El taxi frenó junto a la casa de la playa. Nieves notó que hacía mucho viento nada más abrir la puerta trasera, así que se abrochó bien su chaqueta, pagó al conductor y salió del coche arrastrando su maleta gris sobre el asfalto manchado de arena y de sal.
El olor fue lo primero que le impactó. Se quedó parada un minuto mientras el taxi se perdía al final de la calle y el flequillo se le arremolinaba sobre la frente, haciéndole cosquillas. Inspiró profundamente y casi podía sentir sus pulmones llenándose de mar, de vida. Fue una sensación agradable y fresca que le dio ánimos y consiguió disipar el miedo un poquito... lo necesario para armarse de valor y encaminar sus pasos hacia la casita, aquel viejo edificio costero que de ahora en adelante sería su nuevo hogar.
No había farolas cerca y el sol ya empezaba a ocultarse tras la bahía, así que le costó bastante encontrar las llaves dentro del bolso. Casi tuvo que volcarlo sobre el camino de guijarros de la entrada... pero al final dio con ellas y, con los ojos cerrados, abrió el portalón de madera pintada de azul.
Todo estaba en penumbras. Por inercia alargó la mano hacia la pared de la derecha, buscando ese interruptor que pulsaba siempre al entrar en su antigua casa de Madrid. La que fue su hogar durante los primeros treinta años de su vida, y a la que ya no volvería jamás.
Su mano tropezó con un perchero de hierro viejo y un paragüas roto, pero el interruptor de la luz debía estar en otro sitio. Asimilando dónde estaba se giró y agudizó la vista hasta que lo encontró, en la pared de enfrente. Sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la nueva visión: una habitación amplia de suelos de madera y muebles antiguos de roble oscuro, cuadros marineros y cortinas de color azul intenso. La luz del atardecer se filtraba entre ellas, robándole destellos dorados al sofá, y al asomarse a la terraza descubrió un porchecito acogedor y rústico donde una hamaca invitaba al descanso y a la reflexión, con el mar ante sus ojos.
Le gustaba; era el principio del cambio.
Su principio.
dios... que sensación.
ResponderEliminarQué envidia...
un beso
sip, tal vez a muchos nos haga falta un cambio de aires xD
ResponderEliminarOjos Bizcos, ¿verdad?
ResponderEliminarEingel: La verdad es que sí, era yo misma escribiéndolo y sentía celos xD
ResponderEliminarLuismi: Pues ya sabes! A aplicarse el cuento y empezar de cero... ;)
Al: No, esta es otra :P Aunque seguro que también le sacas la parodia fácilmente xD