A él el mundo femenino no le atraía en absoluto. Prefería dedicarle todo su tiempo y atención a los libros, al fútbol con los colegas, a perseguir gatos por el barrio.
Con quince años su madre empezó a hacerle preguntas. Ángel no sabía si la preocupación de sus padres provenía de él mismo o del qué dirán los vecinos, y así trataba de responderles con la mayor delicadeza posible.- No, mamá, no me gustan los chicos. Tampoco he tenido nunca una novia, las chicas son aburridas y no me interesan. -Jajaj, ¡no, papá! ¡No quiero ser cura!
A los dieciocho empezó a preocuparse él también. No estaba dispuesto a ser un bicho raro, y además todo eso que se veía en las películas y que cantaba Alejandro Sanz debía merecer la pena: esa fuerza que te lleva al cielo y te vuelve gilipollas... bah, no estaría de más probarlo aunque fuese una vez, ¿no?
Así que le pidió una cita a Rosa, la chica más guapa de la facultad. Ella aceptó y esa misma tarde fueron al cine y a cenar. Ella era encantadora y sexy; sonreía de una forma tremendamente sensual y además parecía estar interesada en Ángel.
La besó al llegar al portal del bloque de ella, siguiendo un impulso. Algo le hizo temblar, una especie de escalofrío le recorrió la columna y erizó todos los vellos de su cuerpo... Y cuando se separaron y ella se fue, prometiéndole otras citas... de nuevo la nada. Vacío.
Después de cinco tardes más con Rosa, descubrió algo que le heló la sangre: no estaba enamorado, tan sólo seguía sus instintos más primitivos. Esa chica no le importaba en absoluto, es más, ahora que había descubierto su sexualidad estaba ansioso por probarla con cualquier chica que se le cruzaba por los pasillos de la universidad: Laura, Estrella, Marta.
Se las arregló para ser encantador ante sus ojos y así poder conocerlas antes de que terminase el curso, y por unas semanas creyó haber encontrado algo. Por fin sentía lo que se suponía que tenía que sentir, ¿no?
Una tarde su mejor amigo le dijo que se había enamorado de una chica maravillosa. Que ella era lo mejor que le había pasado nunca, y que no podía pensar en nadie más.
Ángel le escuchaba fascinado, boquiabierto, y durante un mes le vio ir y venir por el mundo como si caminase a dos metros del suelo. Feliz, glorioso. Enamorado.
Decidió entonces que la mejor táctica no era enrollarse con tres tías distintas en una misma semana, y cambió el plan. Tenía que conocerlas mejor, eso era. Y nada de sexo hasta pasado un mes; así su mente no se distraería de lo verdaderamente importante.
Lo crucial era, además, encontrar a la chica adecuada. Eso era lo que le decía mamá para consolarle: tienes que esperar a la chica adecuada, a la tuya de verdad.
Su chica se resistió a aparecer durante años. Primero lo intentó con una mujer muy inteligente y divertida que conoció en una fiesta. Ella era bióloga y se pasaba la vida viajando a parajes naturales y escondidos, y por un instante Ángel deseó que fuese esa chica la que le hiciese perderse con ella, la suya de verdad.
Y lo fue durante diez meses, hasta que ambos descubrieron que es inútil continuar algo que no existe: él no estaba enamorado.
Su segunda gran oportunidad llegó con la chica del quiosco del barrio: dulce, alegre y entregada. Fue conocerle y apostar por él, y Ángel no supo distinguir el afecto del halago y se fue a vivir con ella. Tampoco salió bien, claro. Al cabo de unas semanas ella salía llorando de casa, convencida de que él nunca la querría porque no sabía querer.
Y era cierto. No sabía porque el amor no estaba hecho para él, definitivamente. Ahora ya no se reía de su hermana cuando ella le decía entre bromas que Juan Sin Miedo era un buen cuento de terror... porque el suyo propio era mucho más terrorífico.
Y cuando conoció a Sandra, algo cambió.
Sandra era una buscadora de emociones. Pizpireta y aventurera, jamás se comprometía ni decía las palabras mágicas que acababan con toda relación.
Sus novios habían consistido en amistades especiales, tíos a los que permitía compartir ciertos aspectos de su vida pero nunca llegar más allá. El compromiso le aburría sobremanera, y por eso Ángel se le apreció como el compañero perfecto: iba y venía por el mundo sin pedir explicaciones, sin ataques de celos, sin romanticismos pastelosos ni tequieros sin sentido.
Y así fue como su relación duró más de lo esperado: se compraron un piso a medias e incluso se presentaron a sus respectivas familias entre bromas y risas. Aunque no fuese nada formal, no tenían por qué mantenerlo en secreto.
Su relación era una mezcla de amistad, sexo y complicidad. Ambos sabían que no eran lo más importante en la vida del otro, pero disfrutaban del cariño y la compañía mutua y se dejaban llevar.
La noche en que él cumplía cuarenta años Sandra le regaló unos billetes para Londres. Su avión salía a primera hora de la mañana, y casi sin nada en la maleta se plantaron en Heathrow deseosos de aventuras urbanas y noches sin dormir.
Allí fue cuando, apoyados en la baranda y contemplando la Torre de Londres al atardecer, Ángel decidió compartir sus miedos con Sandra. Abrir su corazón con alguien por primera vez en su vida...
-No me enamoraré nunca. Lo siento mucho, Sandra, pero nunca podré enamorarme de ti. No sé hacerlo, no puedo sentir amor.
Ese fue el instante del milagro. Porque entonces ella se giró hacia él sonriendo con dulzura, y le apartó el flequillo de la cara con cariño para poner fin a sus preocupaciones y miedos:
-Ángel, cielo, pues claro que puedes sentir amor. De hecho por eso estás bien conmigo: porque somos iguales. Porque te respeto y te aprecio como eres, y nunca me interpondré entre la persona que amas y tú. Porque tú y yo, corazón, estamos enamorados de nosotros mismos.
Algunas veces es fácil hacerse daño confundiendo amor con otra cosa. Pero también es verdad que hay muchas formas de amor, y no siempre tiene que ser un cosquilleo en el estómago.
ResponderEliminarMuy bonitooo : )
Besos
Precioso. Y el desenlace me recuerda justo lo contario: aquellas personas que se empeñan en ser incapaces de hacer algo.
ResponderEliminar:-(
Pues qué quieres que te diga, para mí eso que cuentas es un horror.
ResponderEliminarY no, por eso no creo que dos narcisistas puedan hacer pareja. Es más bien la crónica de una ruptura anunciada: "está en la naturaleza de la flor". El egoísmo no se comparte, no no.
Oscar: Puess... discrepo contigo. El amor es lo que es, aunque haya mil formas de sentirlo. Aún así, muchas gracias ;)
ResponderEliminarSalsero: Es que, aunque Óscar y tú le hayáis dado otro tono a mi texto, yo no pretendía contar nada bonito ni alegre ni esperanzador. Hablo del egoísmo puro y duro, de quererse a sí mismo de una forma autoabrasiva. Supongo que es lo bueno de la literatura, con perdón por inlcuir mi blog en tal término... Que cada cual la interpreta a su manera, y hace el texto suyo.
Perro Mistetas, ejem: Bueno, supongo que tú sí captaste lo triste del post, aunque no sé si alegrarme o sentirlo.
Q pasada, di que si! a mi me ha gustado :) el amor no tiene solo una version, el amor se puede entender de diferentes maneras, tiene infinitas formas de sentirlo, y es el sentimiento mas poderoso sin duda!
ResponderEliminary tenias que escoger ese título...
ResponderEliminarAhora mismo estoy con una lágrima en el ojo, no porque me sienta identificado ni nada por el estilo, que no es así, sino porque entre lineas leo mi propia historia... y queda tan poco tiempo...
Un beso suave.
Es un poquito triste,pero esta tan bien redactado que hace pensar más que emociona.
ResponderEliminarOjalá nunca sienta algo parecido.El amor es de las mejores sensaciones que se pueden tener en la vida esta.
Por cierto,lo de la bióloga...no sera la Obregon,jeje
Mi hijo mayor tiene cinco años, pasa de las chicas y sólo le interesan las naves de lego, los gormitis y los juegos de la wii... igual es como ángel... si es así, espero que un día consiga encontrar una sandra que le quiera por cómo es...
ResponderEliminarQuizá tenga que plantearme varias cosas.
ResponderEliminarMenos mal que sé que no soy Angel, porque he vivido y querido sin medida.
Pero de un tiempo a esta parte, quizá...quizá...
De hecho, muchas relaciones prosperan en parte porque la otra persona proyecta una imagen de nosotros mismos que nos gusta, el "me gusta como soy cuando estoy contigo" clásico. Así que esto pasa bastante a menudo, en cierta forma.
ResponderEliminarBuen relato, Rizos!
Muy bonito, pero no saben lo que se siente....
ResponderEliminarEnamorarse es lo mas maravilloso del mundo, aunque te haga llorar, tb te hace reir....
EN fin, mu bonito.
Besos guapa!!!
Esto da que pensar... espero no parecerte un poco insensible, pero yo no veo egoísmo ni tristeza, si bien es cierto que no comparto todo lo que dice el texto. Me inspira lástima Ángel que se entregua sin sentir nada y que Sandra busque emociones sin dar tampoco de sí misma... igual no he captado lo que dice el texto ;)
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