A veces la vida te sorprende. Sí, a estas alturas, cuando ya estás casi seguro de que nada ni nadie podría hacerte torcer la ceja, ahí está ese detalle que consigue abrir tus ojos un poco más.
Como ayer, que fui testigo de una casualidad bastante curiosa. Que comprendí, de pronto, lo pequeño que es el mundo. Que me zampé un batido de chocolate súper con una sonrisa de oreja a oreja...
Y esta mañana, con el café... plaf, otra casualidad. Viendo una foto volví a ser consciente de lo simpática y traviesa que puede resultar algunas veces (pocas) esta insulsa vida que nos toca paladear...
Por cierto... anoche me senté a mirar la luna llena en mi bar de siempre. Eso sí, la compañía no era la de siempre, pero se agradeció ;) Y como le dije a mi amigo, ésa es una de las cosas que más echaré de menos cuando me vaya a Londres. Es un paseo marítimo como cualquier otro, un bar clavadito a todos los baretos de playa que adornan las costas mundiales... es la misma luna que veré desde Oxford Street. Pero no será mi luna, ni mi brisa, ni mi paseo marítimo. Ese en el que he pasado las tardes y las noches de mi vida, en el que me siento como en casa (como en casa no, en casa). Ojalá algún día me sienta así de bien en Inglaterra... o al menos que todo siga igual para mi regreso.
Putos cabrones, primero nos quitan Gibraltar, luego nos eliminan de la Eurocopa 96 y ahora se llevan a Bea.
ResponderEliminarPese a que aún quedan dos meses para que te vayas, ya te echo de menos. ¿Con quién voy a jugar yo ahora al Lineage 2? ¡Vuelve pronto! Y cuidado con el metro.