Estaba yo hoy haciendo algunas comprillas (que sin darme cuenta se convirtieron en cuatro vestidos, una rebeca, una falda y un regalo... ejem) cuando me dispuse a pagar en una tienda y vi que la cola llegaba hasta casi la puerta. Armándome de paciencia, ocupé mi puesto al final del todo y esperé durante diez minutos para que la cola avanzase medio metro. Entonces la chica que iba justo delante de mí empezó a quejarse: que si hay que ver, que deberían tener más cajeras, que no puede ser que haya que esperar a las once de la mañana de un lunes, blablabla... A lo que la mujer que estaba delante de nosotras, una madurita de esas a la moda que se compran las camisetas de lentejuelas en el Bershka, se volvió y nos dijo que es verdad, que no puede ser, que hoy en día con la crisis que hay deberían dar más trabajos a las jovencitas en paro, pobres. Y así se forjó una nueva amistad que duró lo que tuvimos que esperar hasta pagar: media hora.
Porque existen y nos gustan las amistades pasajeras, de usar y tirar. Hay ocasiones especiales, ciertos momentos de circunstancias concretas en los que dos o varios desconocidos se unen conscientemente en amistad verdadera, aunque destinada a morir.
Hagamos un breve ejercicio de memoria y así sabréis de lo que hablo...
¿Quién no ha salido de marcha un viernes por la noche, y ha amanecido el sábado al medio día con un número de teléfono nuevo en el móvil? De todos es sabido que el alcohol une más a las personas que las agencias matrimoniales: dos tandas de chupitos y el que bebe a tu lado se convierte en tu más mejor amigo. Incluso podríais llegar a vomitar juntos, escondidos tras un coche en la calle. Y nadie puede negarme que sujetarle el bolso a una chica mientras vomita es algo más íntimo que hacer guarrerías con ella...
O por ejemplo, el miedo. No hay nada más hermoso que compartir tus miedos con alguien a quien acabas de conocer: te obligan a subirte en la caída libre de Port Aventura, a ti que tienes vértigo y que eres de mareo facilón. Te sientas con las rodillas temblonas y a tu lado toma asiento otro chico con la cara pálida y los ojos húmedos. Le miras de reojo, te mira de reojo. Te dice: "joder, macho, si no fuese porque me obliga mi novia yo no me subo aquí ni loco". Sonríes y piensas que al menos si te da un infarto no estarás solo en el hospital, y te sientes mucho mejor.
¿Y qué me decís del frikismo? Las rarezas y peculiaridades que nos hacen diferentes también pueden hacernos conseguir amigos inesperados: te invitan a una fiesta a la que sabes que sólo irán pijos y/o gilipollas, y como has prometido que asistirás te resignas a pasar una tarde horrenda y miserable y apareces en el evento con cara de mártir indispuesto. Buscas con la mirada el sillón más apartado del resto, escondido tras unas cortinas, y sacas tus tomos de Crimson intentado evadirte mientras todos bailan Bad Romance y se menean estertóricamente imitando a Lady Gaga... y entonces aparece ella, una chica pecosa con gafas que se sienta a tu lado, abre mucho los ojos y te dice que justo ese tomo no lo encuentra por ninguna parte, que de dónde lo has sacado. En ese momento te sobra el resto del mundo y piensas que no te importaría estar casado con ella aunque fuese por unas horas...
Otra cosa que nos une continuamente es el malestar. Vas al médico y en los diez o quince minutos que estás esperando para entrar a consulta, llegas a conocer la vida y milagros de cada persona que se sienta allí contigo: que si yo tengo un juanete que me está matando, que si a mi niña le pasó lo mismo pero vino y el doctor se lo quitó en un pispás, que si tengo un amigo que tuvo la gripe A... Y es que, además, nos ponemos a competir en plan juguetón con ellos como si fuésemos colegas desde siempre, a ver quién tiene la dolencia más grave. Nos encanta presumir de males y el que está peor siempre gana, curiosamente.
Más cosas que nos ayudan a hacer amigos... La patria. Así, tal cual. Puede que en nuestra casa pasemos de patriotismos, pero quien haya vivido en otro país entenderá de lo que hablo... y más si allí se hablaba otro idioma. Vas al supermercado por primera vez a hacer la compra semanal, pero no entiendes nada de lo que pone en los ingredientes de las latas puesto que acabas de llegar y en inglés sólo sabes decir "gud mornin" y "mai neim is Bea". Buscas salsa de tomate, pero sólo encuentras latas azules de frutos exóticos que no te atreves a probar. Y entonces, cuando estás a punto de echarte a llorar y salir de allí derrotada, aparece una señora morena con cara de conquense que te dice "se nota que eres también de España, hija, porque yo casi lloro la primera vez que vine". Y te señala la salsa de tomate, y no puedes contener la sonrisa y el agradecimiento y la invitas a tomar un té a la salida del súper, porque es la persona con la que descubres más afinidad de toda Inglaterra a pesar de sacarte treinta años y ser lo más parecido a una maruja choni que te habrías encontrado en tu barrio de Málaga. (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, lalalaaaa)
Seguro que si pienso un poco más recuerdo muchas más formas de amistades pasajeras, y vosotros ciertamente tendréis algunas más en mente ahora mismo. Pero sin duda mi favorita, la que más satisfacciones sorprendentes y ratos divertidos me ha ofrecido nunca es el hecho de pertenecer a una comunidad cualquiera: ser de una peña, abonado de un equipo de fútbol, hacer un deporte determinado, ser fan de alguien, coleccionar lo que sea, bailar salsa o merengue o tango o bachata, participar en competiciones de ajedrez, chatear en irc, vivir en una caravana, ser gótico/emo/heavy/pijo/rockero, pertenecer a una ONG, irse de camping, ser religioso, pertenecer al reservado VIP de Pachá... y, por encima de todas y en la que me incluyo, tener un blog. Cada una de las personas con las que me he topado en mi vida y que han reconocido escribir o leer blogs con asiduidad (y que incluso me han pasado un papelito con el link, con timidez y orgullo) han sido mis más mejores amigos... aunque sólo fuese por unas horas y lo nuestro acabase cuando mi autobús llegase a la parada del trabajo y nos separase para siempre.
Cuanta gente, no habremos conocido por esos y otros medios....y el blog, ya es ( para mí ) lo mejor.
ResponderEliminarA mí lo que me asombra de verdad es la cantidad de personas maravillosas que continuamos perdiéndonos. Fíjate: yo me he tirado 31 años de mi vida sin conocerte a ti ;)
ResponderEliminarGenial post:
ResponderEliminarMe ha recordado a una mañana de este invierno. Quedé con un amigo en una cafetería y nos pusimos a practicar nustros viejos juegos de cartomagia. Una señora (no diré anciana, pero casi) se sentó a nuestro lado y nos preguntó si estábamos jugando a las cartas. Respondimos que no, que estábamos haciendo magia, y procedimos a enseñarle algunos numeritos con los que quedó encantada. Una mujer muy simpática, pero no puedo evitar pensar que si nos la hubiéramos cruzado por la calle seríamos para ella unos 'gamberros que no respetan nada' por el hecho de ir en monociclo. Y ella sería una carca, por supuesto.
Qué amistades más raras.
Sil:
ResponderEliminarQue pelota eres... madre mia... :p
Rizos:
Yo en rehabilitación. El dolor tb une. Siempre comenzaban las viejillas con el mítico: te has caído de una moto? No señora, soy masoca y me tiro desde los sextos. Es una costumbre.
soy una amistad pasajera? de esas que duran menos que un polvo medio bien hecho?
ResponderEliminarYo creo que no... que a pesar de las diferencias, la distancia y el tiempo... entre nosotros hay algo especial (que no tiene por qué ser sexual... aunque no me importaría)
Besoooooos
Darth Gon: acabas de dejar de ser una de esas personas maravillosas :P
ResponderEliminarTe olvidas de la situación que más une de todas, y es la cola del baño de un garito un sábado por la noche. No existe conexión ni complicidad mayor con un desconocido que cuando le miras a los ojos y descubres que él también se está meando y que, al igual que tú, también quiere matar al que aún está dentro jiñando, potando o fornicando con vaya usted a saber quién.
ResponderEliminarFíjate, haces amigos gracias al blog, y escribes posts gracias a los amigos que haces gracias al blog, jejeje. No me hagas caso :P
ResponderEliminarEn fin, qué voy a decir yo si te conozco gracias al blog ^^
Un besazo guapisima
Ana: estamos de acuerdo, chata :) Los blogs, esos grandes compañeros xD
ResponderEliminarSil: Pero ¡más vale tarde que nunca! Y nos quedan muchos por compartir ;) Muas, muas y remuás.
Yoster: ¿ves, ves? Las amistades pasajeras existen y nos apasionan, curiosamente xDDD Me alegro de que te haya molado el post.
Darth: oye, qué pasa, ¿si me dicen que soy maravillosa es peloteo? Dolido me has, lo sepas :P
Eingel: Cómo vas a ser pasajero si te conozco de hace diez años xDDDD Tontorronn :P
Albret: pero en esa situación la amistad se convierte en odio cuando el otro entra antes que tú, ¿no? :P
Osc: bueno, pero a ti no te conozco superficialmente, es decir, han sido muchas horas de charla ;) Un besote, morenazooo
Te hemos pillado. A ti lo que te gusta es hacer cola. En el supermercado, en una tienda de ropa, donde sea. Te gustan las colas.
ResponderEliminarLa conexion del patriotismo desde hace mucho tiempo no me ha gustado porque te une a los que tienes a tu lado pero te aleja de los demas. Siempre tendremos mas cariño a las personas que conocemos pero no hay que desestimar al resto del mundo por ser desconocido.
ResponderEliminarSi es que aunque digan lo de "mal de muchos...". Nunca olvidaré a aquella señora de amistad fugaz como tú dices, que conocí en el centro de rehabilitación, en el cual me dio unas clases rápidas para ganar al Mus, e incluso muy amablemente me invitó a pasar algún día por su casa para jugar con su prole...
ResponderEliminarJo, ¡qué cierto todo, todo y todo lo que has escrito en este post!!
ResponderEliminarEjem... a mí me gusta Lady Gaga... aún no la imito... pero dame tiempo :-P