Empieza septiembre, ese mes que siempre me supo agridulce y que me parece como las últimas migajas de tarta en un plato.
El mes de las nuevas oportunidades, de las etapas que empiezan, de las noches infinitas que terminan.
Un mes que me he pasado media vida odiando, quizá sin ser su culpa del todo. Recuerdo cuando miraba el calendario haciendo mohínes y quejándome si me preguntaban, cuando en el fondo (muy en el fondo) tenía ciertas ganas de empezar las clases o el trabajo otra vez y volver a ver a mis compañeros. Comprarme libros nuevos, una mochila bonita, estrenar ropa y volver a acostarme a una hora decente. Recuperar la rutina que, a veces, no sienta tan mal, sobre todo después de haberte pasado dos meses locos de caos y falta de sueño.
Septiembre ha sido siempre el final y/o el inicio de algo importante en mi vida, por una u otra razón.
Este año, sin embargo, tan sólo trae brisa más fresca y cambio de ropa en mi armario... y no estoy segura de si eso es algo bueno o algo malo.
Los cambios no tienen por qué ser buenos ni malos. Simplemente son.
ResponderEliminarPero es cierto que llega una edad en la que septiembre deja de ser un punto de inflexión para pasar a ser un mes más (aunque hay gente que siempre tiene vacaciones en agosto).
Pero si no quieres que cambie la sensación de ser inicio de algo nuevo... puedes hacerlo de todos modos. Yo lo he hecho, y me siento bien
Muaks
Los cambios siempre son a mejor, aunque tarde en llegar.
ResponderEliminarSeguro que traerá algo bueno. Sus "nuevas oportunidades" incluídas:).
ResponderEliminarUn abrazo:)
Cuando los cambio son suaves parecen menos cambios, pero no dejan de ser una portunidad y un riesgo,
ResponderEliminarMujer, pues es bueno seguro, será que las cosas van y fluyen. Mua!
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