27 enero 2014

Lo de las críticas.

Acabo de leer el nuevo post del blog de Gordipés y me he quedado pensativa y todo. Porque en cuestiones de cómo aceptar una crítica pública tenemos (y yo la primera) un problema importante del que no siempre sabemos salir airosos. 

Por poner un ejemplo del que puedo hablar con conocimiento de causa, los que tenemos un blog. Creo que todos hemos tenido trolls, comentaristas anónimos y demás fauna chunga de la que es fácil librarnos porque, al fin y al cabo, no dicen más que sandeces.
Pero, ¿qué pasa cuando llega alguien con nombre y apellidos, educación y respeto, que nos dice una verdad mu gorda? ¿Qué sucede cuando el que hace la crítica tiene razón?

Es fácil indignarnos, o reírnos muy fuerte, o hacer como que pasamos porque es un troll más de esos que hay que ignorar. Pero mira, no. Porque por dentro sabemos que ese señor tiene razón y que no lo dice por joder o por ganar visitas en su blog. Que lo que nos está diciendo tiene su lógica, aunque nos deje mal delante de los demás.

Y ahora es cuando llega el problema. Porque si le respondemos como esta presentadora del post de Gordi, parece que estemos restándole importancia al hecho de que TENGA RAZÓN, como si diese igual lo que critique porque todos te quieren así como tú eres y ya está, chimpún. Seguramente a esta mujer le lluevan más críticas ahora diciéndole exactamente lo que Gordi ha expuesto de una forma muy elocuente: señorita, puede usted reírse o responder con toda la dignidad que quiera y tener un marido que la quiera tal y como usted es, pero está usted gorda y no es un buen ejemplo público. 

Y si la buena mujer se hubiese puesto a llorar mientras lee el comentario en directo, diciendo que hay que ver qué malvado y lo mal que le ha sentado porque a ella le tiraban piedras en el cole, habría recibido mil críticas más por débil, por víctima, por mal ejemplo. 

En qué quedamos, vamos a ver. ¿Qué se supone que tenemos que hacer para que todos estén contentos con nuestra respuesta?

Como le dije a Gordi en su blog, yo no estoy segura de lo que habría hecho en caso de ser esa presentadora. A mí me han hecho muchas críticas en mi vida personal y las he llevado lo mejor posible interiormente, claro. Pero así en plan público en los comentarios del blog, aunque alguna ha habido, han sido pocas las que me han revuelto las lanas y me han hecho sentirme mal por ser certeras. La mayoría han sido anónimos que se creen guays y tal, y a esos la verdad es que me los paso por el rizo.

Pero cualquier día de estos podría llegar alguien que firmase con su nombre, (sea conocido por mí o no, aunque peor si lo es) me hablase con respeto -no necesariamente cariñoso- y me dijese un par de verdades que me doliesen en el alma. De esas que al reconocerlas públicamente me harían tener que mirarme por dentro y afrontarlas conmigo misma. Y entonces qué, eh. Qué.

24 enero 2014

Lucky

Que no se me olvide jamás que soy una afortunada por vivir donde vivo.


(La foto no es mía, la cogí de una web de internet donde tampoco nombraban al autor. En caso de que el autor se manifestase, no tendré ningún problema en atribuirle todo el mérito)

22 enero 2014

Que estoy mu loca

Ayer leí un artículo en una web donde hablaban de qué cosas ya no quedan bien cuando cumples los 30, y me quedé con una sensación extraña en el estómago. Independientemente de la veracidad o del criterio con el que la autora de tal artículo nos vea a las mujeres, (no estoy para nada de acuerdo con lo que dice salvo en lo de los sujetadores: en el Oysho no me entra ninguno) lo que sí es cierto es que no soy para nada el prototipo de mujer de más de 30 que siempre había tenido en mente.

En abril cumplo 33 años. Aún recuerdo cuando estaba en bachillerato y tenía mi vida planificada, cuando creía que en cuanto acabase la universidad empezaría a viajar por el mundo, encontraría a un hombre rizoso y medio chalado como yo en algún rincón exótico del planeta y acabaríamos compartiendo una cabaña entre palmeras en alguna cala de Brasil. Para los 33, suponía yo, cierto es que no me veía con familia numerosa ni chalets con jardincito, pero sí con estabilidad, independencia y perro. Tener perro propio (no de tu familia, sino tuyo, sólo tuyo) es señal de madurez.

Y aquí estoy yo, la treintañera que sigue vistiendo con ropa de ovejas y gorritos con orejitas. La que vive con sus padres porque no tiene estabilidad económica, la que no ha tenido pareja estable más de dos años seguidos... la que no conoce más responsabilidad que la de mantener con vida a una violeta africana.  Una mujer que se sigue mordiendo las uñas y vistiendo con zapatillas, que no sabe cocinar y que sigue disfrutando con las películas de dibujos animados y jugando a videojuegos en sus ratos libres. Alguien incapaz de invitar a cenar a un chico interesante a su casa, porque su casa es un dormitorio repleto de ovejas de peluche y muebles de colores. O un Renault Clío de 3 puertas. Que me hace gracia eso que dice la autora del artículo acerca de no frungir en coches, que eso es muy de veinteañeras y que no tenemos ya el cuerpo para tales meneos. Perdone usted pero es que tengo el chalet de la playa a desmano ahora mismo xDDDD 

No soy para nada parecida a lo que se supone que debe ser una treintañera. Soy responsable y seria cuando hablamos de trabajo, por ejemplo, pero siempre lo he sido y no ha sido algo adquirido con la madurez. Al contrario; creo que cada año que pasa soy más pava: esto se me está yendo de las manos.

Yo no sé hacia dónde se encamina mi vida año tras año, (y de eso se trata) pero sí sé que no se puede hacer planes ni tener ideas preconcebidas de nuestro futuro
Creo que, en definitiva, mi reloj biológico está escacharrado y que va un poco más lento que el de la mayoría. Que sigo en la edad del pavo, que aún tengo que dar el estirón y que aún me quedan algunos años de adolescencia rebelde. 
Y que el día menos pensado me estabilizo, me sale un curro decente, encuentro un noviete formal de esos con los que haces la compra y planificas las vacaciones, alquilo un pisito y adopto un perro. Y entonces la autora del artículo ese de las treintañeras se va a enterar de lo que es madurez. Que estoy mu loca, eh. Lo mismo hasta aprendo a cocinar y todo.


09 enero 2014

Pitch Perfect

Yo siempre quise formar parte de un coro. Lo reconozco: soy una cantante frustrada que, a pesar de ser consciente de sus limitaciones vocales, sigue soñando con cantar en escenarios y con aplausos finales.

Adoro cantar. Canto en la ducha, mientras conduzco, mientras mato arañas en el GW2, mientras cocino, mientras dibujo, mientras me arreglo para salir, mientras barro, mientras espero en la cola del cine. Otra cosa muy distinta es la calidad de mis golgoritos... pero oye, lo que es cantar, canto. Y me gusta la sensación de júbilo que me recorre la columna vertebral cuando llego a la parte álgida de cada canción. Esa sonrisa que se me planta en la cara cuando el estribillo se repite e interiorizo la letra y la melodía que estoy berreando con todas mis fuerzas.

Por todo esto, no puedo evitar ser muy fan (pero fan fan fan, de las de verdad) de las películas de coros tipo Pitch Perfect, de la serie Glee y de los coros y grupos reales de cantantes de colegios, institutos y universidades que cuelgan sus versiones de canciones conocidas en interné.

En EEUU hay mucha más cultura de coro que en España. Aquí parece que si cantas en un coro eres un friki religioso o un artista de orquesta de pueblo, (que me perdone mi Sil, que canta en uno de los pocos coros chachins españoles que conozco) pero allí casi todos los institutos e universidades tienen su Glee Club, participan en competiciones nacionales y son admirados por su talento.

Hoy me gustaría compartir con vosotros algunos de mis favoritos.


Para empezar, los Duke's Men de la universidad de Yale, de donde salió el estupendérrimo solista Sam Tsui, del que sigo siendo seguidora y admiradora incondicional.





Seguimos con los UMass Doo Wop Shop, otra panda universitaria de cracks a cappella que hacen cosas como esta:

(estoy muy in love con el de los rizacos y con el de gafas de la corbata rosa, of course)




Los chavales de la Uc Berkley Men's Octet, que son unos cachondos mentales y nos regalan perlitas como esta:




Pasamos de universidades para conocer a los Local Vocal, un grupo danés que canta a cappella y que hace versionacas como esta, especialmente dedicada a los de mi quinta:




Quiero continuar con los señores del Late Show de Jimmy Fallon, un programa americano de la NBC en el que versionan canciones conocidísimas junto con sus cantantes originales usando tan sólo sus voces e instrumentos musicales de colegio. Un ejemplo:




Y para terminar y no por ser menos importante, os dejo con un coro que acabo de conocer que me tiene realmente extasiada. Son los niños del PS22 Chorus, un colegio público de Nueva York. Un profesor de música muy enrollado y valiente decidió hacer de sus pequeñas bestias unos verdaderos cantantes, (muy rollo Sister Act 2) y lo cierto es que lo ha conseguido. Se han hecho tan populares con sus versiones que ya han salido en varios programas de la TV americana y han cantado junto a Lady Gaga, Beyonce, Adele o Katy Perry.




Ay... ¡yo quiero cantar!



EDITADO: Me dejan en los comentarios al grupo Pentatonix, que también cantan a cappella y hacen cosas así. Flipad.




03 enero 2014

Aún siendo blanca...

Yo es que esto de la Navidad lo llevo regulero, sabéis. Que sí, que por una parte intento hacer balance positivo y recordar las cosas importantes que he aprendido durante el año que se acaba y demás... pero por otro siento como si cada diciembre el aire se impregnase de un no sé qué triste que me deja muy choff. Y entonces también me acuerdo de las cosas malas. Y miro alrededor y veo a personas que lo pasan mal, porque parece que en Navidad las penas son más penas todavía. Y lo paso mal por ellas, porque se las quiere y me siento impotente por no tener una varita mágica para poder ayudar más de lo que lo hago.

Y es duro. Sentarse a cenar en una mesa cada año más vacía. Envolver cada vez menos regalos. Sonreír un poquito menos cada Nochevieja. Dejar de creer.

Por eso yo este año no soy capaz de hacer propósitos de Año Nuevo. No me puedo quejar eh, que la verdad es que termino el año con ilusión y con un par de proyectos en mente que les dan bastante ánimo y energía a mis rizos, además de buena salud (más o menos, ejem) y gente que me aprecia cerca. 

Pero qué queréis que os diga. Ni propósitos, ni carta a los Reyes Magos, ni ná. 

Que me quede como estoy.