30 septiembre 2013

Cuestión de química.

Spoiler Alert: post hablando de Breaking Bad de principio a fin. 


Todos somos química. 
Según la wikipedia, se denomina química (del árabe kēme -kem, كيمياء-, que significa 'tierra') a la ciencia que estudia tanto la composición, estructura y propiedades de la materia como los cambios que ésta experimenta durante las reacciones  y su relación con la  energía.
Y hemos cambiado un montón en 5 años.

Hemos viajado mucho metiéndonos en los zapatos de Walter White. Le hemos visto sufrir, equivocarse, luchar por lo que creía correcto, enfurecerse, evolucionar. Vivir, morir, volver a la vida para morir de nuevo. A lo largo de estos 5 años Walter cambió y "resucitó" al igual que nosotros mismos evolucionamos hacia lo que somos ahora fruto de nuestras victorias, de nuestros fracasos y de todas nuestras decisiones, correctas o no. 
Le vimos dejar de ser una víctima y pasar a ser Heisenberg... o quizá siempre lo fuera. Y este nuevo Heisemberg nos sorprendía, nos hacía reír, nos cabreaba, nos llevaba a odiarle y amarle a la vez. Nos obligaba a sufrir por culpa de sus meteduras de pata y a levantar una ceja cuando las cosas le salían bien, aunque a su manera. 
Le vimos perderlo todo y sentirse un ganador. Gritamos con él, creímos morir bajo el terrible sol en el desierto de Albuquerque, se nos antojó pollo frito y tecleamos Pollos Hermanos en google por si ese restaurante existiese en realidad en algún sitio. Conocimos a Gus (mi personaje favorito de toda la serie)  y le llegamos a respetar a base de temerle profundamente.  Quisimos llamar a Saul. Nos desesperamos.  Nos encariñamos con Jesse y suspirábamos por su maldita mala suerte perenne, nos enternecíamos con  la inocencia de Walter Jr, despreciamos a Skyler por lo que pudo ser y no fue. Apostábamos a nuestro caballo ganador y cruzábamos los dedos porque todo le saliese bien. Nos hacíamos cómplices de Hank y rezábamos (en secreto) para que pillase  por fin a su cuñado  con las manos en la masa en medio de una montaña de cristal azul. En nuestra mente imaginábamos mil finales felices para todos los personajes en una historia que, en realidad, sólo tenía un final.

En 5 años todos hemos perdido a seres queridos, y hemos visto cómo la vida hace desaparecer (física o figuradamente) a personas que antaño lo fueron todo. Los amigos dejaron de serlo llegado el momento de la verdad, y al final aprendimos a depositar nuestra confianza en nuestros peores enemigos: nosotros mismos. 

Lo queramos o no, ya nada será igual. Asimilamos que no somos tan buenas personas como creíamos, sorprendiéndonos con reacciones irracionales y egoístas.  Quisimos creer que no hay buenos ni malos, sino puntos de vista. Que toda acción tiene sus consecuencias y que a veces el mal es demasiado atractivo para resistirse. Que se puede amar con todo el alma, pero nunca dejamos de hacer daño a los que más no quieren. Pretendimos justificarnos y no fuimos capaces.
Aprendimos a mentir a los demás con tanta eficacia que ni siquiera nosotros podemos ya reconocer nuestra propio engaño. Conseguimos sobornar a nuestras conciencias y vivir en armonía para con ellas, sobreviviendo día tras otro. Hallamos la felicidad de despertarnos cada mañana y seguir aquí.


Quizá hayan quedado algunos cabos sueltos en la historia de Walter. Puede que el último capítulo no haya sido perfecto, redondo o mágico, pero sí que fue magistral. Creo que la épica muerte del protagonista liándola parda hasta el fin ha cerrado con broche de oro una de las mejores series de la historia, gran descubrimiento por mi parte y, sobre todo, mi mayor sorpresa televisiva desde LOST.  El ritmo trepidante de su argumento y guión me ha mantenido completamente enganchada desde hace 5 años hasta ayer, y me ha aportado infinidad de risas, de nervios y de uñas rotas en tardes de lluvia, sofá y manta con mi ovejo. De conversaciones con mi amigo Jesús, descojonándome al ver su disfraz  amarillo pollo de Halloween y escuchando sus anécdotas con la meta azul. De tweets cada lunes comentando el último capítulo con los demás fans de la serie.

Lo más curioso de todo, lo que verdaderamente y en mi opinión convierte  Breaking Bad en una obra maestra, es la inmensa ironía que encierra su argumento y que nos recuerda el cómico sentido de nuestra existencia: tan sólo lo que nos echa a perder, dejar de ser nosotros mismos y mandarlo todo al carajo es lo que, en definitiva y al final de nuestros días, nos hace sentirnos vivos. 


Todos estamos muertos, no más nadie nos ha avisado.
Descanse en paz, Heisenberg. Y gracias por el show, aunque me hayas convertido en una pseudocriminal que ansíe el asesinato lento y doloroso de Skyler.



27 septiembre 2013

Esa clase de personas.

Hay una clase de personas que caminan por el mundo sin fijarse en lo que las rodea. Que son incapaces de pararse a contemplar un árbol, un atardecer, que no sienten la brisa. Que jamás detienen sus pasos por la calle ni desvían su mirada del frente. Que no saben leer las fotos ni oler la tarde.

Hay personas que presumen de profundidad de pensamiento y se pierden en la Historia y la Filosofía, en la Teoría de Cuerdas y en las cajas de Schrödinger, pero que no reconocen la belleza de las pequeñas cosas ni siquiera cuando la tienen delante de la nariz.


Y bueno, supongo que hay muchos tipos de personas, que cada cual tiene derecho a ser y pensar como quiera y que ellos pueden opinar que soy una mujer de mente ligera que se distrae con banalidades, pero me parece bien. 
Así, cuando me siento en el acantilado sobre el mar para relajarme escuchando cómo las olas arrastran guijarros por la orilla, tengo la impresión de que ese atardecer- ese instante- es sólo para mí.

13 septiembre 2013

Lecturas verano 2013

¡Hola, hermosos!
No sé si a vosotros os gusta leer, pero a mí me encanta... aunque mis fiebres lectoras van y vienen, por rachas. A veces me paso meses sin coger un libro, y luego un día me da un siroco y acampo con la Kindle y me olvido hasta de comer.

Y eso es lo que me ha pasado este último mes, que me ha dado la fiebre lectora y me he zampado 4 libricos, muy diferentes entre sí. Algunos más densos y otros más ligeros... 

Os hago mis reseñas, por si os interesa pillaros alguno :)


-Tierra Sagrada, de Bárbara Wood. 
Con esta escritora me sucede algo curioso: cada vez que empiezo uno de sus libros pienso "ains, qué cursi escribe esta mujer", pero luego no puedo dejar de leer y siempre acabo sus historias con una sonrisa enorme y el moquillo colgando de la emoción. Porque además ya desde el principio sabes que el libro tendrá un final feliz, porque si no tiene final feliz no es de Barbra. Pero enganchan, enganchan mucho, y te dejan un regustillo dulce en los labios. Son ideales para cuando andas regulero de ánimos, quieres leer algo sencillo con el piloto automático puesto y, además de aprender cosas acerca de culturas ancestrales y aborígenes, necesitas flores y pajaritos y amor.

Tierra Sagrada nos habla de la religión, del papel que esta ha tenido en la evolución de la sociedad. De aquellos primeros pobladores de EEUU antes de que los colonizadores los convirtieran al cristianismo (a los que llamamos "indios"), de cómo consiguieron mantener vivas sus creencias hasta hoy.

¿Recomendado? Sí. 
¿A quién? Como dije antes, a los que busquen una lectura ligera y agradable con la que aprender cosas sin entrar en profundidades ni tochos densos.


-El Juego de Ender, de Orson Scott Card.
Cambio de registro total: nos vamos de un salto al frikismo y nos sumergimos en una novela de ciencia ficción donde en un futuro no demasiado lejano la raza humana se ve amenazada por los Insectores, alienses malvados que pretenden destruirnos en una guerra intergaláctica. Entonces los altos mandos militares se disponen a reclutar un ejército de niños superdotados y especialicos para combatirlos como última esperanza, dentro del cual se encuentra nuestro protagonista, Ender, que sin quererlo se ve arrastrado sin remedio al juego de la guerra.
Es una lectura interesante que engancha desde el principio hasta el final. Tan sólo es el primer ejemplar de varias sagas posteriores, así que si te quedas con ganas de más tendrás más material para continuar con el mundo de Ender y Peter, su hermano.
A mí me gustó mucho. Y no me suele gustar la ciencia ficción, creo que es el género literario con el que soy más exigente. Lo único que puedo reprocharle a este libro es la actitud del protagonista, que no me cae bien. Me recuerda a Kovthe, de El Nombre del Viento: niño prodigio, súper inteligente, valiente, decidido, sabio, bondadoso, un héroe del que depende el curso de la historia. Alguien que nunca se equivoca. Repipi. Insoportable, vaya. Pero bueno, es sólo mi opinión :P
Del autor mejor no digo nada, que luego me vienen los fanboys y me marean, como me pasó en twitter el otro día. Tenéis info suficiente por internet xDDD

¿Recomendado? Sí. 
¿A quién? A todos. A no ser que no aguantes la ciencia ficción, claro.


-Me llamo Lucas y no soy perro, de Fernando Delgado.
Toma cambio de frasco, Carrasco. De la sci-fi nos pasamos a la "comedia". Y lo pongo entre comillas porque este librito de autor desconocido para mí engaña, y mucho.
Nos lo presentan como una historia deliciosa, fresca y entretenida en la que Lucas, un precioso labrador de color vainilla, cree ser un niño. El libro está escrito en primera persona y desde el punto de vista del can, y eso creo que es el punto fuerte de la historia. Porque lo que un perro ve y comprende es muy distinto a lo que vemos y entendemos nosotros. Las explicaciones que Lucas le da al devenir de los acontecimientos es bastante peculiar y dista mucho de lo que leemos nosotros entre líneas, y así llegamos al punto clave de la novela: aunque se nos presente como una historia divertida narrada por un simpático animal, no lo es. Es TREMENDAMENTE TRISTE. Sobre todo si tienes perro, si lo has tenido o si amas a los animales en general.

¿Recomendado? Psé. 
¿A quién? A quien se aburra y no tenga nada más para leer. No hagáis caso de lo que dicen por ahí -"es un libro perfecto para amantes de los perros" -"una delicia". No está mal y tiene algunos pasajes simpáticos, pero cuando acabas de leerlo te quedas poniendo morros y cagándote en todo. 


-Apocalipsis Z, de Manel Loureiro.
 Y volvemos a la ciencia ficción para hablar de un libro de zombises. La diferencia está en que esta vez se trata de una historia de zombises EN GALICIA.
El argumento nos presenta a un joven abogado gallego cuyo mundo cotidiano se derrumba por culpa de un virus extraño y desconocido desatado en Rusia  que empieza a transformar a la humanidad en no-muertos sedientos de sangre y se va extendiendo por todo el planeta a una velocidad pasmosa. De esta forma el virus consigue llegar en España en pocas semanas, dejando a nuestro protagonista solo y aislado, perdido y desorientado, y le obliga a agudizar el ingenio para sobrevivir y a escribir un diario contando sus batallitas, que será lo que leeremos nosotros. 
Me ha gustado bastante, sin duda. Es entretenido, engancha, le da otro punto de vista más cercano al rollo zombi por eso de situarse en España, pero tengo que quejarme de algo: el autor ha creado un protagonista demasiado perfecto. Esto es: joven, en forma, deportista, submarinista y poseedor de un arpón que (qué curioso) no hace ruido al dispararse pero es mortífero, con un traje de neopreno bastante gordo que (qué curioso) soportaría cualquier tipo de mordisco sin rasgarse, con un chalet en plena campiña gallega que (qué curioso) está rodeado de unos gruesos muros de piedra de tres metros de altura... En fin, podría seguir pero no quiero spoilear más. La cuestión es que son demasiadas casualidades y queda todo poco realista, pero en fin, son fallos menores. 

Otra cosa que me ha llamado bastante la atención llegó cuando seguí a Manel Loureiro en twitter. Resulta que en Apocalipsis Z el protagonista tiene un gato al que adora y protege, Lúculo, que en mi opinión es el verdadero protagonista de la novela. Pues bien... Manel ha subido muchas fotos de un gato (qué curioso) a twitter. Y  (qué curioso) es un hombre joven y deportista. Y (qué curioso) gallego. Luego dicen que hay que separar la obra del autor, pero en este caso me resulta muy sencillo mirar las fotos de Manel e imaginármelo matando zombises con un arpón para calamares en una mano y la cesta del gato en la otra.

¿Recomendado? Sí.
¿A quién? A todos los españoles y amantes de las historias de zombises. Porque ver cómo se nos cargan España a base de bocaos nos toca la patata y ya sólo por eso nos engancha. 
Además es un punto de vista interesante de la pandemia, de cómo se va extendiendo, de cómo lo viven las personas de a pie. Manel Loureiro escribió esta historia en forma de post de un blog, por fascículos. Al ver que tuvieron tanto éxito y que engancharon a tanta gente, finalmente los publicó en una novela.

Algo similar le sucedió después a Carlos Sisi con su Los Caminantes. Mismo argumento, (muy parecido, aunque escrito con estilos diferentes) distinto emplazamiento. Si eres malagueño y la obra de Loureiro te moló, corre a buscar la saga de Los Caminantes y fliparás.




Y nada más por ahora. En breves voy a comenzar Caballo de Troya, de JJ Benítez. Ya os contaré.



05 septiembre 2013

HABEMUS PREMIO

 Hace unos días os pedía ayuda para ganar un concurso en el que sorteaban un pase anual al Bioparc de Fuengirola y, ovejosos, me llena de orgullo y satisfacción venir a comunicaros que... 
¡hemos ganado! 

Estoy que no me lo creo todavía: he ganado un concurso, por fin. Había que conseguir "me gusta" en facebook, y gracias a vuestra ayuda (y a pesar de lo pesadita que me he puesto estos días en las redes sociales con el tema, lo sé) mi foto fue la que más votos obtuvo y se ha llevado el premio.


Ahora ya sólo falta cumplir con mi parte del trato y meterme en el Bioparc a hacer fotos frikis a los animalicos :D



En fin, lo dicho, que muchas gracias a todos. Ya puedo morir tranquila... y entre monos, además.



El gorila Manuel os da las gracias también y ya está deseando ver ovejas por el zoo.


03 septiembre 2013

Pon una oveja en el zoo

¡Buenos días, ovejosos!
Los que me leéis desde hace algún tiempo, ya lo sabréis: me meto en tó loh fregaoh. Me encanta apuntarme a cualquier movida internauta porque soy un culo de mal asiento: me presento a muchos concursos (sin éxito) y participo en todas las movilizaciones y plataformas que me llaman la atención.

Pero nunca he ganado ningún concurso. Por no ganar, no gano ni al parchís. Y estoy hasta el rizo, qué queréis que os diga. 
El año pasado me presenté al concurso de una librería y estuve a las puertas de la victoria gracias a vuestra ayuda, pero resultó estar amañado y le dieron el premio a la hija de unos amigos de los organizadores. Entonces me prometí a mí misma no volver a participar en ningún otro concurso de esos en los que se necesitan los votos de la gente, porque al final suelen ser un tongazo del tamaño de Valladolid. 

Hasta hoy. 


El Bioparc de Fuengirola ha convocado un concurso este verano: había que enviar una foto de cualquier animalillo del zoo, y de entre ellas elegirían a tres finalistas de entre las que saldrá la ganadora de un pase anual. Yo, que soy una amante de los animales (menos de los lobos, por motivos obvios) pero demasiado pobre como para pagar la entrada del zoo, pegué un brinco en mi asiento y empecé a debatirme enmedio de una tremenda dicotomía de mi voluntad: ¿me presento, o no me presento? ¿Hago el lila otra vez o pasando? ¿Ver animalitos gratis durante todo un año, o no? 

Y entonces no me pude resistir, y presenté una foto al concurso. Y resulta que la eligieron como finalista. Y ahora estoy más cerca que nunca de ganar algo y tengo el rizo tieso de la emoción.


¿Qué me falta para ganar el pase? VUESTRA AYUDA. Es muy sencillo; sólo hay que entrar en el link que dejaré más abajo y darle a "me gusta" en mi foto participante. Hay tres, y qué queréis que os diga... LA MÍA ES LA MEJOR. Y no es porque lo diga yo, eh. Si os animáis a verlas, lo comprobaréis. 
Sería una injusticia que ganara otra, coñe. Y más injusto todavía sería dejar a la oveja sin animalitos. 

Por eso os necesito muy fuerte, hamijos. Porque imaginaos las maravillosas fotos que podré hacer si gano: una oveja entre lemurses, cocodrilos, tigres, gorilas. Ovejas en la niebla. Bailando con ovejas. Los ojos amarillos de las ovejas. El rizo de la selva. El Arca de la Rizos. La reina oveja. Rizos, la oveja valiente. La Rizos de los monos.


Hazlo por mí. Hazlo por todos. PON UNA OVEJA EN EL ZOO. Tenemos hasta el jueves por la mañana para votar por mi foto y demostrar que todo el mundo tienen derecho a ganar un maldito concurso alguna vez en su vida. Que la justicia existe y que algunas empresas son auténticas con sus clientes y fans. 

Ahora pincha aquí y demuestra con tu "me gusta" que estás conmigo, y el jueves tendréis a una ovejita feliz dando saltitos de la ilusión. No me digáis que no os enternezco.






P.d: En twitter voy a comenzar la campaña #PonUnaOvejaenelZoo. Disculpen las molestias y por favor no me hagáis unfollow que yo os quiero.






01 septiembre 2013

Septiembre roto.

Hubo un tiempo, varios años seguidos, en los que yo odiaba septiembre.
Tenía catorce, quince, dieciséis años, y no soportaba la idea de cambiar la piscina y los pies descalzos al sol por las aulas. Miraba el calendario y se me borraba la sonrisa en cuanto septiembre se acercaba, impío y cruel, porque comprendía que no había forma de parar el reloj y permanecer tumbada sobre el césped para siempre.
Las temperaturas descendían y a los que me rodeaba de pronto les apetecía ponerse chaquetas y tomar chocolate caliente para merendar, pero yo me aferraba a mis vestidos de tirantes y mis helados como si con ellos me estuviesen arrebatando la vida. El agua de la piscina me chorreaba por el flequillo y, aunque me diese frío, me resistía hasta que ya era inevitable secarme y volver a casa por última vez ese verano.

En la televisión nos bombardeaban  desde finales de agosto con anuncios de música alegre y niños sonrientes -todo mentira- que volvían a empezar; madres que gastaban sus ahorros, ilusionadas, en el Corte Inglés porque allí les darían el 15% en Corticoles y los uniformes les saldrían más baratos. Las librerías y mi escritorio se inundaban de libros de texto, mi cartera volvía a pesar 15kg y ni siquiera la ropa nueva o el volver a ver a mis compañeros de clase podría animarme. Otra vez era época de responsabilidades, deberes, dolores de cabeza, exámenes, monjas, comida de comedor. Otros nueve meses de frío (en la piel y en los huesos) por delante.

Y entonces, cuando septiembre ya se asentaba y el primer día de clases llegaba, yo respiraba hondo haciendo acopio de pseudo-madurez y asimilaba que la vida debe ser así, cruel y burlona... que los momentos malos también son necesarios para valorar los buenos, y que el presente es relativo porque que lo que ahora parece triste y deprimente algún día será pasado y  mi ahora comenzará a ser feliz de nuevo, ya que Junio siempre acaba llegando.




Llevo ya atascada varios septiembres. Algo se rompió en ese orden y equilibrio natural de las cosas que regían mi tiempo, porque hace ya dos junios que no me emociono al tumbarme en el césped de la piscina, al sol, ni me pongo triste al llegar el final del verano.

Y eso es lo más triste y preocupante de todo: no poder ni quisiera odiar septiembre.