24 diciembre 2013
18 diciembre 2013
El momento indicado.
Hace dos semanas que llegaste a mi habitación y desde entonces nos hemos hecho íntimas. Te he cantado, te he ofrecido mis últimos Moncherises y el mejor de mis gintonicses (incomprensiblemente preferiste un vaso de agua), te he cantado, te he bailado y te he contado mis más íntimas miserias en esas sobremesas en las que las dos nos tumbamos al sol a echar un ratito zen y despreocupado.
Contigo se me pasan las horas volando y es que, para qué negarlo, eres una tía legal: sin duda sabes escuchar y sin juzgar, que es lo más importante. Sin darme consejos que no pido, sin hacer un mohín.
Pero hoy tengo que contarte algo que a lo mejor aún no has descubierto de mí, querida violeta africana.
Se me ocurrió ayer, tratando de subir un par de puntos de cocina en el GW2, un juego al que estoy enganchada. En ese mundillo virtual resulta que si te pones a recoger plantas y frutas por el prado y luego las cocinas, ganas mucha experiencia y subes de nivel con relativa facilidad. Se te premia por dedicarte a tus labores, vaya, y no sólo al mata-mata como en otros juegos.
La cuestión es que yo estoy atascada en un nivel bastante alto en el que hay que cocinar MUCHO para subir, y además las plantas que necesitas son más difíciles de conseguir. Y en una de estas veces en las que me encontraba yo junto al horno, rompiéndome la cabeza para cocinar algo decente que me diese experiencia, va una amiga en el juego y me dice, asi como quien no quiere la cosa: "pero Rizosa, ¿no tienes potenciadores de profesiones? Si con eso subes en nada". Para que lo entiendas, los potenciadores son una especie de premios que te regalan en el juego al completar misiones o matar a determinados campeones. Se trata de unos objetos que, al ser usados, aumentan la experiencia ganada con cualquier profesión (incluida cocina) el doble de lo habitual. Y, como habrás podido adivinar, yo tengo el inventario de mi personaje hasta arriba de dichos potenciadores. Como tengo Diógenes, cada vez que hacía una misión y me daban algo especial... ale, pa la saca. Para cuando lo necesitara. Para una ocasión especial.
Y mientras llegase esa ocasión especial, ahí estaba yo, de los nervios, cogiendo cebollas como si no hubiese un mañana.
Y me pasa un poco con todo, no te creas. He tenido la antena de mi coche guardadita en el maletero durante 7 años. SI-E-TE. ¿Para qué? Pues para que no me la robasen, está claro. El mismo día que me compré a Martín, mi Clío, le quité la antena y me la guardé, para usarla sólo cuando la necesitara. Para ocasiones especiales.
Y mientras esas ocasiones especiales llegasen, me he pasado un montón de años escuchando la radio con interferencias.
Mi tío me regaló una botella de ginebra de esas que cuestan mucha pasta por mi cumpleaños de hace casi año y medio. Y ahí que fui yo, a guardarla... ya te imaginarás el resto: PARA OCASIONES ESPECIALES. Y todavía tengo ginebra.
Tengo un par de medias sin estrenar guardadas en mi mesilla de noche desde hace 10 años, para ocasiones especiales. Yo creo que ya ni me entran: mi pandero ha crecido notablemente.
Con las personas me ha pasado lo mismo toda la vida. ¿Cómo iba a mostrarle interés a ese chaval tan interesante, si lo acaba de dejar con su novia y no querrá nada ahora mismo con nadie? Meses después, ¿cómo iba a mostrarle interés, si acababa de empezar a salir con otra chica porque por lo visto ya estaba recuperado?
¿Cómo iba a pedirle perdón a mi amiga, si seguro que seguiría enfadada y no querría hablar? ¿Cómo iba a ir a hablar con ella semanas después, si seguro que después de tanto tiempo sin hablar ya no querría saber nada más de mí?
Lo has adivinado: tenía que esperar al momento indicado, a la ocasión especial.
Como podrás ver, querida Violeta, tu amiga y regadora es una lerda del momento indicado. Pues ya está bien, sabes. Anoche abrí los ojos de la forma más tonta del mundo, en un maldito juego que me llenó el inventario de frutas y verduras. No puedo seguir guardando cosas, palabras, sentimientos.
Ya está bien de esperar al momento indicado, a la ocasión especial. La ocasión especial es AHORA y yo me voy a subir cocina de una maldita vez. Y a ponerme un gintonic especial deluxe: a tope voy.
Ay, querida Rizos, eres una lerda. Así por lo bajinis te lo digo. |
14 diciembre 2013
Lo que el maldito 2013 me enseñó
Que sé preparar sopas siguiendo recetas americanas.
Que puedo volver a bailar y hacerlo bien.
Que puedo adquirir tonos de moreno insospechados con un poco de paciencia y tesón.
Que sigo estando tremenda.
Que cuando se trata de una amistad de verdad, las cosas siempre pueden arreglarse. Siempre.
Que a veces me tocan sorteos y gano concursos como todo el mundo.
Que la Ciencia Ficción puede molar más de lo que yo creía.
Que lo importante no es el lugar, sino la compañía.
Que necesito tener un gato, un perro o una maceta que cuidar.
Que los niños me encantan, pero de otros.
Que la vida da muchas vueltas y te sorprende cuando menos te lo esperas.
Que hay que fijarse más en las señales. Aunque no existan.
Que se puede vivir sin gofres, pero no sin Mocherises.
Que el amor, cuando más bonito resulta, es mientras dura. Y que si duele lo más probable es que no sea amor.
Que esto de pasar la ITV es muy complicao y estresante siendo pava.
Que hay que celebrar los cumpleaños, las victorias, las despedidas, los reencuentros, los aniversarios y todo lo que sea suceptible de celebración, porque lamentarnos de lo malo ya nos lamentamos siempre que podemos.
Que quiero seguir ilusionándome por las cosas como cuando era pequeña.
Que puedo ser muy chunga cuando quiero. Y a veces sin querer.
Que también puedo molar cuando quiero. Y sin querer, igualmente.
Que necesito viajar lejos y cuanto antes o imploto.
Que echar de menos a los amigos que están lejos es triste, pero bonito porque siguen ahí.
Que necesito una nueva serie a la altura de LOST en mi vida.
Que soy una chica tranquila y disfruto de las tardes de sofá-manta-peli, pero también necesito la luz del sol para sentirme feliz y contenta cual lechuga.
Que soy una chica tranquila y disfruto de las tardes de sofá-manta-peli, pero también necesito la luz del sol para sentirme feliz y contenta cual lechuga.
Que nunca podré irme del Wow o del GW2 del todo.
Que sigo siendo una crack con los estudios y que puedo conseguir lo que me proponga, por muy vaga que me haya vuelto con el paso de los años.
Que me encanta el misterio y cada vez menos el drama.
Que dejar de entrar en Mango y en Breska y en todas esas tiendas donde mi talla es la mayor es una cura de espíritu. Y los gintonics.
Que hay que ser menos cerril e intransigente con los demás.
Que no he perdido mi toque.
Que los caracoles no saben que son caracoles.
Que mientras se tenga gente que te apoye alrededor y una salud medio decente, los problemas son menos problemáticos.
Que es muy importante confiar en los demás, pero igual de importante que alguien confíe en ti.
Que pasar página es necesario y no quiere decir olvidar.
Que el aprecio se demuestra en lo malo, no en lo bueno.
Que yo sin mi Kindle no soy nada.
Que tengo que plantearme seriamente escribir un libro o algo.
Que la música sigue teniendo ese efecto activador en mí.
Que hay que reírse más y que las lágrimas son sólo para cortar cebollas o para ver el principio de Up.
Que el año que comienza mal todavía tiene 365 días para hacerte cambiar de opinión.
09 diciembre 2013
This doesn´t have to be a sad song.
Como cuando desbloqueas un nivel que se resistía en el Candy Crush Saga después de meses intentándolo.
Como cuando por fin te acuerdas del nombre de esa canción que llevas tratando de recordar durante horas.
Como cuando consigues sacarte la piedra de los zapatos.
Como cuando aparece debajo de tu cama el bolso que llevabas buscando todo el verano.
Como cuando aprendes a silbar.
Como cuando apruebas una asignatura que tenías pendiente desde primero.
Como cuando te ascienden en un trabajo en el que te sentías infravalorada.
Como cuando consigues romper esas fotos que te dolían en el alma.
Como cuando, después de intentarlo una y otra vez, consigues cocer la cantidad justa de espaguetis.
Como cuando te quitas los tacones al volver a casa después de ocho horas seguidas bailando en tu bar favorito.
Como cuando encuentras un lugar de referencia que conoces después de haberte perdido durante horas con el coche.
Como encontrar aparcamiento enfrente de tu portal.
Como cuando te hablan de alguien y comprendes que ya no te importa.
Como que alguien apueste por ti después de años en paro.
Como cuando consigues ser valiente y te lanzas a besar a alguien.
Como cuando esa mañana de primavera te levantas, te asomas a la ventana y descubres que hace sol.
Como cuando éramos pequeños y, acojonados, imaginábamos monstruos debajo de la cama hasta que una noche nos tragábamos el miedo y mirábamos en la oscuridad para descubrir que no había nada.
Como cuando vencemos la pereza y cambiamos la bombilla que nos mantenía a oscuras.
Como cuando vamos acumulando papeles en nuestro escritorio hasta que, de pronto un día de sorprendente productividad, decidimos ordenarlos.
Como cuando, en la pantalla que más se nos resistía en un videojuego, conseguimos pasarnos ese boss infernal que nos impedía avanzar en la historia.
Acabo de desbloquear un algo en mi vida. No sé muy bien el qué, pero ya sólo quiero ponerme guapa, salir y bailar y cantar... y en todos los carteles que me imagino ante mis ojos pone NEXT con letras moradas muy brillantes.
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