31 marzo 2009

Chán Chán

Se acerca, se aproxima lentamente... ya se puede oler si se arruga la nariz en plan pekinés.
El viernes 3 de abril de 2009, Una de Rizos presenta...

>>ELIGE TU PROPIO FINAL<<

Próximamente en los mejores blogs de su blogroll.


27 marzo 2009

Quejicas

Cada noche se repite la misma secuencia: cuando el reloj de pared de mi trabajo marca las diez apago todas las luces, me pongo el abrigo, enciendo la alarma, cierro la puerta y bajo corriendo las escaleras camino de la parada del autobús. Si me entretengo más de medio minuto podría ser que el conductor pasase de largo sin mí, así que estoy ejercitando los gemelos cosa mala...

El lunes pasado le vi, sentado en la parada. Llegué misteriosamente a tiempo para sentarme diez segundos a su lado,(respirando hondo después de la carrera) y le escuché hablando solo, en voz alta. Era un señor de unos cuarenta años bien vestido, que iba cargado con un montón de bolsas del Carrefour y una mirada de hastío impresionante. Gritaba con acento sudamericano, quejándose por la tardanza de los autobuses, de lo harto que estaba del sistema de transporte catalán y de que todo se estropease en esta puta ciudad. Que cualquier día se volvía a su tierra, donde sin duda todo iba mucho mejor... Le miré de reojo, pensando que por mucho tiempo que llevase esperando sus ademanes y gritos estaban descompensados y fuera de lugar, -todo el mundo le miraba, curioseando- pero entonces mi autobús apareció por el horizonte y me levanté de un salto para volver a casa.

Por el camino, acordándome del señor extranjero que se quejaba, empecé a pensar en todas las cosas que no funcionan en Barcelona. Las ayudas para que los jóvenes puedan pagar su alquiler son de risa: te las dan año y medio después de solicitarlas. Vamos, cuando has vuelto con tus padres porque no podías pagar el alquiler.
Con el ceño fruncido me acordé también del tráfico; de esas estúpidas leyes de regulación de la velocidad, a veces variable. Además de no conseguir reducir la contaminación, porque los acelerones y frenazos producen mucha más... encima estresan al conductor, que tiene que ir todo el rato pendiente del aforador para no pasarse de ochenta. Y encima caravanas a porrillo en las entradas y salidas de Barcelona. A diario.
¿Y los precios? Coñe, es que son para echarse a temblar. Vas a comprarte un par de zapatos normales, de diario, y te clavan mínimo 60€. Por un café y un bollo, 5€, y por ir al cine una tarde con tu pareja prepara 30€ para las entradas, palomitas y coca-cola. Es normal que la gente se agobie, se amargue, se deprima. Que la ciudad parezca tan gris, que los catalanes vivan siempre con la soga al cuello. Ya mismo nos cobrarán por sentarnos a tomar el sol en el parque...


Esa noche me dormí cabreada, de tanto darle vueltas al tema. Cuando me levanté hacía sol y yo ya había olvidado (de momento) todas mis quejas y preocupaciones, hasta ayer.
Salí del trabajo a las diez, como siempre, y de nuevo repetí mi sprint final con éxito: llegué a tiempo a la parada. Me apoyé en la marquesina para tomar aire, y entonces le escuché pegando berridos de nuevo:
-¡Que asco de transporte! ¡Estoy hasta los huevos! El día menos pensado pillo la maleta y me vuelvo a casa, porque ésta nunca será mi casa.

Pobre, pensé, dedicándole una mirada comprensiva. En el fondo tiene razón, es normal que se queje...
Una señora se acercó a él, tímida, y le dijo entre susurros:
-Oiga, que su autobús es ése que está ahí...

El hombre pegó un brinco, cogió sus bolsas rápidamente y agradeciéndoselo a la señora entró en el autobús que esperaba justo a tiempo.
Miré a la heroína de la noche con curiosidad, preguntándome cómo sabría ella que ése era justo el autobús que estaba esperando nuestro amigo, y casi leyéndome el pensamiento me sonrió y me dijo:

-Cada noche igual. No es la primera vez que me lo encuentro, y si yo no le aviso de que viene su autobús, se le escapa y él se queda aquí quejándose toda la noche. Ay Dios mío, qué hombres más tontos...






Esa noche me dormí pensando que todos somos un poco así: tontos. Porque a veces con tanto quejarnos no podemos ver lo que tenemos delante y nos perdemos las mejores oportunidades de la vida...
Qué más da el tráfico, los precios, las ayudas. Puedo conseguir todo lo que necesite para ser feliz... y mi autobús seguirá pasando por mi parada cada noche a las diez y diez para llevarme de vuelta a casa.

25 marzo 2009

Cambiar el swing, bailar sin medida

Buenos días a todos.
Hoy me he despertado musical, así que me apetecía compartir con vosotros una canción que suena en mi cabecita a todas horas desde hace unos días.
Se trata de Mejor Mañana, de Vega. Efectivamente, la chica que salió en Ot hace años y que luego sacó un disco en cuya portada llevaba unos pendientes horrorosos...

Pues bien, Vega vuelve ahora con el que será su cuarto disco, y trae un lavado de cara total: nuevos ritmos, nueva imagen, nueva música. Y me gusta. Desde luego nadie me tachará de tener prejuicios, porque cuando la niña salía en Ot yo no apostaba un duro por ella... Pero aquí la tenéis, componiendo canciones alegres con bastante estilo.

Su disco Metamorfosis saldrá a la venta el 28 de abril. Si os gusta la canción, no dudéis en descargarl.... en comprarlo, en comprarlo.



Os dejo con el video clís. No me digáis que no es bonito... (aunque se vea de pena, qué le vamos a hacer)

22 marzo 2009

Si yo soy Reverte y tú mi Marías...

Buenas tardes, queridos lectores de mi blós.

Hoy vengo a hablaros de algo que me da bastante rabia y, a la vez, me enternece. Se trata de la figura del intelectual, y más concretamente del Bloggero Intelectual (a partir de ahora, será BI)

Yo soy una chica sencilla y de humor ligero y no me considero ningún dechado de inteligencia ni astucia… pero no tampoco creo que lo retorcido, lo abstracto, lo aparentemente subjetivo sea siempre mejor ni más interesante. Lo que nadie entiende, a fin de cuentas, tan sólo es algo que nadie entiende.

Podemos trasladar esto a cualquier tipo de arte: en pintura, nunca fui partidaria de esos cuadros abstractos que no me dicen nada. Creo que tiene mucho más valor cualquier dibujo de una niña de Preescolar, en los que todos adivinamos a su familia y a su perro meando en un árbol, que cualquier “obra” de Miró donde se nos muestre un fondo blanco con dos rayas titulado Amanecer en las Cumbres de Siberia.

En la música, cuántas canciones habremos tarareado mientras conducimos, a pesar de no tener ni pajolera idea de lo que quiere decir que la noche es toda magia, que un duende te invita a soñar y que piensas que nadie nos puede parar

Pues volviendo al tema bloggeril, lo mismo me pasa cuando me doy un paseo por la red (me voy de blogs, vaya) y me topo con alguna de esas bitácoras repletas de poemas y ensayos raros que nunca parecen estar terminados y que no tienen nada que ver con la imagen o el título que les da el BI que firma debajo.

Tomemos, por ejemplo, el blog de mi querido amigo el Abejoso. Óscar es un chico inteligente; escribe mucho mejor que la media y seguramente su vida esté llena de matices e ideas interesantes. Sin embargo últimamente se empeña en escribir textos grises, oscuros, casi quevedosos. Que me parece muy bien, el blog es suyo y puede escribir lo que le dé la real gana… Pero si su intención es hablarnos de algo tan sumamente retorcido y personal, debe tener en cuenta que nadie más se va a enterar de qué narices nos habla. Que dejaremos comentarios, claro, pero serán algo así como “uy, qué profundo post, eres un máquina” o “jo, qué bien escribes, eres el rey de las letras”.

No sé, igual es lo que necesitan, los BI. Que nadie entienda un carajo, para que no les puedan criticar. Y como además el ser intelectual y oscuro se considera cool hoy en día, pues tendrán cienes y cienes de seguidores. Los reyes de los blogrolls.

Pero me asalta una idea. ¿En qué pensarán Miró y el Abejoso cuando crean su arte? Porque francamente a mí me da la sensación de que se cachondean de nosotros, los que tratamos de comprender lo que nos quieren transmitir con los textos apocalípticos y buscamos amaneceres helados en las rayas y puntos de los cuadros, como gilipollas.

Me enternece, porque a fin de cuentas tanto Miró como Enrique Bunbury como Óscar tienen mucho éxito en su campo, (y que les vaya bonito, que cada cual hace lo que puede).

Pero a la misma vez me fastidia, me jode sobremanera cuando consideran mis textos simplones y estúpidos tan sólo por pretender escribir algo sencillo, fresco y simpático. Algo que todos comprendamos y podamos disfrutar, como cuando se cuenta un chiste y al acabar se espera escuchar la carcajada cómplice de tu amigo.

Supongo que yo no soy intelectualmente cool, qué le vamos a hacer.

20 marzo 2009

Dedicado a mis compañeros de reparto

A partir de las cinco de la tarde, en las paredes de lo que hace años fue el bar Swan empieza a dar el sol. La luz cálida de la bahía de Málaga se cuela por entre los ventanales de madera, resbala por los cuadros y fotos del muro del fondo y termina muriendo en las botellas de ron que descansan sobre la barra, arrancando destellos multicolores al cristal e inundándolo todo con un aura mágica, casi de cuento.

Si te sientas a tomarte un café junto al teléfono sobre el que una pegatina te dice Radio Marca, quizá puedas escucharnos. Agudizando el oído, seguro que Pablo vuelve a oírse cantando Un Vestido Bonito, o Adolfo vuelve a reir a carcajadas mientras Jorge dice eso de Máquina Holanderaaaa entre giro y giro. Incluso yo, que hace años que no piso el bar, sigo allí con mis chistes fáciles y mis White Russian a medio terminar.

La camarera nueva es muy guapa y habilidosa con las copas, pero no sabe que esas bandejas que lleva son nuestras. Porque hace tiempo éramos nosotros las que las dejábamos sobre la barra para sacar a bailar a la antigua camarera, y hacerla cómplice de nuestras aventuras salseras. Dejábamos pedacitos de nosotros mismos cada tarde de verano que compartimos entre aquellas paredes, en aquella terraza desde la que se olía el mar.

Y aunque ahora el bar se llame de otra forma, el dueño sea diferente y ya no seamos nosotros los que bailamos allí los martes y jueves, el Swan siempre será parte de nuestro 2006, aquel año que vivimos juntos y al que nadie podrá jamás cambiarle el nombre.


18 marzo 2009

De tal palo, tal rizo

¿Conocéis a alguien que robe cáctuses? Es decir, que vaya caminando por la calle y cuando ve un jardín público (o privado) bonito, alce la nariz como los pekineses y se ponga a rastrear hasta que encuentre un cáctus. Que mire a todos lados, precavido, para cerciorarse de que no hay moros en la costa.... y zas, pedazo de planta-con-pinchos pal bolsillo.
Y lo mismo en los Cortingleses, que cualquier día le pillan y le llevan al cuartelillo. Imagínense el interrogatorio de rigor:

Poli:
-Oiga usté, don delincuente. Dígame qué hace un señor respetable y jubilado como usted mangando plantas ajenas en los centros comerciales, pordios, que cuestan un euro.

Ladrón:
-Pueeessss... es que un señor mayor como yo necesita hacer su vida más interesante, sabe. Que somos ciudadanos de tercera y sólo podemos divertirnos con el dominó y la petanca, y yo soy un hombre de emociones fuertes...



En fin, otra pregunta así, como si no viniese al caso:
¿Conocéis a algún hombre que cocine estupendamente? Que le guste, que se esmere, que le de igual si tiene que cocinar para dos que para veinte. Que se levante a las diez y se ponga a cocinar, y termine de echarse la siesta por la tarde y vuelva a ponerse a preparar la cena.
Quizá sí. Quizá haya más machos cocinadores en el mundo, (fíjense en Arguiñano o Arzak) pero seguro que ninguno de ellos se sientan después de cocinar a tu lado para ver cómo comes. En serio, da como yuyu, porque además te observa fijamente cual psicópata de filias extrañas mientras tú tratas de concentrarte en las lentejas y no en su sonrisa. Bea, no le mires, no está. Bea, céntrate que te manchas.


Más preguntas...
¿Sabéis lo que es la filatelia? ¿Y la numismática? Je, ahí os he pillao. Pues conozco a un señor que colecciona sellos y monedas varias. Recuerdo cuando le daba por controlar el cambio del pan, para ver si tenía todas las monedas de céntimos que me devolvía la panadera. O cuando se iba con su maletín bajo el brazo a las concentraciones de numismáticos de Barcelona, a cambiar estampitas... digooo... sellos. Para que luego se queje de las quedadas del Irc a las que yo asistía, porque decía que vete a saber lo que me encuentro. Lo suyo era aún más temerario: hombres que pagan miles de euros por un pedazo de papel roto sin que les tiemble la mano.


La última, la última. Si yo os dijese ahora mismo, así sin venir a cuento: caca, culo, pedo, pis. Tetas grandes y pitos caídos. ¿Os hace gracia?
Si la respuesta es sí, os llevaríais bien con un tipo que conozco. Tiene el sentido del humor de un chaval de unos...hmmm... cinco años, y se enorgullece de ello. Le da igual si cuando nos cuenta un chiste de los suyos sólo se acaba riendo él, aunque al final los demás también nos descojonemos por lo absurdo del momento.
Y me parece genial, que conste. Ojalá yo también supiese encontrarle la gracia a las cosas sencillas, como él.




Vale, vale, lo habéis adivinado. El cocinero-ladróndecáctuses-numismático-humorista son la misma persona. Y sí, seguro que alguno de mis lectores, -tan avispados- lo ha acertado también: es mi señor padre.
Mañana es 19 de Marzo (día del señor que pone la semillita en mamá) y como no sé si podré actualizar mi blog, quería dedicarle unas palabrillas simpáticas.
Porque nunca lo hago, coñe. Que vale que en mi época adolescente estuviese en contra del mundo y de mis padres y nadie me comprendiese y tal, pero ya tengo 27 y aunque a veces siga sin entenderme con él sé que siempre lo hizo lo mejor que pudo.

Y porque alguien con ese tipo de actitudes y hobbies no puede ser otra persona que procreador de la pava que escribe este blog. Que ya sabéis lo que dicen: de tal cabellera ondulada, tal hija rizosa.



Yo podría haber sido rubia y tener el pelo lacio, si me paro a pensarlo. Gracias, gracias, gracias, papá.

17 marzo 2009

Escucha, escucha, flor azul...

Ayer fue una tarde de reencuentro con mi pasado literario. Y es que navegando por la red me choqué con la página personal de Alfredo Gomez Cerdá, autor de Pupila de Águila y responsable de mis noches en vela leyendo hasta las tantas el año en que mi madre me regaló dicho libro por mi cumpleaños número 14.

Reconozco que mientras me paseaba por las secciones de su web me invadió una sensación extraña, mezcla de emoción y tristeza. Porque recordando aquellos días en que mi pasión por la lectura me hacía perderme entre puntos y aparte y capítulos por comenzar, y yo vivía cada historia escrita como si fuese la mía propia... me di cuenta de que me hago mayor. No vieja, (aún no) pero cuando leía la inocencia con que los niños le contaban a Alfredo sus ilusiones y miedos en el libro de visitas, recordé que hubo un día en que yo también fui inocente, hace muchos años. Y lo echo de menos.




Ayer también descubrí que la autora de Los Escarabajos Vuelan al Atardecer, mi segundo libro favorito del mundo mundial, murió el año pasado.
María Gripe... gracias. Muchas gracias por regalarnos tu reloj de cuco mágico y tus canciones acerca de flores azules misteriosas... estoy segura de que muchos de mi generación nunca podremos olvidarlas y seguiremos recordando para siempre aquella magnífica partida de ajedrez.






Enlaces:

María Gripe en la wikipedia.
Web personal de Alfredo Gomez Cerdá.

15 marzo 2009

Sabrás que eres un/a blog adict@ cuando...


-Llevas siempre en el bolso una libretita para ir apuntando cualquier idea posteable que se te ocurra, aunque estés en el Carrefour comprando macarrones.

-Llevas en el bolso una cámara de fotos, por si el post que se te acaba de ocurrir debe llevar una buena foto explicativa.

-Tu bandeja de correo no tiene ningún e-mail personal, sino que todos son avisos de nuevos comentarios en tu blog.

-Si entras cada dos minutos a hotmail a ver si alguien te ha escrito, y al ver que no tienes ningún nuevo aviso entras también en en blog, por si acaso los avisos no funionan.

-Ir de blogs se convierte para ti en algo tan apasionante como ir de tiendas, pensando en cómo quedaría ese widget en tu blog o cuánto costará modificar el css para conseguir ésto otro.

-Nunca jamás estás contento con el aspecto de tu blog. Lo cambiarás al menos dos veces al año, por muy bonito y definitivo que sea el último que hagas.

-Obligas a tus conocidos, familiares y compañeros de trabajo (incluído tu jefe) a leer tu blog, recordándoselo cada día.

-Si el número de visitas o comentarios baja un domingo, te obsesionarás pensando que "has perdido tu toque" o que tu blog ya no es interesante, dando igual que sea el primer fin de semana de verano y la gente esté en la playa tomando el sol.

-Controlas en todo momento el número de seguidores de tu blog. Si se pueden contar con los dedos de las manos, te cabreas.

-Sientes envidia de otros blogs de gente que no te cae bien, y aunque no tenga sentido entras a diario en sus espacios para ver si tienen más comentarios que tú.

-Cuando alguien te pregunta por algún episodio de tu vida, tú le escribes en un papelito la dirección de tu blog y el título del post en el que puede leer lo que te pasó.

-Participas cada edición en los premios blogs 20.minutos, aunque sepas a ciencia cierta que no vas a ganar.

-Sueñas con que tu blog se hace famoso, como el de esa chica que se hace vídeos comiendo hamburguesas y recauda millones de visitas. Te planteas seriamente grabarte comiendo nachos con queso, que es más exótico.

-Te conoces todos los consejos de los "expertos bloggeros" para subir el número del contador de visitas y, a pesar de eso, te empeñas en conseguirlo escribiendo posts interesantes según tu criterio.

-Provocas situaciones curiosas o interesantes para luego poder hablar de ellas en tu blog.

-Escribes posts como este.

13 marzo 2009

La colmena.

El chico de azul pedaleaba con fuerza bajando Paseo de Gracia por la acera. Pasaba de ir por el carril-bici, tan estrecho y aburrido. Todos sus compañeros de clase decían que él era el que mejor manejaba la bicicleta, los skates y la tabla de snow, y no podía desaprovechar la menor ocasión de corroborar tales afirmaciones.
Eran las doce del medio día, y la calle se abarrotaba de gente que subía y bajaba con prisas cual hormiguitas atareadas; ésto es como el terrario del instituto, pensó él. Un hombre que llevaba un ramo de rosas gigante se cruzó en su camino, gilipollas, y el ciclista tuvo que hacer un quiebro para no estamparse contra tal atontao. Estaba cabreado y lo único que quería era pedalear con fuerza, perderse entre la gente, marcharse lejos. Qué coño sabrían sus padres. ¿Por qué una psicóloga que no le conocía tenía que decidir su futuro?




Dejó un momento las bolsas en el suelo, (pesaban) mientras esperaba a que el semáforo se pusiese en verde para los peatones. ¿Le gustará el pescado?, pensaba, tratando de recordar la receta de rape de su madre y lamentándose por no haberle prestado más atención cuando todavía vivía con ella.
El semáforo cambió de color, y agarró sus bolsas para cruzar calle Aragón pisando fuerte, contoneando las caderas al ritmo del golpeteo de sus zapatos de tacón. Sonreía, nerviosa, tratando de imaginarse cómo acabaría esa cena con la que tanto había soñado y que por fin iba a hacerse realidad. ¿Qué le gustaría más a él, tanga o cullotte? Quizá disimularía mejor la barriga con el cullotte... ¿Se dejaba el pelo suelto, o se lo recogía? ¿Quedo como una fresca si le pido que se quede a dormir? ¿Y si no le gusto?




Barcelona, por fin. Sentado en un banco decorado con trencadís, frente a él se extendía la avenida más amplia y hermosa que había contemplado en su vida. Acostumbrado a las estrechas calles de su pueblo natal, blanco y rural, aquella enorme calle del Ensanche le parecía extraordinaria, majestuosa.
Estaba contento. Traía consigo una maleta llena de mapas, direcciones, ilusiones y teléfonos de interés, y no podía dejar de pensar que por fin tendría la oportunidad de empezar de cero. Había tardado meses en darse cuenta de que la vida sigue, y que aunque el amor no sea para siempre la vida continúa y no podemos cerrar los ojos ante su belleza.
Se levantó y tiró de su maleta calle arriba, buscando la Gran Vía de las Cortes Catalanas (apartamento soleado e impecable en pleno centro de Barcelona) que era, a la vez, su nueva oportunidad de ser feliz.
Una hermosa mujer de melena pelirroja pasó por su lado cargada con mil bolsas de H&M, Zara y Carrefour, y al observarla más detenidamente y descubrir su sonrisa enigmática y el rubor de sus mejillas pensó, animado, que quizá las grandes ciudades no fuesen tan malas como decía su padre, al fin y al cabo.





Arrugó la frente y rompió a llorar. No seas maricón, Joan, trató de decirse a sí mismo mientras caminaba despacio calle abajo, sin rumbo. Lo había perdido todo, todo. Su trabajo, (maldita crisis) su familia, sus amigos. Había estado tan ocupado buscando clientes y ampliando sus redes sociales que no había sido capaz de cuidar la única red que verdaderamente importa...
Obviamente ya era tarde. Ella no había querido escucharle ni aceptar sus rosas, y se había llevado a los niños a casa de su madre. Seguramente ahora se pondría a buscar un trabajo de mierda donde la explotarían por cuatro duros. O igual conocía a otro, alguien con estabilidad económica y mejor que él en la cama que la haría feliz de verdad. Porque era una mujer guapa, coño.Valía mucho, mucho más que él. No le costaría nada sobrevivir por su cuenta, pero él...
Miraba escaparates sin ver nada, sin ser consciente de lo que le rodeaba. Las lágrimas empañaban su vista y su mente, y por eso no fue capaz de ver al chiquillo en bibicleta que casi se lo lleva por delante en el cruce de Paseo de Gracia con Gran Vía. Abrió los ojos como platos, dio un brinco haciendo aspavientos con las rosas (que salieron despedidas por los aires) y finalmente pudo salir airoso con el corazón desbocado y el suelo gris repleto de pétalos multicolores.
Al menos me queda una... pensó él, irónico.





Qué asco de suelo, yo no sé qué educación enseñan a la gente. Barría el pedazo de acera que pertenecía a su bar cada mañana, y siempre terminaba enfadado. Mira que ya había prometido mil veces no ponerse nervioso, tomarse las cosas con más calma... Pero es que anoche antes de cerrar lo dejó todo niquelao, las mesas brillantes y el suelo como una patena, y hoy al llegar se había quedado boquiabierto con los restos de bocadillo, botellas de cerveza rotas y cacas de perro de la acera. A ver dónde cojones pongo yo las mesas hoy si no limpio ésto antes de la una, joder. Y encima tengo a Neus enferma, con lo rápida que es ella organizando.
Meneaba la escoba como un poseso de ceño fruncido y mirada encendida, cuando alguien dejó caer sin querer una bolsa frente a su escoba. Dos botes de nata montada y un pintalabios rojo empezaron a rodar hasta él que, curioso, alzó la vista para descubrir a una tiabuena tremenda que se acercaba, azorada, a recoger sus cosas.
-Uys, perdone, estoy tonta hoy...

Joder, qué escote.
-No te preocupes, guapa, que yo a ti te ayudo todo lo que quieras...





Le escuché soltarle una sarta de piropos tremenda, mientras ella se alejaba calle abajo todavía colorada y tropezando sin querer presa de los nervios.
Sonreí, divertida, mirando la cara del camarero que se frotaba las manos contra el delantal mugriento y pasaba de seguir limpiando en una mañana tan primaveral (y con tantas mujeres con poca ropa a su alrededor), y torcí por Gran Vía camino del trabajo.

-Perdone, señorita, ¿es ésta la Gran Vía de las Cortes esas?
Miré al hombre que me hablaba, sosteniendo un enorme mapa pintarrajeado frente a mis ojos, y asentí haciendo gala de mi experiencia como guía para decirle, señalando en el mapa:
-Sí. Mire, está usted aquí, y si quiere ir a donde tiene puesta la cruz tiene que seguir hacia delante.
Me dio las gracias antes de volver a agarrar su maleta y seguir su camino, y recé en silencio porque pasase desapercibido en esta ciudad donde el guiri es como un conejillo herido entre una bandada de cuervos.

Continué caminando y justo cuando pasaba frente al bar de los pitos, un hombre se paró frente a mí impidiéndome el paso, me dio los buenos días con voz temblorosa y lágrimas en los ojos y me regaló una rosa.

¿San Jordi no era en abril? Me pregunté yo dándole las gracias, extrañada, y continuando mi camino sin volverme para ver cómo seguía llorando sentado en un banco de Rambla Cataluña.

10 marzo 2009

Charlie y la academia de idiomas II

Hacía ya meses que no os hablaba de él, pero eso no significa que se haya ido al paraíso de los fantasmas o que haya conocido a la de la serie de Cuattro los domingos noche y haya cambiado de vivienda...
Charlie sigue aquí, entre nosotros. Cuidando de la academia de idiomas y saludándonos de vez en cuando con su sentido del humor habitual.

Hoy he llegado al curro canturreando algo alegre, como siempre, y nada más abrir la puerta me grita mi compi: "¡¡Beaaaaaaaa, tengo miedoooooo!!" Joder, del susto que me ha dado casi me quedo clavada en la entrada...
Pues bien. Resulta que estaba ella sola en recepción esta mañana, sobre las ocho y media, cuando la impresora empezó a funcionar. Mi compañera se levantó entonces a ver si había alguien en la sala de ordenadores y no se había dado cuenta, pero no: nadie.
La impresora seguía ocupada mientras ella empezaba a buscarle explicaciones racionales: le habré dado sin querer, así que ahora se imprimirá el recibo de la alumna que estaba mirando antes...

Pero no. Lo que se había imprimido solo era un billete de avión de una tal Fabianne, inglesa y azafata de British Airways. Para más inri, el billete era para el día 13, viernes.
Imaginaos la cara de mi compañera.... un poema, vamos.

Por eso y desde Una de Rizos hago un llamamiento para los familiares o amigos de la tal Fabianne. Si alguien la conoce y puede darnos una explicación (aunque sea de tipo expediente-x) ruego se pongan en contacto con nosotros, porque este nuevo juego de Charlie es bastante peculiar e inquietante... ¿será Fabianne una amiga suya, también fantasma? ¿Será el espíritu de una antigua alumna de la academia fallecida en extrañas circunstancias, que volverá el día 13 para matricularse en inglés desde el más allá?

No lo sabemos, y hasta que Charlie nos conteste o alguien pueda hablarnos de Fabianne, yo no me quedo aquí sola ni jartavino.

08 marzo 2009

8 de Marzo

Se despertó a las siete menos cuarto, como siempre. No necesitaba despertadores: el sonido del deber era más potente que cualquier otro timbre que pudiese importunarle.

Se arrastró entonces con cuidado desde la cama hasta el baño, no fuese a despertar a su marido, y cerró suavemente la puerta tras ella a modo de búnker: zona segura. Observó durante unos minutos su rostro cansado en el espejo, y pensó que quizá debería empezar a ahorrar para comprar un colchón nuevo que soportase el peso de dos personas sin hundirse hacia un lado, como los de la teletienda. Quizá si cambiaba de marca de cereales y dejaba de comprar tanta carne, a finales de 
año tendrían suficiente para un par de muebles del Ikea. O aunque fuese sólo el colchón...

Miró el reloj: las siete. Se duchó rápidamente con agua templada, (como su estado de ánimo en los días impares) se puso el chandal y se recogió el pelo con cuidado: el flequillo se le seguía resistiendo; quizá también fuese cosa de la edad.

Mientras salía del baño y caminaba por el pasillo camino de la cocina, hizo parada en boxes en cada dormitorio: primero las gemelas, en el de la derecha, y luego en el de Daniel, justo frente a la cocina. Era un poco como Atila: a su paso nadie podía seguir durmiendo, aunque ella utilizaba tácticas mucho más cariñosas y cuidadas.

La cocina se llenó entonces de vocecillas adormiladas, algo gamberras, que hablaban de deberes de ciencias y sandwiches de nocilla. Ella iba de acá para allá atendiendo, sirviendo, besando, ayudando. El olor a café recién hecho inundaba entonces la casa, y cuando su reloj de pulsera marcaba las siete y media y los niños hacían cola en el baño para lavarse los dientes, ella volvía a su dormitorio para elegir un traje de chaqueta y una corbata del armario y se sentarse en la cama junto a un Roberto que, ajeno a la inclinación del viejo colchón, todavía dormía a pierna suelta.
Le despertaba con mucha delicadeza, sabia, y le decía que ya tenía el desayuno preparado y el maletín  junto a la puerta. Él le daba un beso de buenos días, (cariño, eres la mejor) reptaba hasta la cocina y la dejaba sola frente a una cama por hacer.

A las ocho en punto, Roberto salía de casa perfectamente afeitado y dejando una estela de after- shave a su paso. Los niños estaban ya en la puerta preparados para ir a la guerra diaria: chaquetones, mochilas, caras de desgana y bocadillos, y ella se intentaba dar prisa en comer algo rápido antes de tener que marcharse. A veces no le daba tiempo, pero esa mañana pudo comerse el resto de sandwich de su hijo y un vaso de zumo antes de ponerse el abrigo y salir camino del colegio: sin duda era su día de suerte.

La carretera estaba atestada de madres histéricas al volante y autobuses hipertensos, y sus hijos parecían haberse despertado de golpe justo a tiempo para ponerla nerviosa chillándose entre ellos y peleándose por la libreta azul de los dibujos. Ella, inspirando hondo y haciendo acopio de paciencia, conducía abriéndose paso lentamente entre los coches como si nadie estuviese gritando en su oído y lo único que sonase en la radio del coche fuese el brindis de la Traviata.

Llegó justo a tiempo, cuando el reloj de la fachada del cole marcaba las nueve en punto. Besó a cada uno de sus hijos, recordándoles que a las dos les esperaría en ese mismo lugar, y volvió a colarse en una autopista inundada de estrés cerrando del todo las ventanillas del coche y lamentándose por no tener visión selectiva para poder conducir sin tener que ver ni ser consciente de los atascos.

A las nueve y media, justo cuando se abrían las puertas del Mercadona, ella entraba con el carrito y una lista de la compra interminable, como la Historia. En cierto modo se sintió estúpida cuando se sorprendió a sí misma pensando que ese era su momento favorito del día, porque podía permitirse olvidarse del reloj y pasearse durante horas entre tomates y refrescos, alegando después que había mucha cola y que tardó siglos en pagar. Incluso podía pararse a charlar con su vecina cada vez que se la encontraba en la charcutería, luciendo las mismas ojeras que ella.

Esa mañana había cola de verdad para pagar, por lo que llegó a casa a las doce menos cuarto. Tan sólo le quedaba una hora y media para preparar la comida, barrer, fregar y limpiar la casa (incluídas las dos leoneras de sus cachorros), por lo que volvió a agobiarse mientras el reloj de pared de la cocina se reía de ella y hacía que se quemase con el mango de la sartén.


A las dos en punto recogía a sus hijos, llegaban a casa justo antes que su marido y se las apañaba para servirles la sopa caliente y la carne a medida: a Roberto poco hecha, a Laura chamuscada, a Elena en su punto y a Daniel mugiente.
Ella se sentó la última y, resignada, se tomó un plato de sopa fría que al menos consiguió eliminar el temblor de sus rodillas cansadas por unas horas.

Mientras cortaba y pelaba los trozos de manzana del postre y los repartía en cuatro cantidades idénticas, dejando para ella el corazón de la fruta, (más duro y con pepitas) Roberto le dio un sorbo a su cerveza y dijo, suspirando:

-Ufff...qué pocas ganas de volver a la oficina ahora. Ojalá pudiese quedarme en casa contigo, Ana. ¿Sabes que hoy es el día de la mujer trabajadora? Bah, supongo que a ti eso te da igual, como no trabajas...

Ella alzó una ceja, burlona, y ayudando a la pequeña Elena a tomarse la fruta murmuró:

-Pues no, no tenía ni idea... 





El reloj de pared marcaba las tres menos diez, así que ella se levantó, se quitó el delantal y cogió el estropajo para seguir con su trabajo.
 







 
 

Estación nueva, blog nuevo

Bueeeeeeno, pues aquí estoy de nuevo con el diseño definitivo (hasta Junio, wahaha) de Una de Rizos...

Espero que os guste; a mí me encanta porque es sencillo y funcional, y además porque es tan ovejoso que no puedo contener la sonrisa cada vez que lo miro xD

Como veréis, he perdido mi lista de links. Mañana mismo me pongo a ello, pero si véis que he perdido el vuestro...¡avisad! :P

Ale, me voy a dormir que es tarde y mañana madrugo para patinar...jijij
¡Un besote!

02 marzo 2009

Cosas que me alegran el día (o la noche)

Que alguien me pregunte, con las cejas alzadas:

-Ah, pero... ¿esos rizos son naturales?


Je. Ésto por lo del abrigo.