21 septiembre 2006

Dark Moon

Observando el cielo, anoche reparé en algo que me heló el alma...
¿quién me ha robado la luna?

18 septiembre 2006

-----> Look right, look left <-----

Qué rara es la comida inglesa. Qué diferentes son sus costumbres, sus tradiciones, su forma de hablar. Y no me refiero sólo a su idioma, sino a su... diplomacia, su educación, sus cenkius veri mach cada dos segundos.
He podido disfrutar de unas breves vacaciones en Londres hace poco, (quizá sea la última vez que pise Londres como turista) y en este viaje he conocido todavía un poco más la cultura angloparlante. Caminando por Oxford Street observé cómo es costumbre allí sentarse a comer en los bares junto al ventanal de la entrada, con lo que vas paseando y ves a todo el mundo con la boca llena, como monillos en jaulas de cristal a los que la mahonesa les chorrea por la barbilla. Me sentí frustrada cuando fui a recargar la batería de la cámara y comprobé que los enchufes son diferentes, y que ni siquiera mi adaptador universal servía de mucho... Aluciné con sus precios, con sus "rebajas" de diez peniques, con sus estrambóticos artículos de regalo y souvenirs con la cara de Camila estampada junto al nombre de la ciudad.

No sabéis lo curioso que resulta probarte una camiseta rodeada de mujeres en pelotas. En algunas tiendas no hay probadores, sino salas rodeadas de espejos (cual peli porno del spice platinum) donde todas las mujeres y todos los hombres, por separado, se prueban los artículos mirándole la celulitis a la mujer de enfrente. Y sorprende mucho más el extraño pudor, la peculiar vergüenza que tienen los ingleses, tan liberales para algunas cosas y tan escandalizados con otras.

Lo de los autobuses ya es la leche. Cuando acaba el turno del conductor, sea la hora que sea y esté el autobús donde esté, el tío echa a todo el mundo a la calle y se larga a su casita. Así que tú te tienes que bajar en mitad de Picadilly Circus y esperar a que pase el siguiente autobús... cosa que ocurre, afortunadamente, con mucha más frecuencia que en España. Y en cuanto al dinero... Soy una chica con conciencia y siempre pago mis viajes, pero os aseguro que allí quien quiera estafar, estafa. Algunos autobuses no tienen una puerta de entrada y otra de salida, (de hecho no tienen puertas) sino que te puedes subir por donde te de la gana sin tener que pasar por el conductor para enseñar tu billete. Y luego, cuando el autobús se pare en un semáforo que te pille cerca de tu casa, te bajas y ya está. Sin tener que esperar a la siguiente parada. Para controlar que la gente pague sus viajes, de vez en cuando se sube un revisor que está atento al tráfico de personal, pero claro... a mí me habrán pedido el ticket dos o tres veces de la veintena de ocasiones en las que viajé en autobús.
Y bueno, los que tienen puertas es otro tanto de lo mismo... Allí ni se pica el billete ni nada, tu entras, le enseñas el ticket al conductor así desde lejos y ale, para dentro. Imaginaos a los españoles caraduras en Londres... xD

Los londinenses siempre van con prisas. Vale, ya sé que es algo característico de las grandes ciudades, pero es que allí se pasan. Van tan agobiados que no tienen tiempo ni de tomarse un café en un bar. Allí lo piden para llevar, metido en un vaso con tapadera parecido a los de refrescos del McDonalds, y se van a sus trabajos con el maletín y el café debajo del brazo. A veces resulta gracioso ver a los ejecutivos pijos en las motos, intentado sostener sus maletines, sus teléfonos móviles de última generación con pda y cables por todas partes y el café doble con nata y chocolate.

Lo de los horarios ya se lleva la palma. No sabéis lo raro que se me hizo salir de una tienda a las siete de la tarde con las gafas de sol puestas y verme a los niñatos y niñatas vestidos de fiesta, borrachos, saliendo de las discotecas como si fuese un sábado de madrugada. O irme a dormir a las diez de la noche, cansada de dar vueltas porque ya todo estaba cerrado.

Allí se confía extremandamente en el prójimo. Hay robos y carteristas, igual que en todas partes, pero misteriosamente el sentido del honor y la justicia está mucho más desarrollado que aquí. En los barrios más alejados del centro, las casas tienen menos seguridad que la cabaña de tarzán. La puerta principal tiene cerradura, pero no sirve para nada, ya que siempre está abierta. Se van a dormir y ni cierran ni nada. Las bicicletas tiradas en mitad del patio, con la única protección de un seto de medio metro de altura, y allí nadie las roba. Y esas cámaras de seguridad que hay ahora en Málaga hasta en las tiendas de todo a cien... allí nada de nada. He estado en varias tiendas de souvenirs donde la dependienta se limaba las uñas mientras nosotros entrábamos y salíamos a nuestro antojo, sin vigilancias de ningún tipo.
Eso sí, ese sentido de lo correcto les va muy bien para tener bonita su ciudad. Allí si tiras un papel al suelo te miran como si fueses delincuente, y me parece estupendo. En los cuatro días que pasé allí no vi ni una sola caca de perro, es más, es que casi no vi ni perros por las calles xDDD

No hay atascos. Como para entrar con tu coche en la zona 1, que es el centro de Londres, hay que pagar, el tráfico en las calles céntricas se reduce a autobuses, taxis y cochazos. Es decir, un chorro constante de BMW, Mercedes, Porsche, limusinas kilométricas, etc. Vamos, que para ver pasar un Opel Corsa o un Ford Fiesta te tienes que sentar y echarle paciencia... Y yo me pregunto dónde leches aparcan esos tanques, si no se ven plazas de aparcamiento por ninguna parte. La carretera, el carril de autobuses y bicicletas y la acera. Ni coches aparcados en doble fila ni en primera fila siquiera.

Pero sin duda, lo que más caracteriza a Londres es su espíritu multicultural. La cantidad de etnias, de formas de ver la vida, de pensamientos distintos que se mezclan por sus callejuelas. Allí conviven sudafricanos, americanos, japoneses, hindúes, alemanes e ingleses como si nada, y ya no resulta chocante entrar en una cafetería y encontrarte sentados en la misma mesa a un neoyorkino en plan rapero ligando con una japonesita con coletas que, a su vez, es la mejor amiga de una conquense. El idioma no es, quizá, tan puro en Londres como en otras ciudades más pequeñas de Inglaterra, pero sin duda es fascinante adentrarse en la variedad propiamente londinense, conocer las consecuencias inevitables de la aculturación turística y disfrutar de todos los aromas que desprende la pluralidad racial.

Quizá uno de los momentos que recordaré siempre de mi viaje fuese aquella tarde que salí del Museo Británico con un ratito libre para ver tiendas. Caminando hacia Oxford Street descubrí un comercio medio escondido donde vendían comics y demás artículos relacionados con superhéroes y cine fantástico, y me decidí a entrar, entusiasmada, para ver si encontraba alguno de esos números de Out There que me faltan todavía. Me entretuve durante un buen rato perdida entre sus estanterías, porque en aquella tienda podrías encontrar cualquier cosa y era difícil no curiosear... Manga de todo tipo, series americanas y europeas en varios idiomas, ejemplares únicos y extrañísimos que ni siquiera han llegado a España...
Y entonces, en el piso inferior de la tienda, encontré la serie completa de Humberto Ramos. Al fondo, en la estantería de la derecha. Me acerqué con los ojos de Bambi y alargué el brazo para coger el último número, cuando choqué con otro brazo. Era una chica más o menos de mi edad, con el pelo castaño y rizado y los ojillos pequeños. Iba vestida con una de esas camisetas que tan cómodas me resultan a mí para ir de compras en Málaga, y sostenía un bolso tan grande y práctico como el mío. Le sonreí y le solté el "excuse me" de turno, y ella me respondió con un guiño y un no pasa nada, mujer, en su inglés de toda la vida. Le permití coger el primer número y yo agarré el segundo sin moverme de su lado, y mientras ella hojeaba el comic, concentrada, yo la miraba de reojo y pensaba que, a pesar de esas pecas que recorrían sus mejillas pálidas y su perfecto acento de Oxford, aquella inglesita y yo no éramos tan distintas. La misma mirada tímida, el mismo hobbie, el mismo autor favorito, el mismo bolso gigante para que quepa la cartera, el movil, los cleenex y los llaveros con peluches enormes. Las mismas arruguitas tras los ojos de tantas sonrisas a nuestras espaldas, el mismo rizo rebelde en el flequillo.
Me pregunté entonces, al ver a esa muchacha alejarse con su ejemplar de Out There en la mano, si alguna vez ella habría viajado a España y habría visitado mi ciudad. Me encantaría saber si ella también considera nuestras costumbres tan raras, nuestras manías, nuestros agobios. Puede que le parezcan exageradas nuestras medidas de seguridad, y se sorprenda al ver lo raros que son nuestros enchufes y lo sucias que están nuestras calles. Pero...

Quién sabe si esa chica que le daba dos libras al dependiente por su tebeo habría reparado, como yo, en su doble española. Quizá también me hubiese observado de reojo y se hubiese encontrado pensando que, a pesar de mis pintas de guiri y ese tono de piel tan oscuro que tengo; a pesar de lo diferente que suena mi tono de voz; a pesar de los kilómetros que separan nuestras ciudades natales y lo distintos que sean nuestros desayunos... (a pesar de todo) las diferencias que nos distinguen no sean tan grandes al fin y al cabo. Y que, al final, las dos acabaremos leyendo la última página del Out There con la misma sonrisa satisfecha.

14 septiembre 2006

Siendo sincera...

Últimamente he estado yo experimentando con la moralidad humana. Con las ideas que cada cual tiene acerca del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto. Y es que no hay nada como atacar con sinceridad para darme cuenta de que lo que se dice, la mayoría de las veces, no es lo que se piensa.

¿Cuántas entradas de blog habré leído este año en las que la gente se cree poseedora de la verdad universal? Para eso están los blogs, al fin y al cabo. Para que esa gente que se cree lo suficientemente interesante como para narrar su vida por internet nos deleite con todo aquello que consideran guay y vital para la existencia ajena. Y bueno, en realidad sí que hay algunos blogs intersantes, pero son los menos... la mayoría terminan siendo leídos tan sólo por los cuatro o cinco pardillos de siempre, obligados y por compromiso. Me incluyo en la lista de esos blogs, por supuesto.

Pues bien, a lo que iba. ¿Cuántas veces habré leído ya acerca de la igualdad entre chicos y chicas? La gente escribe siempre desde su punto de vista de las diferencias que todavía existen entre hombres y mujeres y la sociedad actual, del machismo que hay todavía (y que promueven las mismas mujeres) y de la mente tan cerrada que seguimos teniendo con según qué temas. Que las chicas tienen que liberarse de prejuicios, dicen. Que si queremos la igualdad, la busquemos y nos dejemos de chorreces... A follar, cojones. (Frase literal extraída del blog de un colega del que omitiré el nombre)

Hasta aquí estoy de acuerdo, ojo. Completamente cierto eso de que no por decir lo que pensamos y hacer lo que nos apetezca sin pensar en el qué dirán somos más guarras o más salidas, como quien dice. Que deberíamos dejar de ser princesitas y dejarnos de estupideces, porque los tíos llevan toda la vida haciendo lo que les sale del mismísimo y nadie les ha criticado nunca...
Peeeero (y llegamos al motivo principal de mi post) ¿qué pasa cuando una chica se atreve a ser como ellos? Es decir... cuando una mujer normal de 25 años decide no tener pelos en la lengua, no callarse lo que piensa y ser, simplemente, sincera. En teoría debería ser una crack, una fuera de serie y una tipa cojonuda, porque eso es lo que piden en sus blogs esos poseedores de la verdad universal.

Pero ahora tengo una duda. Si un tipo se nos acerca a nosotras, chicas, y nos habla de sexo... No nos escandalizamos, ¿no? O sea, yo no voy a pensar que está salidísimo y que como me acerque caerá rendido en mis brazos presa de la pasión. Simplemente quiere charlar y punto, y a menos que me meta mano descaradamente no voy a asustarme y mucho menos a hacerme ilusiones...
Entonces... ¿por qué los tipos creen que por hablar de sexo ya estoy deseando que me la metan de cinco en cinco?

Francamente paso bastante del tema. Seguiré siendo clara y diré lo que me de la gana siempre... pero antes de proclamar vuestra verdad universal al mundo replanteadla durante un minuto en vuestra cabecita, no vaya a ser menos universal de lo que pensáis.

12 septiembre 2006

OLEEE

Cuando ya parecía que hoy iba a ser uno de esos días grises y fatídicos en los que todo se me tuerce, entro aquí y observo con alegría que ¡ya tengo mil visitas en el blog!
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS





Para celebrarlo, Julio nos hará un striptis integral. Ya colgaré las fotos ^_^

11 septiembre 2006

Viciosa

Lo reconozco, mi vida está llena de vicios. Charlaba yo esta mañana con un amigo que me conoce bastante bien cuando se puso serio y me dijo que estoy demasiado enganchada al "jueguecito ese de elfos y orcos", y que estoy desperdiciando mi tiempo de una forma tonta y sin sentido. Por si a alguno no le queda claro, se refería al LineageII, un juego de rol on line al que, todo sea dicho, dedico gran parte de mis horas ociosas estivales desde hace años.

Y sí, me gustan los videojuegos. Desde que mi tío jugaba al Fred con su spectrum allá por mi más tierna infancia hasta el día en que el Lineage cayó en mis manos, he sido una auténtica viciada obsesa y plasta que ha disfrutado pasando horas y horas matando zombies en el Resident Evil, brincando de burbuja en burbuja en el Double Bouble, chocado esos cinco con los Toejam &Earl, acabando con la horda de los no-muertos del Warcraft, luchando contra enfermeras en el hospital de Silent Hill, recolectando bananas con Donkey Kong, dando saltos con Sonic, machacando a Riu con mi patada múltiple, echando carreritas en coches tuneados, cantando goles en el Fifa, admirando al magnífico villano del FFVII, creando colonias de zergs y protoos en el Starcraft, invadiendo el mapa con mi caballería española en el Age of Empires, torturando a mis Sims rubias hasta la muerte...
Encima puedo pasarme horas y horas hablando de todos ellos, sin cansarme. Quizá no aguante una conversación de media hora sobre trapitos, como el resto de las mujeres de mi edad que me rodean. A lo mejor pongo Rebelde y vomito, igual que cuando pongo la radio y suena por enésima vez el nuevo single de David Bisbal. Pero sí, me hablas de la dark cristal robe y se me ponen ojitos de Bambi, qué le vamos a hacer. Cada vez que alguien se sienta a mi lado y me pregunta cuál es mi raza favorita en el Line, me corro. Mentalmente, pero me corro. Es curioso cómo éso de correrse y la palabra vicio vayan siempre tan unidos xDDD

Pues oye, estaré perdiendo el tiempo, pero a mí me gustan mis vicios. Allá cada cual con los suyos, digo yo. No se me pasaría por la cabeza criticar a los que prefieren perder el tiempo emborrachándose en medio de una plaza cada noche, o esos que llaman diversión a pintarrajear las calles, meterse de todo, echar carreritas por carreteras urbanas o destrozar los parques. Pero eso sí... ojalá todo el mundo tuviese unos vicios tan sanos como los míos, o al menos que desperdiciasen su juventud de una forma tan entretenida.

03 septiembre 2006

Qué tendrá el campo

Qué cosas más raras ocurren a veces. Ya he vuelto de mis vacaciones familiares, (por fin, eh) y al pasar las fotos al ordenador me he dado cuenta de un curioso detalle: el monte a mí me asilvestra, pero a mi perro lo humaniza. Y si no, juzguen por ustedes mismos: