas. Disfrútalas. Hazles la vida plena y quiéreles bien y lo mismo para ti. Date caprichos, se curiosa, sonríe y vive. Y nútrete de todo el amor que puedan darte y das, que es mucho. Y luego, lo que tenga que pasar, que no te pille en bragas (o sí, pero limpias). Que tu conciencia te encuentre en paz.
    La muerte así es más dulce.

    Vamos, creo.
    Besitos y larga vida a la rizos, que las pastillas son traicioneras pero se deshacen ande sea y sigues viviendo! :)

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    1. Ver apagarse a alguien que quieres es muy duro. Que te de tiempo a asumirlo no quita el dolor.

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  2. Gracias, Flés. Me emociono cuando te leo porque creo que comprendo cómo te sientes y me entra una cosica por el cuerpo. Y te mando un achuchón enorme, aunque virtual, pero mu sincero. Teta con teta.

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  3. Porcier, ponte a trabajar de una vez, petarda xDDD

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    1. Ya, tío. XD HOy es que estoy muy andaqueosondulen! :P

      Ahora me pongo, ahora me pongo!

      Muackes y perdona por tol rollo del comentario anterior, que tela...

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    2. Nada que perdonar. Me encanta cuando te vienes arriba :D

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  4. Mi relación con la muerte no es ni dudas, ni miedo, ni aprensión, ni agobio nada por el estilo.

    Simplemente no la comprendo. Y jamás lo haré.

    No hay más

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  5. Buf, yo no voy ni a comentar...

    :)

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  6. Yo más que a la muerte temo a la enfermedad y sobretodo al dolor. Tanto propios como ajenos.
    Hace poco murió una tia mia. Tenía cáncer de pulmón, la cosa estaba fea y después de los primeros años sabíamos que lo que quedaba era el final, declive, dependencia y sufrimiento... Y rezábamos por un infarto que se la llevara de golpe, sin sufrir más. Al final fue algo intermedio. Un proceso agudo (relativamente independiente a la enfermedad) se la llevó en 4-5 días. Es horrible echarla de menos, pero aunque llore solo de escribirlo, no puedo dejar de sonreir porque lo más nos apena es lo egoista de no tenerla, pero sufrió lo mínimo, no llegó a sentirse dependiente y que ello afectara a su autoestima... y sobretodo la hicimos sentir muy querida siempre.

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  7. Morirse no duele. Duele que se mueran los demás.

    Lo curioso es que no pensamos en que todos nos estamos muriendo, que es lo único que sabemos de la vida seguro-seguro, que nos morimos. Como yo también lo tengo en casa y lo llevo encima pienso mucho en eso. Y me sigue alucinando que sigamos intentando obviarlo, así, en general.

    La Fle lo ha explicado mucho mejor.

    Besos, queridas. Querámonos, queramos, mientras vivimos.

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  8. Estoy de acuerdo con Gordipé, duele la ausencia de quien quisimos y no volverá a mirarnos, a besarnos, a abrazarnos...
    Solo una verdad tiene la vida y es que se acaba, vivir de espaldas a ello es absurdo pero quizás sea el único modo de hacerlo.
    Un abrazo y cuídate mucho

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