11 junio 2017

Se acabó.

La verdad es que todo es culpa mía, claro.

He estado en tan baja forma durante los últimos años que he permitido que las palabras ajenas me afecten demasiado. Y me he creído insultos, y me he sentido insegura, y he bajado la guardia, y me he olvidado de mí misma.
He intentado ser buena persona, no hacer daño a nadie y tratar de "amoldarme" a lo que se esperaba de mí en cada momento, para ver si de esta estúpida e ilusa forma de actuar no se alejaban de mí nunca más.
He aceptado migajas, he bajado la cabeza ante los menosprecios y las faltas de respeto. He sonreído y murmurado que, total, no pasa nada, pues claro que podemos ser amigos. He intentado estar ahí en los momentos duros de los demás, y he mirado hacia otra parte cuando me fallaban. Yo siempre perdono.
He hecho cosas sin querer hacerlas. He dejado de creerme mis palabras. Me he sentido una extraña en mi cuerpo y me he sorprendido a mí misma en mitad de situaciones en las que me sentía una extraterrestre. He pulido tanto mis principios que ahora ya no los reconozco. Me he maquillado por dentro y por fuera. He ido perdiendo la ilusión y el rumbo. Me he conformado con lo que pensé que me merecía.



Y la maldita realidad es que con tanto esfuerzo en justificarme, en hacer lo que se supone que tengo que hacer y en ese ansia desmesurada por que no se alejaran... me he alejado yo, pero de mí misma. Hasta ahora.
Al carajo hacer lo correcto. Estoy sola, y lo cierto es que me gusta. 

Se acabó.