23 marzo 2014

Mermas.

A veces, a pesar de haber flotado en un mar de ignorancia durante toda mi vida, me sigo sorprendiendo por la estupidez humana.

Lo digo porque anoche, para celebrar el pasado cumple de Juanjosés y darle una sorpresa chachins llevándole a cenar a un sitio espectacular, fuimos a ponernos tocinetes a Los Pinos del Coto. Para los no-malagueños, os cuento que este restaurante es (en mi opinión) uno de los mejores de la ciudad por varios motivos: es grande, muy bonito, agradable, con una carne a la leña de carbón que quita el sentío, unos precios más que razonables y, sobre todo, con unas vistas de toda la ciudad dignas de postal. Para muestra, un botón:

La foto no es mía, es de la web del restaurante. Mi móvil hizo algunas pero de menor calidad :(

Pues bien, como llegamos prontito -soy medio guiri para los horarios de comidas, lalala- pudimos elegir una de las mesas pegadas a las cristaleras, que son las buenas. 
Y mientras Juanjo y yo mirábamos embelesados las vistas de Málaga, llegó otra parejita de tiernos jóvenes muy bien vestiditos (chaqueta él, faldita y tacones ella) y eligieron la mesa de nuestra izquierda, también pegada al cristal. 


Pero lo que hizo que abriese yo los ojos como platos y espurreara el tinto con limón por doquier fue que, pese a todo pronóstico, ella se sentó - tócate lo que no suena, Maritoñi- DE ESPALDAS AL VENTANAL. O sea, mirando pal baño. Tacatá.
Tuvo que venir la camarera, pubrina, a decirle que por qué no se sentaba al lado de su queridín, mirando pa Málaga, que si quería mirar pa Cuenca lo dejara pa luego, que lo mejor del restaurante son las vistas y que se las iba a perder.
Ella emitió una especie de risa avergonzada/lerda y se cambió de sitio, pero vaya, que se notaba que las vistas le importaban un carajo... porque nada más posar su pandero en el nuevo sitio, sacó el móvil y se puso con el Whatsapp.

Y qué queréis que os diga, pero eso me da una pena terrible y me deja el flow por los suelos. Que tengamos tantas maravillas cerca y que  todavía haya gente que no sea capaz de verlas -ni quiera- es una de las mayores mermas del cerebro humano.

Menos mal que yo soy oveja.

10 comentarios:

  1. Como diría aquel.... "Hay gente p´a tó".
    Saludos.

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  2. Gracias a la insensibilidad de la jovenzuela, yo y otros podemos disfrutar de las vistas que ella no supo aprovechar.
    Preciosa foto.

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  3. Pues a mi me da igual que haya vista o no...me parece mal estar con alguien cenando y que coja el móvil...si es algo importante vale pero para ponerse a jugar o mantener una conversación eterna con vete a saber tú quien pues me toca las orejas, y ya me sienta mal la cena. En esos sitios deberían tener inhibidores de señal jaja!

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  4. A un burro le hacían obispo y lloraba, que decía mi abuela.
    Cada cual que entienda lo que quiera. Aunque no se hizo la miel para la boca del asno también vale en este caso.

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  5. Tranquila, en el whatsapp le estaban enviando unas fotos, ponía "vistas nocturnas Málaga" y ella decía "Qué gonito ¿no?".

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  6. Buenooooo, pero todo tiene su lectura positiva. Si no es por la mushasha, no tienes entrada pal Blog. Lo cierto es que esas criaturas son la salsa de la vida y hacen ver que uno no está tan listo de papeles como cree, que siempre hay gente con un grado de "zumbuera" que te supera y, qué quieres que te diga... dan para hablar.
    Un beso!!

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  7. Una foto de la chica , please.

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  8. Igual el chico estaba togüeno y prefería mirarle a él... claro que lo de los whatsapp desmonta mi teoría.

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  9. Pues yo fijo que mi primera opción es sentarme de cara a mi pareja, aunque eso fuera estar de espaldas a las vistas... Y al llamarme la atención la camarera me hubiera dado tanto corte que me hubiera refugiado en hacer ver que miro algo en el móvil... Me he visto, te lo juro!

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  10. Si algún día paso por Málaga ya sé dónde quiero que me lleves

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