18 diciembre 2009

Rubén

Una jirafa, me pediste. Yo, que soy tan práctica y que jamás se me dieron bien las tareas imposibles, suspiré y me perdí en tu mirada limpia y serena, joven y sabia a la vez. Seguro que te diste cuenta de cómo se me fruncía el ceño, y me divierte imaginar lo que estarías pensando entonces... Quizá esa inocencia que se os atribuye no sea más que un mito, una falsa leyenda en la que os escudáis para parecer desvalidos y faltos de cariño. Quizá viéndome allí sentada, con las piezas de Lego resbalándose una y otra vez entre mis manos torpes, permanecías en silencio porque sabías que no soy más que una tonta que haría lo que fuese por verte sonreír. Quizá (porque mi ofuscación debió ser muy evidente) te apiadaste de mí y por eso te sentaste a mi lado, cogiste aquel prototipo de jirafa sin cabeza y sin patas y, con una ternura infinita y una voz que me llegó al alma, dijiste que te encantaba.

Tienes dos años. No sé durante cuántos años más seré capaz de regalarte jirafas improvisadas en forma de abrazos, regalos, risas y aventuras, pero ojalá pudiese detener el reloj de tu ilusión e inocencia y llenar tu vida de alegría juntando piezas de Lego para siempre.

3 comentarios:

  1. Una jirafa??? Buf, a mí me piden naves continuamente y ya me las veo y me las deseo... Pero ahora que lo dices, también me dicen que les encanta... Voy a empezar a sospechar ;)

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  2. dibujame un cordero!!!

    Besoooos

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  3. Camaleona: pues ya ves... si es que al final las inocentonas somos nosotras, que nos tienen caladas ;)

    Eingel: ¿Te vale una ovejita negra? Que son mi especialidad :P

    Besotes a los dos ^_^

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