09 mayo 2020

Después de todo

Lo digo desde ya para que no haya equívocos: esto no es una historia de amor.

Ella, la eterna niña de ojos brillantes y de risa cantarina, que desde muy corta edad creía en unicornios y en hadas y en los finales felices, le conoció una y otra vez y creyó reconocerle en mil rostros y en mil caricias diferentes. Aprendió a levantarse tras cada caída sin que las heridas supusieran ningún problema porque, como pudo comprobar en innumerables ocasiones, toda herida cicatriza y permite caminar de nuevo si sabes limpiarla y curarla bien. Si guardas reposo. Si te cuidas.

Soñaba en secreto con alguien que quizá ni siquiera hubiese llegado a nacer; echaba de menos momentos que jamás habían sucedido y que, como en el poema de Machado, eran siempre todavía. 
Su mente volaba alto sobre las decepciones, las rutinas, las expectativas y las desilusiones, creando un microcosmos paralelo en el que -que nadie lo sepa, es un secreto- ella no se sentía sola ni incomprendida y las lágrimas no eran saladas, sino dulces.

Pero esto no es una historia de amor y, como os decía, ese alguien anhelado no llegó. Nadie supo ir más allá ni consideraba que el esfuerzo mereciera la pena, pero la niña de ojos brillantes continuó bailando en su microcosmos particular hecho de cristales tornasolados, llorando lágrimas saladas de vez en cuando y creando momentos reales, algunos bellos y otros más tristes, que fueron completando su existencia hasta que el paso del tiempo inundó sus cabellos de destellos blancos y sus manos se volvieron más torpes y más lentas. Ni siquiera sabía si lo estaba haciendo bien, si eso era lo que los sabios llamaban "vivir plenamente". Tan sólo se limitó a vivir.

Y cuando todo terminaba y ella sentía, satisfecha, que ya no tenía miedo ni sentía pena y que la vida tenía ya poco que ofrecerle, llegó la catarsis: quizá no haya amor, pero los finales felices sí que existen, después de todo.






Esta es la primera vez que me animo a hacer un audiopost. Si os gusta, probablemente no sea la última :)

01 mayo 2020

Flotando nada puede tocarnos

Veranos de soles blancos. Eso es lo que me inspiras, amiga.

Hoy es tu cumpleaños y en esta ocasión la realidad parece un poco más oscura de lo normal: puro nervio, taquicardia y mala onda. Los malos augurios y un vaso que parece medio vacío.

Pero ya me conoces, Sil. Yo siempre tiendo a la alegría y, aunque sea miope y no vea mucho, mi oído es fino y escucho con claridad al universo gritándonos que disfrutemos del camino.

Eres la persona más resiliente que he conocido nunca, y me da mucha rabia que en tu larga lista de personas a las que admirar nunca añadas tu nombre.

Estoy segura de que pronto saldremos de esta, volando a los mandos de nuestra cápsula interestelar.
Y volveremos a hacer concursos sobre quién está más morena, y me ganarás otra vez, como siempre.

Reiremos a carcajadas, nos acordaremos de esa Juanita pidiéndonos papas, te cantaré canciones ridículas y volveremos a abrazarnos en Valencia, en Málaga o en  cualquier planeta de mar helado. Juntaremos tus intensidades con las mías y construiremos una INTENSIDAD mu gorda que sólo comprenderemos nosotras. Me hablarás de libros que no he leído, de películas que ni me suenan y de música que no entiendo, y yo te enseñaré memes chorra como alarde de esa amplia cultura general que me caracteriza.


Pero hoy seguimos luchando contra la ansiedad, y por eso yo vengo a regalarte esta canción para ver si consigo sacarte una sonrisa, porque tú siempre me recuerdas al hombre que quería volar pero no sabía cómo.

Feliz cumpleaños, amiga mía. Eres una inquebrantable piedra preciosa en el hiperespacio.


23 marzo 2020

Es la gente.

Nunca, ni en el más remoto de entre un millón de posibles futuros de los que veía el Dr Strange, hubiese imaginado que en marzo de 2020 mi vida - nuestra vida - iba a dar este giro dramático. 
Soy una afortunada por haber nacido cuando y donde he nacido, pero ni siquiera desde ese privilegio he podido escapar de la pandemia y aquí estoy, confinada en casa desde hace 12 días. Con mi familia y mi gato, eso sí. Pero los días van pasando y mi estado de ánimo ha ido fluctuando ya por cada una de las fases del duelo: negación, ira, atracón, depresión y aceptación.

Yo este año iba a hacer las cosas bien. He empezado a ir a terapia, he vuelto a estudiar, he tratado de cuidarme un poco más y de centrarme en lo verdaderamente importante, iba a viajar con mi madre y mis amigas para celebrar mi cumpleaños... y boom. Un zasca de realidad ha venido para recordarme que nada, absolutamente nada, es seguro. Que vivimos un tiempo prestado. Que nada es tan importante y que TODO importa. 

Y con el virus llegó la gente. Alguna gente irresponsable e inmadura que se toma a broma algo tan serio porque quizá aún no le afecta directamente, o ciertas personas que nos intentan manipular por la tele y que, por desgracia, a veces lo consiguen. 
Pero sobre todo lo que más he visto en las últimas semanas es gente que empieza a pensar en otra gente. Que se saluda de balcón a balcón.  Que se toma cafés virtuales con sus amigas por skype. Que escribe notitas ofreciendo ayuda para lo que sea en los portales, en los ascensores. Que se curra una tabla de zumba para sus vecinos de terraza en terraza. Que se desvive hasta la desesperación en los hospitales. Que llora a lágrima viva por no poder cogerle la mano a sus seres queridos. Que escribe whatsapps sencillos que significan algo complejo ("los ¿cómo estás? son los nuevos te quiero").  Que aplaude cada día, a las ocho. Que cose mascarillas en el salón de su casa. Que perdona el mes de alquiler de sus inquilinos porque sabe que se han quedado en paro. Que imprime equipos sanitarios con su impresora 3D. Que sonríe y que nos saca una sonrisa con sus memes y tonterías de twitter. Que canta resistiré. Que se queda en casa sola, porque sabe que así es como más puede ayudar. Que está triste y asustada pero que siempre está dispuesta a echar una mano. Que da clases gratis por internet para ayudar a los niños que se han quedado sin cole. Que trabaja poniendo en peligro su vida porque sabe que su esfuerzo es necesario. Que canta con la guitarra por su ventana para animar a su bloque. Que intenta que sus seres queridos estén distraídos y que los pequeños no sepan (todavía) que quizá algo se haya roto en nuestra sociedad para siempre. Que sufre las consecuencias de un gobierno que no ha sabido estar a la altura, pero que aún así aporta su granito de arena en medio del desastre.  

Imagino que alguna de esa gente en unos meses bloqueará parte de su memoria para poder seguir adelante, y olvidará todo este espanto que hoy llena hospitales, centros de salud y morgues.  No les juzgo; cada cual encuentra su propia forma de resiliciencia, pero creo que yo no me olvidaré jamás de este marzo negro aunque mi vida continúe y vuelva a mi rutina cotidiana.

Y tampoco olvidaré nunca, porque creo que es la enseñanza más importante que podemos sacar de todo esto, que lo único que nos puede salvar del horror más absoluto no es una vacuna. Es la gente.

26 enero 2020

Kavafis.


Cuando emprendí mi viaje a Ítaca no era más que una niña. Anhelaba el calor del hogar - ese que se veía tan lejano y distante- y encaminé mis pasos hacia aquella meta que me alentaba y revolvía con fuerza las velas de mi barco adolescente.
Por entonces yo no lo sabía, pero estaba a punto de vivir mil aventuras y experiencias. Lucharía fiera contra lestrigones y cíclopes que golpearían mi autoestima una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Atracaría en  innumerables puertos desconocidos y exóticos cuando el sol del verano entibiara mi rostro e inundaría mis alforjas de nácar, coral y ébano (besos, promesas, ilusiones).


Viajé a Egipto, me hice con sensuales perfumes de azahar que adormilaron mis sentidos y más tarde traté de aprender de los más sabios,  siempre con Ítaca en mi mente.


Apresuré mi viaje. Llegar allí era mi único destino y el motor de mi existencia, y cuando por fin maduré y la silueta de la isla se divisaba en el horizonte, altiva, la brisa marina me trajo el sonido de una voz familiar que me gritaba que me fuera, que huyera, que aún había tiempo. Que Ítaca no tenía ya nada que darme.

Tú eres mi Ítaca, y aunque no me hayas engañado jamás y gracias a mi viaje ahora vea con claridad todo lo que siempre has significado... yo ya no quiero envejecer en ti.




10 enero 2020

La Rizos y la aparición estelar de Miss P

Holabuenosdía pisiosos. Que estoy viva, de momento. 
Sé que tengo el blog más abandonao que Marco y no me echéis la bronca que ya me la echo yo... y además que eso, que he vuelto.

En realidad vuelvo porque me lo ha puesto de deberes mi psicóloga (Miss P) , que es muy maja pero me regaña y me dice que esto no puede ser. Que si el blog ha sido importante para mí y me ayudaba tanto, no debería dejarlo. Uy, no, que no puedo usar la expresión "no debería", sino "me gustaría"... pueeeees... que me gustaría seguir escribiendo, ea. 

Mi tarea de esta semana es venderme. Así, como suena. Dice Miss P que tengo la autoestima en Moria y que vamos a trabajar en eso escribiendo un texto en el que me venda como si fuese un producto resaltando mis virtudes, que puedo hacerlo como yo quiera (formato carta, post, powerpoint o lo que sea) pero que la gente que lo lea quiera comprarme.

Y pensé que sería más fácil, pero buf. Con lo bien que me he vendido yo toda la vida, que me habéis querido y todo, y ahora se me hace bola. Lo que es la mente.

En fin, que me estoy enrollando mucho pa no ponerme al tema y me va a caer otra bronca. 
Vamos allá.



"Aparte de la guapitud y la voz aterciopelada es buena conversadora, especialmente amable, dispuesta, trabajadora, imaginativa y generosa. Tiene una paciencia suprema, es divertida, tiene grandes habilidades sociales, es comprensiva, disfruta de los placeres de la vida y salva gatos negros de la perdición. Y sabe maquillarse como las artistas"  @Lagartitud

"Súper alegre. Da buen rollo a cualquier reunión" @breadbimbo

"Entusiasmo. Es lo mejor de la vida. No espera a que sucedan cosas maravillosas para ser feliz, sino que se entusiasma con las cosas pequeñas de la vida" @mg_espi 


La Rizos es un modelo de 1981 que contiene lo mejor de los dos mundos: la ilusión desmedida de una chiquilla y la madurez de la mediana edad bien llevada. Con ella nunca se aburrirá porque tiene la peculiar capacidad de encontrarle el lado divertido a cualquier situación, por miserable que sea.
Sus aptitudes intelectuales, pese a no saber sumar y restar sin usar los dedos, están lo suficientemente desarrolladas como para disfrutar con ella de cualquier conversación durante horas, sumándose también su buen uso del idioma y una capacidad de oratoria fruto quizá de muchas horas de lectura y escritura y de un virtuoso profesor de lengua en el colegio de monjas.

Con la Rizos aprenderá usted a amar y odiar con intensidad, a vivir con fuerza -a tope- y disfrutar de los colores vivos, sin grises. Sobre todo del morado y, si tiene brilli brilli, mejor. Descubrirá lo que es bailar en público, cantar en los karaokes hasta que le duela la garganta, reír a carcajadas como si la risa se le escapara a borbotones, emocionarse con la música o el cine o un videojuego, llorar cuando lo necesite para sanar el alma,  ilusionarse comiendo su comida favorita, preparar con emoción cada viaje y disfrutarlo tres veces: mientras lo planifica, mientras lo realiza y mientras lo recuerda, tiempo después. 

Entenderá que en la vida no es necesario tener una casa grande o un cochazo o mil bolsos y zapatos para sentirse pleno. Con ella a su lado se instruirá en el noble arte de vivir en calma. Disfrutará de la  paz que conlleva una vida sencilla, sin grandes cambios, en entornos familiares donde la seguridad se la ofrezcan las personas que le rodean, y no las cosas.

El modelo La Rizos no juzga ni impone, sino que apoya y comprende. No tiene sentido del ridículo pero sí sentido común y de la responsabilidad, por lo que no tendrá que preocuparse si le encomienda alguna tarea (sea lo importante que sea) porque ella no le va a fallar. La Rizos  además estará siempre en su equipo y luchará a su lado. 

En lo que respecta a sus capacidades laborales, la Rizos dispone de una amplia experiencia en el trato con el público así como una inclinación natural hacia resultar adorable. No importa lo duro que sea el cliente, que ella lo derretirá con su sonrisa y sus claras dotes sociales y comerciales. Habla varios idiomas, es puntual y formal, proactiva y resolutiva, y sin duda le aportará mucha paz tenerla en su plantilla porque jamás le dará un problema ni necesita supervisión constante.

Usted necesita a La Rizos en su vida y lo sabe. Aproveche ahora que hay rebajas y que por el mismo precio puede llevarse también un gato gordo.
No se arrepentirá y, si lo hace, no le devolvemos su dinero pero puede darle un bocata de lomo y un nestea y dejarla en la playa que ya ella sabrá buscarse la vida.






20 septiembre 2019

De moda.

Hola, Pisiosos. 
Con vuestro permiso voy a hacer como si no llevase meses sin escribir aquí, ¿vale?  Lalalaa

Como me encanta meterme en berenjenales apañaos, vengo a hablaros de una serie que acabo de terminar en Netflix que me ha tocado la fibra más de lo que pensaba, aunque sé que hablando sobre ella toco un tema peliagudo que me puede traer problemas tuiteros. 
Se trata de Creedme, la nueva y magnífica miniserie de Netflix que trata el tema de la gestión de las violaciones a nivel policial, burocrático y social.

Si tenéis planes de verla, os digo desde ya que este post puede contener spoilers, así que leedlo bajo vuestra responsabilidad.

Creedme habla de mí. De todas las mujeres. Está basada en hechos reales pero también podría relatar perfectamente sentimientos que cada una de nosotras hemos sentido alguna vez en nuestras vidas: frustración, ira, desesperación, tristeza. Sentimientos que nos han provocado por el mero hecho de ser mujeres. Por cómo nos trata la sociedad y, dentro de ella, la mayoría de sus integrantes por muy cercanos a nosotras que estén.

Las protagonistas de Creedme son espectaculares. Yo ya conocía a Tony Colette y la amaba fuertemente, pero debo decir que sus compañeras de reparto Merritt Wever y Kaitlyn Dever me han conquistado también. Son mujeres fuertes, potentes, mujeres que mueven el culo cuando las cosas se ponen feas y que sufren las injusticias con entereza. Mujeres que llenan la pantalla y que no dependen de nadie más para brillar. 

La historia nos cuenta cómo Marie Adler, una adolescente con problemas, sufre una violación y se topa de bruces con un proceso judicial en el que nadie la cree. Sus amigos se alejan, sus familiares la culpan, pierde su trabajo, la policía prefiere posicionarse contra ella con tal de ahorrarse problemas y provocan que, en lugar de ser la víctima de algo horrible que la marcará de por vida, para la sociedad pase a ser la mala y mentirosa.
Por otro lado, dos inspectoras de la policía en la otra punta del país empiezan a investigar una cadena de violaciones estrechamente relacionadas con la de Marie, decididas a atrapar al violador lo antes posible y demostrando que se puede afrontar la misma situación de dos formas completamente distintas.


"Oh no, una serie feminista", podréis pensar. Y sí, lo es. Aunque más que feminista, yo diría que es realista.  Ya desde el capítulo tercero, donde el marido de una de las protagonistas dice, con tono paternalista: -"Inspectora, no sea tan dura con mi mujer, es que es muy sensible", nos muestran de qué palo van esos guionistas, tan directos al problema. Y no tienen reparos en seguir ahondando en él durante los 8 capítulos que dura la miniserie, con momentos tan apoteósicos como cuando, en el capítulo 4, un universitario habla con la policía para denunciar el comportamiento de uno de sus compañeros de facultad: 
-Él obliga a las mujeres a tener sexo.
-¿Las droga y las viola?
-Yo no dije eso, no las viola. 
-Claro que sí, eso es violar.  

O como cuando un señor dice, también en el capítulo 4: 
-Chicas reivindicando cosas. Eso está de moda, ser una víctima.

O como cuando en el el capítulo 5, una de las víctimas de las violaciones, refiriéndose a la policía, dice llena de rabia:
-¿Pero dónde está su indignación?

O como cuando en el capítulo 8 el abogado le dice a la pobre Marie que "nadie acusa a la víctima de un robo de mentir. Pero si es una agresión sexual..."

Podría resaltar mil citas de la serie y me quedaría corta, porque es una joya de principio a fin. Aborda cada una de las problemáticas feministas de nuestro tiempo y podría aplicarse al tema de las manadas, de las supuestas violaciones falsas que tanto daño hacen a los hombres, de los fallos del sistema, de cómo culpamos a las víctimas en lugar de culpar al verdadero agresor y de cómo muchas veces preferimos elegir el camino fácil antes de hacer bien nuestro trabajo aunque tengamos que esforzarnos más. Es un ejercicio de instrospección, un tirón de orejas, una serie que debería hacerte pensar y mirarte por dentro.

Es una obra maestra que te cabreará y te emocionará a partes iguales y que habla de la enorme diferencia que hay entre abordar una injusticia desde el prisma feminista y hacerlo desde el machismo. De que no es lo mismo sentirte aliviado al saber que alguien es inocente que sentir el alivio al saber que alguien es culpable. 
Pero, sobre todo, que ser una víctima no está de moda ni es algo con lo que se pueda bromear para quitarle importancia, y que si las chicas reivindicamos cosas unidas, aunque se burlen, somos mucho más fuertes.