17 marzo 2018

Oráculo de Delfos.


Decía Tales de Mileto allá por el año 500 a.C que la cosa más difícil del mundo es conocernos a nosotros mismos, y que la cosa más sencilla es hablar mal de los demás.

Y es que el colega Tales era un observador; se sentaba a contemplar la lluvia y cómo ésta transformaba y daba vida a las cosechas, mientras que el resto de sus amigos achacaban el éxito o el fracaso de sus cultivos al estado de ánimo de los dioses. Que todo aquello que eran incapaces de explicar con la razón se debía a los designios de un ser superior e incuestionable. ¿Plaga de escarabajos? Dios tiene un mal día. ¿Te va bien en tu negocio? Pues eso es que el dios del dinero te ha otorgado su bendición. 


Observar, eso que casi nadie hace. Observar lo que nos rodea pero, sobre todo, observarnos a nosotros mismos. Conocernos. Entender cómo funcionamos, por qué sentimos lo que sentimos y qué motor mueve la maquinaria de nuestras emociones. Darle una explicación racional a nuestras reacciones, ya que somos pura química. Aceptar nuestros errores y aprender de ellos, saber perdonarnos a nosotros mismos, amar nuestras imperfecciones. Asumir que no somos seres de luz, que todos nos equivocamos y que antes de apuntar hacia las sombras ajenas deberíamos perdernos por entre las que habitan dentro de nosotros.

El otro día, en Twitter, (esa red social que amo y odio a partes iguales) alguien que compartió unos meses de su vida conmigo habló mal de mí. No seré yo la que trate de convenceros de si miente o si tiene razón (entiendo que toda moneda tiene dos caras y que él está viendo el asunto desde su punto de vista) pero, si os soy sincera, no puedo evitar sentir pena por él.  Me da lástima porque todos esos sentimientos negativos que tiene hacia mí son sólo el reflejo de toda la mierda que arrastra por dentro. Su malestar, su envidia, su desilusión. Si se parase un momento a pensar y a observarse, como hacía nuestro amigo Tales, descubriría que realmente yo no soy su enemiga. Que no soy el mito de la mujer mala que viene como un huracán a azotar a los pobres desgraciados. Que su  verdadera enemiga es la pereza, la soberbia, la inseguridad.  Me critica justamente por lo que más odia de sí mismo, y eso le impedirá ser feliz. 

Yo no soy ningún ángel. Estoy segura de que me he equivocado contigo y que quizá pude hacer las cosas muchísimo mejor, o al menos de otra forma. Pero no soy mala persona. Tampoco intento aparentar ser buena persona. Soy una mujer  normal  a la que podrías describir con adjetivos muy diferentes dependiendo de a quién le preguntes. 

Por mi parte te deseo de corazón que algún día vivas y dejes vivir. Que termines de lamentarte por las plagas de langostas que te envían los dioses y empieces de una vez por todas a cambiar el abono de tus cosechas y a comprar insecticida. 


Y, como decía Witni Jiuston, por encima de todo te deseo felicidad y amor.



5 comentarios:

  1. Ay, las críticas. Yo es que creo que casi siempre que critamos algo, es porque nos toca la fibra y lo hace precisamente porque vemos algo que tenemos dentro, que nos duele o que tememos tener. No sé si me explico. Cuando estás bien contigo mismo te la pela bastante el resto del mundo y no estás atento a lo que hacen o dicen los demás.
    Sé que suena manido, pero pasa. Allá cada uno con sus cosas, no dejes que te afecte lo que diga un cualquiera. Eres mejor que todo eso.
    Un beso!!

    ResponderEliminar
  2. De parte de un ángel: es bueno no ser uno, somos muy capullos y nos creemos diosecillos.

    Lo mejor después de un final de etapa es seguir viviendo de la mejor manera posible. Nuestros caminos se cruzan y se separan constantemente de los demás, y no tiene sentido pensar en el cruce que ya hemos pasado. Muaks

    ResponderEliminar
  3. Dicen, dicen por ahí que lo mejor es no rebajarse, no ponerse a la altura de quien te empozoña... Pero. Y ese pero es grande, porque yo he estado en la posición de quien te critica (y es algo que en absoluto me enorgullece), el dolor hace maravillas en cuanto a convertirnos en personas crueles por momentos. En que la frustración la pagamos con lo exterior porque resulta más sencillo a veces que hacer esa introspección que dices tú.

    Estoy plenamente de acuerdo contigo: deberíamos mirar más hacia dentro y echar menos mierda hacia afuera. Claro, que después viene la práctica y, por desgracia, se lleva por delante muchas teorías :(

    ResponderEliminar
  4. Hola! Pasaba por aquí y me quedo con la reflexión que haces, qué mejor que desear el bien al que menos lo merece para no caer en la misma trampa ;) Un saludo!

    ResponderEliminar
  5. No ws facil porque uno tiende a atacar en esos momentos pero se puede
    un saludo desde Miami

    ResponderEliminar