31 diciembre 2016

2017: El año del también

Propósitos de año nuevo rizosos:

-Comer más jamón del bueno y engordar con estilo.
-Viajar a algún sitio, y salir de la provincia ya cuenta.
-Encontrar una tienda de sujetadores de tallas especiales por menos de 40€.
-Dejar de teñirme el pelo de colorines.
-Aprender muchas cosas sobre la vida, el mundo, la gente que me rodea y sobre mí misma.
-Beber más vino y menos copazos.
-Dejar de buscar el amor en Tinder y derivados.
-Ir más al cine sola.
-Comprarme un vestidazo.
-Aprender a hacerme el eyeliner igual en los dos ojos.
-Superar algunos prejuicios.
-Escuchar más música de todo tipo.
-Dejar de cotillear los perfiles de gente que me hace daño en las redes sociales.
-Ganar algún premio.
-Continuar con mi propósito de 2016 ( el año del ok a todo) y convertir al 2017 en EL AÑO DEL TAMBIÉN.

Qué pasará, qué misterios habrá. In omnia paratus.

23 diciembre 2016

2016 Mashup

Un Enero extraño, tímido y asustado. Requisitos para ser una persona normal que no cumplo. Familia y amigos que me arropan. Me propongo el año del sí.
Febrero de nuevos amigos. De carreras con tutú. De San Valentín de cine en soledad y palomitas con el moquillo colgando. De revelaciones.
Marzo que empieza a clarear entre las nubes. Rencores reminiscentes cada día más débiles. Vuelta al trabajo duro, más acción y menos pensamiento. Clases particulares.
Abril imponente. Cumpleaños que hace olvidar todos los cumpleaños anteriores. Amigos, amigos, amigos. Amor diferente. Risas. Ibuprofeno. Otra vez señales con flores.
Mayo que trae el calor de nuevo. Paz. La promesa de la #operaciónNY2018. Say yay ay ay!.
Junio y la feria de la tapa. Gogós de playa y salmorejo. Bikini y mis lorzas al sol. Huelo a cambio. California dreamin. San Juan.
Julio y trabajo. Trabajo. Trabajo. Risas. Go, go, go. Sigue nadando.
Agosto y alguna desilusión, pero pequeña. Piel curtida contra gente helada. Kintsugi. El blog cumple diez años y estoy tan ocupada que ni lo celebro, pero está bien. Reuniones maravillosas en Granada. Feria.
Septiembre y el apogeo de Tinder. Adverbios. Cosas que quiero y que no quiero. Be myself again.
Octubre y gente que se va y que deja un vacío. Gente que llega. Vértigo repentino. Recuerdos que ya duelen poco. Nuevas friendzones que provocan risas miserables. Qué más da.
Noviembre y vuelta a la paz laboral. Comprender, de golpe, que todo puede pasar. Este año y los que están por llegar. La chica con todos los dones y Platania Conection.
Diciembre y corroborar que era cierto: in omnia paratus. Médicos. Hospitales. Preocupaciones. Unicornios que llegan y se van. Guasaps que salvan tardes y semanas y meses enteros. Amigos que vuelven a casa por Navidad. Reuniones bonitas. Cambios de look por fuera y por dentro. Miedos que se desvanecen y gafas nuevas. Años locos que terminan pero que no acaban para mí.

Gracias por todo, 2016. Por lo bueno, por lo menos bueno y por lo peor. Gracias por darme la oportunidad de vivir un año más, por las nuevas canas de mi flequillo y por haber podido aprender todo lo que he aprendido.

Y  a vosotros, amigos, os deseo unas felices fiestas y un 2017 cargado de cosas buenas. No sé qué nos depara el futuro... pero ya está aquí y, como bien dice Odin Duperyon,  más nos vale estar preparados :)




19 diciembre 2016

Bring him home.


Te vas a poner bien. Más que nada porque ya te he encendido la Vela de la Victoria, y ya tenemos el 80% hecho.

Pero tienes que poner un poquito de tu parte, ser valiente y luchar con ganas. Sólo un poquito más, va. Que todavía tienes muchos platos de los montes que comer. Y encima no me has visto de pelirroja aún. Y además ya le he hecho voodoo a ese enano cabrón y la próxima vez será la tuya.



A ver si con un milagro de Navidad conseguimos que dejes de ser un Grinch. 

08 diciembre 2016

Un año de match

Me lo tomé como un estudio sociológico a lo Samanta Villar: 365 días en Tinder. A finales del año pasado decidí, alentada por una amiga, crearme una cuenta en las tres webs de ligoteo gratuitas más famosas que yo conocía: Tinder, Badoo y Adopta un Tío. ¿El motivo? Quería curiosear. Nunca me había metido en estos pozos del vicio y tenía la cabeza llena de prejuicios que ya era hora de contrastar. Además estaba de vuelta en el mercado de la carne y, según me insistía mi amiga, no me vendría mal conocer gente nueva y que me diera el aire. Ejem.
Yo no sé si vosotros tendréis perfil en Tinder o si, como yo hacía antes, pasáis de esos sitios porque ahí solo hay gente "que entra para follar, echar un polvo y ya". Esa era la idea que entre unos y otros me habían asentado en la cabeza, y aunque así de primeras me pareciese perfecto (allá cada cual con sus cosas, mientras no se engañe a nadie) a mí la idea de quedar con un señor desconocido para que me atusara las lanas no me atraía nada. Encima tenemos que añadir el hecho de que cuando comenzó el año yo estaba hecha un gurruñito pocho: me dolía el corazón, me dolía el alma, me dolía la barriga de tanto comer burger king y beber para olvidar. Así que como vosotros comprenderéis, no estaba yo como para darme una alegría con gente extraña... pero aún así, como decía, tenía curiosidad y me metí en Tinder.

Lo primero que me llamó la atención es que la gente pasaba del chat. Yo, que soy de la generación del Irc, cuando conseguía un match con algún muchacho apañao me ponía a chatear y a contarle mis cosas, a decir payasadas y demás, pero casi siempre me cortaban el rollo  a los cinco minutos soltándome eso de -bueno, ¿vamos a quedar para un café o qué, Beatriz?. Y yo es que con esas presiones no funciono, eh. A ver, que yo necesito saber un poquitín más sobre ti para quedar. Que no es que crea que te voy a conocer por el chat, pero no sé... seré una antigua, pero yo quedando así tan de golpe me siento muy incómoda. ¿De qué hablas con alguien del que sólo sabes que  es "amigo de sus amigos"? Es más, ¿y si te das cuenta de que has quedado con un gilipollas? Porque si eso te puede pasar después de chatear tres meses, imaginad a los 5 minutos del match. 
Efectivamente mis elucubraciones eran certeras: en 365 días he quedado con 9 chicos a los que "conocí" en esas webs, - la verdad es que tampoco es tanto, visto con perspectiva- y tan sólo he conectado un poco más con aquellos con los que chateé un mínimo antes de vernos cara a cara.  Comunicación, señores. No se trata de pasarte seis meses hablando e idealizando a la persona, pero si antes de quedar para un café al menos dejáis claro quiénes sois, qué buscáis y qué cosas os molan, os ahorraréis perder el tiempo y muchos disgustos.

Más cosas que me llamaron la atención de Tinder: lo de que la gente entra para follar es MENTIRA, y me da igual lo que digáis. El 90% de los hombres que están en Tinder son personas que están cansadas de sexo esporádico, de citas superficiales y de estar solos. Gente que busca una relación, un poco de cariño, un mimo, un algo amoroso. Gente que viene rota de otras relaciones. Recién divorciados que sienten que su mundo se desploma sin una mujer. Incluso los que en su perfil te plantan un "no quiero compromisos, quiero vivir la vida" también buscan pareja en lo más profundo de su corasóns, así que de primeras te echarán un polvo y justo después ya se pondrán a planear vuestro futuro juntos. 
Me ha sorprendido mucho lo sola que está la gente, la verdad. Lo mal que llevamos esa soledad. Ese sentimiento de yo es que quiero ser feliz y sólo seré feliz cuando encuentre a la persona. El problema es que estás buscando amor en un lugar donde quedas a los 5 minutos de encontrar a alguien. Donde decides si hay química o no con la otra persona en una cita de media hora. Donde probablemente tengas sexo con esa persona antes de saber cuál es su película favorita o cuál es su apellido materno.
Tinder es pura contracción, es un oxímoron en sí mismo: queremos amor inmediato con un desconocido. Que salten chispas con el primer café. Te ríes tres veces con alguien y ya crees haber encontrado tu media naranja. Y por el contrario, si esa persona no te remueve por dentro desde el minuto uno, no es la persona y la bloqueamos ipso facto porque no queremos perder el tiempo en nuestra búsqueda del santo grial sentimental. Vamos, vamos, a por más matches.

Es un arma de doble filo, porque esta facilidad que tenemos ahora para conocer gente gracias a las redes sociales de ligar es, en realidad, una mentira: creemos que encontrar esa conexión real con la otra persona es igual de fácil y rápido que conseguir un match, y no. Tinder en realidad es el equivalente a una señora sentada en el súper que, cuando llegas con tu carrito buscando tomates y lechugas, te dice que te sientes con ella en una mesa un momento y te planta delante a un maromo que también ha venido a comprar, a ver si conectáis. Pero ya está, no crea la magia ni te provee de lo que realmente necesitas; eso tienes que tenerlo bien clarito tú antes de crearte un perfil, porque de lo contrario estarás mareando a otras personas y vagando sin rumbo en un mar de fotos de abdominales y casados adúlteros. 

Y yo ya. Un año de match  ha sido suficiente para mí. Un año en el que  mi estado de ánimo ha pasado por todas las fases posibles del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Un año en el que empecé con ansia de cariño, con una necesidad irracional de que me abrazaran y no sentirme tan vacía por dentro... que ha terminado con un ansia de paz que me lleva a disfrutar de mi soledad y a sentirme bien conmigo misma. Me he liberado de prejuicios, he mejorado mi autoestima, he conocido a gente maravillosa, gente menos maravillosa y gente imbécil.  Se alinearon los planetas y he hecho dos amigos nuevos en un lugar hostil y muy poco dado a crear vínculos de amistad real y sin dobleces.

Un año en el que he aprendido la lección: no voy a encontrar el amor en Tinder, pero no porque esté lleno de gente que no merezca la pena, sino porque nadie encuentra el amor mientras lo busca. 

Y yo dejo de buscarlo oficialmente; que llegue cuando tenga que llegar. El 31 de diciembre daré de baja todos mis perfiles en las redes de ligar, sin pena ni arrepentimiento. No sé si 2017 será el año de mi soledad, de mi clausura casta haciendo rosquillas con las carmelitas, pero ya no siento la necesidad de conocer a nadie que me sacuda por dentro porque por fin vuelvo  a ser consciente de que ese alguien soy yo.




Recordarás, nuestros días felices. 
Recordarás, el sabor de mis besos. 
Y entenderás, en un solo momento 
qué significa 
un año de maaaaatch.




05 diciembre 2016

Baby Blue.

Acabo de volver del cine. He visto una de esas películas que de primeras parecen simples, pero que te calan sin darte cuenta. Y lo sé porque, conduciendo de camino a casa entre árboles de navidad prematuros y luces de colores, algo del argumento de la película me ha recordado a ti.

Hacía años que no me acordaba de ti y ya ves, aquí estoy, sonriendo como una tonta porque todavía recuerdo bien cómo sonaba tu risa y cómo levantabas la ceja cuando yo hacía algo que te descolocaba. No guardo ningún rastro de amargura ni rencor -es lo bueno de tener memoria selectiva- pero a veces me pregunto si tú piensas en mí alguna vez. Probablemente si lo hicieras no sería con el mismo cariño, claro.
Es más. Probablemente tampoco me reconocerías si me volvieras a ver ahora. Me entristece un poco porque cuando me miro al espejo me agrada ver en lo que me he convertido, pero no queda ni rastro de aquello que tanto te gustaba de mí. Creo que contigo yo siempre fui  mejor persona. 

No tengo ni idea de dónde estarás ahora, pero espero que te vaya bien. Yo esta noche voy a tomarme una copa de eso que bebías siempre, a tu salud. Como la protagonista de la película. Como si tú tampoco hubieras existido nunca.