29 febrero 2008

Misión Imposible

Ni Indiana Jones buscando el templo maldito, ni Marco buscando a su madre, ni los miles de millones de españoles que buscaron a Wally en sus días gloriosos tuvieron tantos problemas e inconvenientes como una servidora y su pocholo buscando un piso de alquiler decente y a un precio asequible en Barcelona.
Podrías pensar, querido lector, que lo que exigimos es un chalet de doscientos metros cuadrados y cuatro dormitorios pero no, nada más lejos de la realidad. Yo me conformo con que tenga ventanas y cueste menos de mil euros al mes, fíjate tú. Y a poder ser (que ya es mucho pedir, por lo visto) que quepa una cama de matrimonio en algún lado y no un sofá-cama.

Pero no. Lo nuestro es una misión imposible, ya que al parecer una pareja joven con ingresos que no sumen entre los dos más de 2.000€ no son solventes y, por consecuencia, no tienen derecho a una vivienda digna. Como mucho a un zulo de 20 metros cuadrados sin luz por 800€ que duelen en el alma.

Para más inri ahora resulta que los propietarios y agencias, sabedores de la verdad universal y conocedores de las ayudas gubernamentales de alquiler a los jóvenes nacionales, han subido sus precios esos mismos 200€ que nos subvencionan... así que como dicen en mi tierra, total, pa qué.

Me veo durmiendo en el parque de la Ciudadella, entre mantas y papel de periódico. Oye, al menos es romántico y no necesitaríamos ventanas; cielos estrellados veríamos cada noche y ventilaríamos nuestro hogar sin esfuerzos.

14 febrero 2008

Antología.

Nunca me gustaron los catorce de febrero. Ni cuando era niña, que no entendía por qué las calles y los centros comerciales se llenaban de esos corazones tan repipis y la gente se daba tantos besos babosos, ni ahora que sé la razón de todo eso.

Tengo veintiseis años y en mi puta vida he sido feliz un catorce de febrero. Y ya no es que pida amor y rosas, (no creo en ese estúpido comportamiento comercial) tan sólo un año en el que San Valentín se pasee por mi vida de forma habitual, corriente, cotidiana. Pero no. Cada catorce de febrero tiene que sucederme alguna desgracia o joderse mi buen humor por algo inesperado... supongo que será la alineación de los planetas y que la diosa Fortuna tiene un sentido del humor agridulce y cabrón.

A veces, cuando se acercaba la fecha y la gente que me rodeaba empezaba a contarme sus planes románticos, en el fondo (muy en el fondo y además confesado en voz baja) envidiaba esa felicidad... a fin de cuentas, los besos babosos pueden ser especiales y calar hondo de vez en cuando, sentarte jodidamente bien.

Pero yo me tengo que conformar con mi colección de besos marchitos, de recuerdos agrios y de lluvia en el pelo; y corro y me escondo tras mi flequillo rizoso y no paro de repetirle al angelito pesado del arco y las flechas que me deje en paz, que nunca me gustaron los catorce de febrero.