31 octubre 2012

This is Halloween II


Otro año más y ya vuelve a ser jallogüín. Y, como ya viene siendo costumbre en mi vida cada vez que se acerca una celebración, lo voy a pasar con gripe y sin salir de casa. 

De todos modos os diré que tampoco me importa demasiado, puesto que no entiendo muy bien esa costumbre yankee de celebrar la muerte como si fuese algo chachiguay. Yo en todo caso comprendo mejor y respeto lo de acordarse de los difuntos queridos, ir a la misa de Todos los Santos y demás, y eso que no soy creyente.


Aún así debo confesar que lo que más rabia me va a dar esta vez es no haberme podido disfrazar. Y es que para mí esta noche tan sólo es una excusa para disfrazarme, cosa de la que soy muy fan. Si por mí fuese me disfrazaría cada finde de juerga; prueba de ello es que trabajé dos años de animadora turística tan sólo porque tendría que vestirme de pirata, hawaiana, fantasma, cabaretera, etc.

Y para hoy tenía pensado un par de looks que iban a ser sin duda la sensación. No os diré nada porque igual los exploto el año que viene :P 

Pero nah, aquí estoy, con mi bata fashion, mis mocos, mis frenadolses y mis toses. Y como no quería que esta fiesta pasara sin pena ni gloria por Una de Rizos..., os dejo con mis mayores pesadillas del momento. 
Vosotros salid, pasadlo bien, sembrad el terror y contádmelo todo. ¿De qué os vais a disfrazar, si es que lo haréis? 

Feliz Halloween. Mwahahahah...





Sin duda este es el que acojona más


23 octubre 2012

Frikiconsejos para hombres I: el Portal 2 y las guías de ayuda


¡Buenos días, ovejosos!


Hace varios días os adelanté ya algo vía twitter y fareborn: estrenamos nueva sección en Una de Rizos...:  FRIKICONSEJOS PARA HOMBRES.

Y es que a veces a las mujeres nos cuesta horrores comunicarnos con ellos; es como si entre ambos sexos existiese un muro invisible de malentendidos que nos vuelve locas una y otra vez. Y nos cansamos, nos hastiamos, nos desesperamos pensando que por mucho que intentemos explicarles, al final no conseguimos hacernos entender. 

Pues eso se va a acabar. Porque yo, una humilde oveja rizosa, estoy dispuesta a traducir todas esas inquietudes nuestras (vuestras, hembras humanas) a un idioma que de seguro ellos van a comprender mucho mejor: el friki.


Y para comenzar con broche de oro la sección, tocaré hoy un tema delicado que (estoy segura) nos desespera a todas: los hombres y su cabezonería a la hora de pedir ayuda. ¿Por qué narices les cuesta tanto? Es como si creyesen que por preguntarle a alguien por la calle dónde está tal sitio se les fuese a caer un pedazo de minga. Como si llamar al fontanero fuese el fin del mundo tal y como lo conocemos. Como si por pedirle a otra persona que les ayuden -enseñen- a coserse un botón fuese el fin de su hombría.



Os contaré una historia. 
Hace relativamente pocos meses yo me enganché al Portal 2. Un amigo me lo recomendó diciendo que me encantaría, y tenía razón: es un juego tremendamente adictivo, hipnótico, de esos que te comen el coco y te hacen abstraerte de todo mientras te rompes la cabeza para solucionar puzzles y avanzar niveles. Pues bien, el amigo que me lo recomendó me iba preguntando de vez en cuando por qué nivel iba, qué me estaba pareciendo y demás, y yo le relataba entusiasmada mis avances y la forma en la que conseguía pasarme cada nivel. Poco a poco, eso sí, pero yo iba avanzando. 

Hasta que llegué a un nivel que se me atascó. Seguro que todos los gamers habéis tenido esa sensación odiosa en algún momento del juego en la que sabéis que estáis saturados, que por muchas vueltas que le deis no vais a conseguir avanzar y que ya sólo podríais cabrearos más y más. 
Así que yo me atasqué y decidí dejarlo por esa tarde, a ver si por la mañana estaba más lúcida y fresca (mi mente, no yo, ejem) y conseguía dar con la tecla. 
Pero por la mañana tampoco supe qué hacer. No había forma. De esta manera comprendí que la solución estaría seguramente delante de mis narices, y que no era capaz de verla por alguna razón (soy lerds, lalala). Y así fue como, antes de acabar odiando el juego, busqué una guía por internet en la que me iban diciendo qué debía hacer para solucionar cada nivel.
Me fui directamente al nivel en el que me encontraba, con cuidado de no leer más de la cuenta, y descubrí con cara de pardala que casi lo tenía todo resuelto y que me había faltado hacer una chorrada para avanzar.

Me acabé el juego algunos días después, ya sin necesitar más ayuda y con una sensación de satisfacción enorme, y fui corriendo al chat a comentárselo al amigo que me lo recomendó. Entusiasmada, le pregunté que qué le había parecido a él el final, porque a mí me había encantado, y para mi sorpresa va y me suelta: "ah, no lo sé, no me lo he llegado a terminar y no creo que lo haga porque me atasqué hace algunos meses y me he cansado".

WHAT?????


O sea, resumiendo: que prefieres abandonar un juego que te encanta tan sólo por no asumir que necesitas ayuda. ¿EN SERIO?

Vamos a ver, almadepollo. Yo entiendo que mole mucho más acabar las cosas por uno mismo. Que pedir ayuda implica que la necesitamos, y que en cierto modo eso podría restarle mérito al éxito final. Pero es que hay algo que se os olvida: puede que si no le preguntáis a alguien o no miráis en una guía, no haya final.

¿De verdad quieres perderte parte del juego por pura cabezonería? Párate a pensarlo un momento y lo más probable es que llegues a la conclusión de que no. Igual que mi amigo que, tras haberme reconocido que actuó de forma infantil y cabezota, me pidió ayuda con esa pantalla que se le había atravesado y se acabó el Portal 2 esa misma tarde, viciadísimo. 

Resumiendo, y a modo de conclusión y frikiconsejo de hoy: si ves que te atascas en cualquier pantalla de la vida, pide ayuda, hombre. No pasa nada por buscarte a un compañero de investigación de vez en cuando que consiga descubrir dónde va ese cubo rebelde, cómo matar a aquella torreta cabrona o dónde debes poner los portales para avanzar si no eres capaz de verlo tú mismo. Porque lo más importante es avanzar, al fin y al cabo, y no es lo mismo ser un vago inútil que siempre se deja llevar por los demás que permitir que otra persona te guíe cuando lo necesitas realmente. Lo que en mi tierra también es una forma más de madurar, vaya.






21 octubre 2012

Una de retales

Buenas noches, hermosidades.
Hoy vengo con tono serio y formal (no os acostumbréis) a haceros una recomendación especial. Se trata de un libro, un pequeño fardo de retales que mi amigo Carlos acaba de publicar con mucha ilusión y que me gustaría daros a conocer porque creo que merece la pena. Y no es porque el autor sea mi amigo, (que también, claro, pero no sólo por eso) sino porque su amplia experiencia como escritor y su alma de poeta se notan y mucho.

Retales de un Escribano es un cuaderno de relatos que habla un poco de ti, de mí, de todos. Tal y como dice él mismo, "es un libro que ha surgido de la observación. Soy muy observador, muy detallista, y en mi primer libro quise plasmar sobre un papel todo aquello que me rodea y me emociona, para que no se pierda ni se me olvide". De esta forma podremos encontrar en él reflexiones a la orilla del mar, pensamientos furtivos que asaltan al escritor en su camino de vuelta a casa del trabajo, recuerdos, sensaciones, olor a salitre, ilusiones, amor y desesperanzas. Todo narrado de una forma muy breve, muy concisa y no por ello menos certera.


Me gusta mucho lo sensitivo de sus letras. Su calidez. Esa forma que tiene de nadar entre metáforas para describir una percepción, un sentimiento o para simplemente hablarnos del color de una tarde malagueña frente a la catedral de Málaga, ciudad a la que adora. 

Carlos dice que él es escritor porque escribe. Y os aseguro que escribe mucho. No hay noche en la que la luna no le pille tecleando a escondidas, dándole vueltas a una idea o echándole un pulso a las musas. Porque como él bien dice, "la inspiración no es algo que se busca ni que se encuentre: llega sola cuando te lo curras. Es una consecuencia del trabajo duro".  Ya lo dijo Picasso algunos años atrás: "cuando llegue la inspiración, que me pille trabajando".

Por tanto él se lo toma muy en serio y dedica gran parte de sus ratos libres a la escritura, en incluso anda ya maquinando su primera novela que espera que salga en diciembre.
Hasta entonces os dejo con uno de sus nanorrelatos, mi favorito sin duda de todo el libro:


EN UN CAJÓN
Había tomado la decisión de retar a la noche en duelo, pero olvidó el pañuelo en el cajón más profundo de su cobardía.




Si estáis interesados en comprar el libro, os dejo los links de los puntos de venta donde lo podréis encontrar hasta el momento:




Y a ti, Carlos, (que a pesar de que nunca llegaste a leer mi blog, intuyo que esta vez sí que lo harás :P) por supuesto te deseo toda la suerte del mundo con tu empresa literaria.


16 octubre 2012

Cuando una frase estropea la canción IV


¡Buenas, hermosos!

Aquí vengo rauda y veloz a darle al pico virtual y regalaros una nueva entrega de la que es ya la sección estrella del blog: aquellas frases odiosas que os fastidian vuestras canciones favoritas.

Y en esta ocasión, además, habéis sido vosotros los que me habéis ayudado a escribirla aportando vía Twitter vuestras sugerencias.

Comencemos con las mías:



Llévatela, de Armando Manzanero e interpretada maravillosamente por Moncho. Y con esta, la primera en la frente... porque ya es el título el que me chirría.
Y mira que la canción es bonita, un bolerazo de esos de bailar agarrao. Pero es que como te pares a escuchar la letra la liamos. Por poner algunos ejemplos:


Llévatela,
y si es cierto que le tienes mucho amor
eso hará que no le encuentres ni un error...

Por eso, vamos, amigo
te suplico la lleves por el bien de los tres.


Ya sólo le falta pedirle al amigo que cuando se la lleve no le olvide cambiarle el cuenco del agua todos los días a esa hembra, y sacarla de paseo de vez en cuando...





Pan y Mantequilla, de Efecto Pasillo.
Una canción que ha pegado fuerte estos últimos meses de verano y que a mí me encanta, porque es buenrollista a más no poder y aunque no sea una obra maestra consigue que termine cantando y bailando cada vez que la escucho.
Hasta que llegamos a la segunda estrofa...


Contempla, girasoles, margaritas y azucenas
quieren parecerse un poquito a ti apenas, que más quisieran.
Tan solo a ti te riego yo, mi sirena.



Oemehé. ¿DE VERDAD NADIE MÁS VE SUPER PORNO ESA FRASE? xDDDD





El verdadero amor perdona, de Maná.
Otra que me deja siempre con el culo torcío cada vez que llegamos al estribillo, porque eso de que un hombre arrepentido por sus malvados actos venga a su novia a comerle el coco con que

el verdadero amor perdona
no abandona, no se quiebra
no aprisiona, no revienta
como pompas de jabón...


pues no me encaja, no. Lo siento, chicos de Maná, pero el verdadero amor NO TRAICIONA. Liarla parda y luego venir a pedir perdón con la cara tan dura de decir que si no le perdona es que no le quiere, me resulta repulsivo. Por muy romántica que nos quieran vender la canción, pero no.




Bohemian Rhapsody, de Queen.
Los que me conocéis algo mejor ya sabéis que soy fanérrima de este grupo y que esta canción es mi canción favorita de todos los tiempos, pero hoy vengo aquí a sincerarme y a decir que hay una frase que siempre me hace reír a carcajadas, por puro sin sentido.
Y es, por supuesto, la de:


I see a little silhouetto of a man,
Scaramouch, scaramouch will you do the fandango



Y ya me veo ya a la tal Scaramuch bailando un fandango y se me corta tol rollo dramático xDDD


Y ahora pasamos a vuestras aportaciones de twitter:



Y ya la que hizo que se me saltaran las lágrimas de la risa y tuviese que agarrarme la barriga pa no desorinarme, la aportación de mi querida Fiebre Rubia:



JUAS. Esto es muy Saw, ¿no? xDDD Con esta canción hice una labor de investigación porque no la conocía, y la verdad es que es pa mear y no echar gota:


Espero que hayáis disfrutado tanto con ellas como yo, que tengo agujetas en los mofletes.
Muchísimas gracias a todos por vuestras frases estropea-canciones :)

Os dejo con los posts anteriores sobre el tema, por si alguno aún no los ha leído.
¡Besotes!
Cuando una frase... I
Cuando una frase... II
Cuando una frase... III
P.d: Le dedico este post a mi amiga Mª Jesús, que sé que le encanta :)
 

01 octubre 2012

De mujeres y zapatos.

Parecerá una tontería, pero no lo es: la relación que mantiene una mujer con sus zapatos la define. Los zapatos, esa prenda que para los hombres es tan sólo un trámite necesario para no perder los pies por el camino, para nosotras se convierte en algo complejo y estudiado que, además, modifica nuestro aspecto físico a la vez que nosotras evolucionamos por dentro a lo largo de nuestra vida.

Caminar con zapatos de tacón con soltura y desparpajo es un arte. La mujer que ha acostumbrado a sus pies a soportar el dolor, que lo acaba asimilando y que incluso llega a no sentirlo es, en mi opinión, una mujer racional y fuerte en todos los sentidos. Admiro sobremanera a esas mujeres que trabajan de pie durante ocho horas montadas en tacones de 12 centímetros sin inmutarse, sin perder la sonrisa y sin querer morir de manera rápida e indolora. Se me antoja pensar que esa mujer reaccionará de manera similar con sus problemas y preocupaciones: hay algo que le hace daño y ella sabe soportar el dolor, seguir adelante con ello, sobrevivir. No se quita los zapatos porque sabe que la vida está llena de situaciones que nos harán sufrir hagamos lo que hagamos, así que simplemente se resigna a lucir taconazos a modo de sonrisa y a hacerse notar allá por donde pasa. Los tacones nos hacen atractivas, aunque duelan, y si hay que encarar el dolor ellas lo hacen luciendo fantásticas.

Caminar con zapatos de tacón de manera torpe y con cara de estreñimiento es lo común. Mujeres que quieren estar guapas pero que no consiguen encontrar taconazos soportables. Señoritas que no saben caminar desde tan arriba, y que a pesar de intentarlo una y otra vez tan sólo resultan ridículas con sus andares de pato borracho. Chicas que, cuando se enfrentan a un problema, lloran. Se quejan. Se lamentan. Sufren, pero no hacen nada para cambiar la situación. Tan sólo siguen adelante  empecinadas con los ojos cerrados y el corazón en carne viva, sin comprender jamás que ponerse tiritas en las heridas del meñique y usar Compeed en los talones no hará que esos zapatos terminen siendo más cómodos, sino que tu pie acabe pareciéndose al pie de un alien. Que aunque al mirarse al espejo se vean guapísimas,  dejan de parecerlo en cuanto echan a caminar. Esa realidad que ellas mantienen con alfileres es falsa y terminará por pasarles factura tarde o temprano,  así como esa relación que mantienen por miedo o ese trabajo que soportan por inercia  y que terminará por desplomarse sobre sus cabezas, al igual que el dolor les hace maldecir en voz alta cuando llegan a casa por la noche y se quitan los tacones.

Caminar con zapatos planos y cómodos caracteriza a aquellas mujeres prácticas que cortan por lo sano cuando algo va mal. Demasiado radicales a veces, quizá, ellas prefieren anteponer su bienestar a todo lo demás. Porque tan sólo se sienten atractivas cuando sonríen, y tan sólo sonríen cuando están bien. Ellas no fingen, no asumen, no pretenden, no se empeñan. Prefieren prevenir que curar. Saben que jamás serán mujeres-tacón porque no los soportan y mucho menos quieren parecer patos borrachos, así que prefieren sacrificar parte de su atractivo para ganar bienestar. Las mujeres que usan zapatos planos son sensibles y emocionales, y tienden a evitar situaciones dolorosas ante la posibilidad de no ser capaces de soportarlo. 

Y luego están los híbridos, esos zapatos con un pelín de tacón pero que sujetan el pie tan maravillosamente bien y tienen la suela tan mullidita que te hacen ir volando sobre el suelo. Esos zapatos casi imposibles, tan difíciles de encontrar que, cuando aparecen en nuestras vidas, los guardamos con tanto mimo y los cuidamos tan bien como si fuesen nuestro más preciado tesoro. Los usamos por un tiempo que llega a ser estupendo, porque nos los pongamos con la ropa que nos los pongamos quedan bien y además son soportables. Esos zapatos nos dan la estabilidad, nos hacen estar en paz con nosotras mismas y nos recuerdan que no todo lo que nos hace atractivas duele; que no todo lo bueno engorda; que no todos los hombres son iguales, aunque nuestra experiencia nos diga lo contrario. Que se puede mirar por una misma con equilibrio y cabeza sin necesidad de caminar dentro de una burbuja que nos aísle del mundo. Y que, por supuesto, esa actitud es la más difícil de adquirir, de aprender y de aplicar a nuestra vida... pero que no es inalcanzable, al igual que los zapatos.