17 mayo 2014

Los Bambis de la vida

Las personas alegres no necesitan respeto ajeno. No pasa nada si con ellos llegamos siempre tarde, si bromeamos todos sobre su aspecto, sobre sus gestos tan graciosos o sobre lo fea que es su ropa: tranquilo, hombre, que son alegres y se reirán siempre de ellos mismos. 

A los extrovertidos y simpáticos les gusta que les traten de payasos. De verdad, eh. Les encanta tropezar y que les vean y aplaudan y tener que estar siempre contentos y felices desde las ocho de la mañana porque es lo que se espera de ellos. Es normal y comprensible que, si un día tienen la regla o se han hecho un esguince o se ha muerto su perro y están serios e, incluso, bordes, os enfadéis y se lo reprochéis porque no, ese no es su trabajo. Su trabajo y misión en la vida es la de animar y divertir a los demás y sacar sonrisas y tener un estado de ánimo de adamantio especial anti-cabreos.

A los Bambis de la vida nunca les sienta mal nada. Ni les preocupan los problemas. Ni están nunca solos porque siempre les rodean millones y millones de amigos verdaderos y gente que jamás, a pesar de que son medio tontos, se aprovechan de ellos. 

Los alegres tienen trabajos maravillosos y además nunca se quejan cuando les caen marrones, porque saben sobrellevar los problemas con tesón y una cucharada de azúcar, a lo Mary Poppins. 
Además estás de suerte: si contratan a un señor majete y lleno de alegría en tu empresa no tendrás que tratarle de manera profesional porque total, no está ahí para tener responsabilidades ni para tener razón ni para liderar, sino para tratar con los clientes problemáticos o atender las quejas y reclamaciones. Su voz agradable y su sonrisa perenne son ideales para esos puestos.

Si un buenrollista empieza a hablarte de sus problemas, no le escuches. A poder ser, córtale para hablarle tú de los tuyos, que sin duda son mucho más importantes.

Es muy fácil vivir con un simpático como compañero de piso, porque lo llenará todo de flores y cojines de colorines, pondrá música animada en los momentos bajos, comprará flores y chocolate y te animará las fiestas. Los simpáticos además no ensucian: van dejando purpurina multicolor allá donde pisan. Es como hacer un Atila, pero a la inversa.

En conclusión: apadrina un alegre.
Tu vida será mucho más bonita y divertida y siempre tendrás a alguien con quien descargar tu estrés sin temor a llevarte una hostia.
Lo único, (un apuntillo así de nada antes de terminar) es que si alguna vez le hablas y te mira sonriendo sin decir nada, así como los guiris, no es que esté distraído ni con la mente en Cuenca. Igual está concentrado pensando en mil maneras de asesinarte lenta y dolorosamente.




8 comentarios:

  1. Me gusta mucho todo el post, pero las tres últimas lineas.....
    Es que esas lineas son verdad en estado puro ;)

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  2. Si, y de una forma maquiavélica para que sufra.
    Lo peor que nadie comprenderá por que lo ha hecho

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  3. Y como cuenta con la salvaguarda de que nadie va a sospechar de él/ella....

    Nos encantan las etiquetas, como si fueran capaces de definir algo.

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  4. La culpa es nuestra, por ser buena gente...

    ¿Ves? Seguro que a Montoro no le pasa eso...

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  5. Si alguna vez le hablas y te mira sonriendo sin decir nada, probablemente esté pensando esto. (Según lo leía me lo has recordado). :D

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  6. Menos mal que yo soy una persona seria y responsable y no me pasan estas cosas... oh, wait

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  7. Tremendo...muy identificado con lo que escribes. Genial punto de humor negro al final, me ha encantado!!!!

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  8. Me encantan los bambis. Y puedo corroborar de buena tinta lo del instinto psicópata... Jejeje

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