Las casas son sólo casas. Edificios de ladrillo y cemento, bloques de alquitrán en los que guardamos nuestros bienes materiales y recuerdos.
Recuerdo aquellas tardes de verano sentada sobre tu pecho en el sofá del salón, mientras todos los demás dormían la siesta y nosotros estábamos muy lejos de allí, en pantanos repletos de zombis y parques de atracciones a los que algún día me llevarías.
Madurar supone ser consciente de lo que en realidad importa, de lo que sólo significa algo superficial en nuestra vida y que jamás debe quitarnos el sueño. Es ser feliz con el dia a día, disfrutar los pequeños momentos y dejar atrás el pasado para encarar el futuro con entereza...
No sirve de nada apenarse por cosas que son, que están, que no pueden remediarse. No podemos vagar por el mundo lamentándonos por lo que perdimos o lo que ya no existe.
Eras importante para mí. Lo más parecido a un hermano que nunca tuve, supongo. Y lo sabías. Siempre lo supiste, porque crecimos juntos y aprendiste a leer en mis ojos brillantes y mis carcajadas limpias, igual que yo sabía que en el fondo, aunque tratases de parecer un chico duro, me querías.
Las cosas cambian y la vida da muchas vueltas, por lo que era inevitable que el tiempo girase nuestros rumbos y éstos dejasen de ser paralelos para ser perpendiculares. Aquella casa que un día fue nuestro universo particular, con el paso de los años perdió toda su magia y empezó a mostrar sus ladrillos y tabiques, su verdadera naturaleza terrenal. Allí donde yo empecé a escribir cuentos (sentada en la terraza desde donde podía ver el mar) ahora ya no queda nada de aquel brillo ni murmullo de hadas que lo envolvía todo cuando era pequeña, ni tampoco podría encontrar aunque lo pretendiese rastro de aquellas voces que guiaron mis primeros pasos.
Ella, siempre alegre y risueña.
Ella, con aquella mirada y gestos que cada mañana descubro en mi reflejo del baño.
Ella, que soy yo y que jamás podría desaparecer de mi memoria, y seguro que tampoco de la tuya.
Y él... que provoca en mi interior una marea de emociones contradictorias cuando le recuerdo. Como si tuviese en mi mente dos personas iguales con el mismo nombre, ya sabes a qué me refiero.
Él, que me enseñó a reirme de mí misma cuando más lo necesitaba. Que me demostró lo que es ser un verdadero caballero y lo que es amar de verdad.
La gente se empeña en darle valor a los bienes materiales, a los lugares que significan algo para cada persona. Pero lo que verdaderamente importa es lo que somos, en lo que nos hemos convertido. Hacia dónde estamos caminando día a día, paso a paso... y por eso no debo estar triste. Soy bastante afortunada y además me gusta mucho verte feliz hoy por hoy. Desde luego el destino se ha portado bien con nosotros, ¿no crees?
Te echo de menos, aunque no te lo creas porque no te lo haya dicho nunca.
Echaré mucho de menos aquella maldita casa donde pasé algunos de los mejores momentos de mi vida, a pesar de que ya no sirviese de nada seguirla conservando.
Porque sin ella no me queda ninguna prueba física de que exististe, de que estuviste ahí... y me tendré que conformar con mis recuerdos, que a veces me engañan y además son sólo míos. ¿Y si tú no te acuerdas? ¿Y si, ahora que vendísteis la casa, también desaparece aquel sofá de tu memoria?
No sirve de nada derramar lágrimas. Pasemos página, que son dos días y además hoy hace sol.
-¿Me cuentas una historia de miedo?
-No, que eres una enana cagueta y luego te chivas a mamá...
Querida Rizos, como tengo algunos años más que tú, permíteme ponerme paternal hoy para decirte que, con el tiempo, solo quedan recuerdos.
ResponderEliminarTal vez con suerte alguna foto, algún papel garabateado... Tal vez.
Sin embargo, los avatares de la vida lo acaban destrozando todo. Es como si el mundo se empeñara en borrar las huellas de tu pasado, de todos los pasados posibles. El bar donde quedabas con lu grupo de amigos se vuelve un starbucks, la casa de tu primo una sucursal del BBVA, y hasta en mi caso los prados y campos de mi infancia han desaparecido bajo el tiralíneas de la concentración parcelaria.
Solo queda, efectivamente, el recuerdo, o la imaginación, o la evocación, o como narices quieras llamarlo. Eso debería bastar.
En tu caso ha bastado de sobra para emocionarme (Hoy sin cachondeo, que de verdad me has llegado al corazón).
Un fuerte abrazo. A falta de sofá.
Gracias por el abrazo, Janton. Ha supuesto una de mis primeras sonrisas del día, aunque sea amarga ;)
ResponderEliminarY bueno, menos mal que tengo muy buena memoria, ¿no crees?
Un besote.
Por cada ápice que crece la madurez, disminuye la inocencia. Pero es bueno sentir nostalgia porque significa que aún queda el recuerdo, y mientras quede, no estará todo perdido.
ResponderEliminarTambién es bonito ser capaz de echar una lagrimilla de vez en cuando.
Un beso (y un mordisquito :P )
Oscar, gracias.
ResponderEliminarAunque el conductor del autobús, cuando me ha visto llegar con el moquillo colgando, ha debido pensar que tengo alergia o algo XDDD
Y déjate de mordiscos, vampi, que mi sangre envenena XD
hacia mucho que no leia una historia a dos niveles... es un recurso literario que siempre me ha atraido (alguna vez lo he usado) Me gusta.
ResponderEliminarEn cuanto la historia... es muy difícil compaginar el "soy" con el "he sido", y el "debería ser"
se que no tiene mucho que ver con el texto, pero es lo que me ha venido a la mente
Besooooos
Pilu, nada muere si lo mantenemos vivo en nuestra memoria. He sentido lo mismo que tú, pero la vida es avanzar irremediablemente. Me has hecho llorar, que lo sepas. Pero te quiero
ResponderEliminarLo mejor es quedarse con lo bueno, con las pinceladas de recuerdos, pero son eso recuerdos, no hay que vivir de ellos, sólo refugiarse de vez en cuando...
ResponderEliminarRecordar no es malo ,siempre y cuando no te domine...
ResponderEliminarUn beso, mi niña
Natacha.