Hola, Pisiosos.
Con vuestro permiso voy a hacer como si no llevase meses sin escribir aquí, ¿vale? Lalalaa
Como me encanta meterme en berenjenales apañaos, vengo a hablaros de una serie que acabo de terminar en Netflix que me ha tocado la fibra más de lo que pensaba, aunque sé que hablando sobre ella toco un tema peliagudo que me puede traer problemas tuiteros.
Se trata de
Creedme, la nueva y magnífica miniserie de Netflix que trata el tema de la gestión de las violaciones a nivel policial, burocrático y social.
Si tenéis planes de verla, os digo desde ya que este post puede contener spoilers, así que leedlo bajo vuestra responsabilidad.
Creedme habla de mí. De todas las mujeres. Está basada en hechos reales pero también podría relatar perfectamente sentimientos que cada una de nosotras hemos sentido alguna vez en nuestras vidas: frustración, ira, desesperación, tristeza. Sentimientos que nos han provocado por el mero hecho de ser mujeres. Por cómo nos trata la sociedad y, dentro de ella, la mayoría de sus integrantes por muy cercanos a nosotras que estén.
Las protagonistas de Creedme son espectaculares. Yo ya conocía a Tony Colette y la amaba fuertemente, pero debo decir que sus compañeras de reparto Merritt Wever y Kaitlyn Dever me han conquistado también. Son mujeres fuertes, potentes, mujeres que mueven el culo cuando las cosas se ponen feas y que sufren las injusticias con entereza. Mujeres que llenan la pantalla y que no dependen de nadie más para brillar.
La historia nos cuenta cómo Marie Adler, una adolescente con problemas, sufre una violación y se topa de bruces con un proceso judicial en el que nadie la cree. Sus amigos se alejan, sus familiares la culpan, pierde su trabajo, la policía prefiere posicionarse contra ella con tal de ahorrarse problemas y provocan que, en lugar de ser la víctima de algo horrible que la marcará de por vida, para la sociedad pase a ser la mala y mentirosa.
Por otro lado, dos inspectoras de la policía en la otra punta del país empiezan a investigar una cadena de violaciones estrechamente relacionadas con la de Marie, decididas a atrapar al violador lo antes posible y demostrando que se puede afrontar la misma situación de dos formas completamente distintas.
"Oh no, una serie feminista", podréis pensar. Y sí, lo es. Aunque más que feminista, yo diría que es realista. Ya desde el capítulo tercero, donde el marido de una de las protagonistas dice, con tono paternalista: -"Inspectora, no sea tan dura con mi mujer, es que es muy sensible", nos muestran de qué palo van esos guionistas, tan directos al problema. Y no tienen reparos en seguir ahondando en él durante los 8 capítulos que dura la miniserie, con momentos tan apoteósicos como cuando, en el capítulo 4, un universitario habla con la policía para denunciar el comportamiento de uno de sus compañeros de facultad:
-Él obliga a las mujeres a tener sexo.
-¿Las droga y las viola?
-Yo no dije eso, no las viola.
-Claro que sí, eso es violar.
O como cuando un señor dice, también en el capítulo 4:
-Chicas reivindicando cosas. Eso está de moda, ser una víctima.
O como cuando en el el capítulo 5, una de las víctimas de las violaciones, refiriéndose a la policía, dice llena de rabia:
-¿Pero dónde está su indignación?
O como cuando en el capítulo 8 el abogado le dice a la pobre Marie que "nadie acusa a la víctima de un robo de mentir. Pero si es una agresión sexual..."
Podría resaltar mil citas de la serie y me quedaría corta, porque es una joya de principio a fin. Aborda cada una de las problemáticas feministas de nuestro tiempo y podría aplicarse al tema de las manadas, de las supuestas violaciones falsas que tanto daño hacen a los hombres, de los fallos del sistema, de cómo culpamos a las víctimas en lugar de culpar al verdadero agresor y de cómo muchas veces preferimos elegir el camino fácil antes de hacer bien nuestro trabajo aunque tengamos que esforzarnos más. Es un ejercicio de instrospección, un tirón de orejas, una serie que debería hacerte pensar y mirarte por dentro.
Es una obra maestra que te cabreará y te emocionará a partes iguales y que habla de la enorme diferencia que hay entre abordar una injusticia desde el prisma feminista y hacerlo desde el machismo. De que no es lo mismo sentirte aliviado al saber que alguien es inocente que sentir el alivio al saber que alguien es culpable.
Pero, sobre todo, que ser una víctima no está de moda ni es algo con lo que se pueda bromear para quitarle importancia, y que si las chicas reivindicamos cosas unidas, aunque se burlen, somos mucho más fuertes.