Medio día. Hoy.
Estaba yo muy concentrada degustando mi ensalada con pollo en un restaurante, cuando mis oídos captan unas voces alegres justo a mi espalda:
-Enga ya, colega, ¡si te está mirando!
-Que no, joer, que me da corte... que se acerque ella...
Otra voz:
-¡Pero tú eres gilipollas! Se te pone a tiro una tía buena y te quedas mirando como un colgao...anda que si fuese yo...
Le di un sorbo a mi coca cola y sonreí, pensando que como de cada tres palabras que dicen los jóvenes hoy en día son tacos, las siguientes generaciones olvidarán cómo se hablaba sin ellos.
Estaba a punto de levantarme para irme cuando escuché:
-Bueno, vale, voy pero no quiero ni una risa, cabrones. Ahora vengo.
Vaya, por fin, pensé yo. Tengo que reconocer que la escena ya me parecía hasta tierna, así que entre lo cotilla que soy y la curiosidad de ponerle rostro a esa sarta de palabrotas, me giré para no perderme detalle de los acontecimientos.
Y le vi, con su flequillo infinito tapándole los ojos, sus piercings y su sudadera gigante. No tendría más de diecisiete años, lucía una mirada de falsa confianza que no engañaría a nadie... y avanzaba lentamente hacia la muchacha girando los ejes de su silla de ruedas.
De nuevo otra confesión: me sorprendió un poco ver que era un minusválido. Me esperaba a alguien desgarbado y larguirucho, con andares chulescos y sonrisa pícara... pero no una silla de ruedas.
Crucé los dedos entonces y traté de reprimir los nervios, deseando que la niñata esa supiese estar a la altura de las circunstancias.
Y entonces ella también le vio acercarse, y poniéndose roja como un tomate apartó rápidamente una silla para que él pudiese acercarse más.
-Hola... ¿cómo te llamas?
-Marta, ¿y tú?
-Jordi, encantao. ¿Me puedo quedar?
Ella asintió, coqueta, y yo entonces suspiré y me puse la bufanda para irme: ya tenía suficiente.
Porque en ese preciso momento comprendí, estúpida, que fui yo la que no estuvo a la altura de las circunstancias...
Salí del restaurante algo avergonzada pero, sobre todo, aliviada...
Quizá la generación de Física o Química y de los sms con k no esté tan perdida, a fin de cuentas.
Nada está perdido hasta que se pierde del todo, y eso no ha pasado aún a pesar del esfuerzo titánico de todos los ministros de educación que en el mundo ha habido para que se pierda...
ResponderEliminarY no te averguences, que aunque no sea políticamente correcto reconocerlo, prejuicios así hemos tenido todos alguna vez, por lo menos hasta que conoces a la persona y te das cuenta, estúpido de tí, que es una persona. Ciego, cojo, manco o gilipollas (hermosa categoría entre los que me cuento) solo hay eso, personas...
que la juventud de ahora no es como la que sale en la tele... algunos hay, pero por fortuna... no la mayoría
ResponderEliminarY lo que no te pase a ti y a tus orejas cotillas....
Besooooos
Yo habría pensado igual que tú y habría reaccionado de la misma forma. No sé si te sirve de consuelo, pero muy pocos estarían "a la altura" en esa situación, estoy seguro.
ResponderEliminarNo es de malas personas pensar como tú pensaste, Rizos. Simplemente somos humanos.
ResponderEliminarEs lo de siempre, si tienes vehículo própio las mujeres se fijan en tí...
ResponderEliminarAntes de nada...
ResponderEliminarJorfe - JAJAJAJAJAJA
Ahora por el post: pues la verdad es que ver cosas así hacen que uno se de cuenta que en el fondo, la gente no sólo se dedica a hacer cosas malas.
Y ole por la tía, y ser capaz de mirar de cintura para arriba del chaval!
A cuidarse!
Janton, pikomite, Albret...supongo que sí, que no soy la única que mete la pata en estas situaciones a veces. Espero que eso cambie, me pondré manos a ello ^_^
ResponderEliminarYosfris ¬¬U
ME he descojonao con JOrfe, deverdá que sí.
ResponderEliminarEn cuanto a la historia y tal, yo ni siquiera habría pensado en si ella estaría o no a la altura (y no me sumaré al festival del humor hablando de sillas, que es demasiado feo) pero es cierto que, de pararme a pensar en la reacción de la tía, habría acabado pensando como tú.
Y que de haber sido la tía a la que se acerca el encantao de Jordi, también habría aceptado a que se quedara, tengo que decir.
Y seguro que tú también hubieras aceptado que se quedara, aunque hayas pensado eso.
Y ella, la que aceptó, la tal Marta, a saber si no habría pensado lo que tú, de acercársete él a tí en lugar de ella.
Está bien saber que todavía, a día de hoy, hay gente así. Humana, digo.
besos, guapa.