Hace un par de días leí un post en un blog amigo que me hizo activar ese resorte de mi memoria y volver a encontrarme con lo que una vez fui. Entonces me puse a recordar...
Me ponía mis pantalones vaqueros anchos, esos ya gastados y con el color apagado que tanto me gustaban. Metía los brazos a toda prisa en una camiseta enorme si mangas y sin dibujos, normalmente azul o amarilla, y me calzaba mis zapatillas de deporte de marca indefinida. Un veloz vistazo en el espejo me sobraba para recogerme los rizos en una cola de caballo alta, (jamás conseguí domar los mechones rebeldes del flequillo) y anudándome una sudadera en la cintura salía disparada escaleras abajo hacia la calle.
Tenía once años. Por mi cabeza no pasaban las preocupaciones, ni las penas, ni los agobios. Tan sólo se asomaban varios segundos de nerviosismo antes de algún "examen", o quizá algún sentimiento de culpa después de desobedecer a mamá en la hora de llegada a casa. Pero era una niña llena de ilusión y alegría, y jamás había nada ni nadie que consiguiese borrarme la sonrisa de la cara.
Cada noche bajaba al jardín de mi urbanización a reunirme con mis amigos. Éramos un grupo extraño: tan sólo dos niñas, la dulce Rosa (que casi nunca bajaba al jardín de noche porque sus padres no se lo permitían) y yo, y el resto eran todos chiquillos de mirada traviesa y boca mellada. No me sentía incómoda entre tanto chico porque nunca fui una niña coqueta o melindrosa. Al revés, disfrutaba tratando de ser uno más, por así decirlo, y no me importaba resultar poco femenina o marimacho, como me llamaban las demás niñas del barrio. Así que yo me destrozaba las rodillas jugando al fútbol por las tardes, siendo siempre culpada por los fracasos de mi equipo. Participaba en las cacerías de saltamontes y en las carreras de sacos, aunque nunca era tan buena como los demás. Tenía poca fuerza y los niños tenían que ayudarme a trepar por los muros colindantes con la urbanización vecina, cuando nos aburríamos y nos aventurábamos a explorar lugares desconocidos. Nunca fui una gran atleta, pero jamás me rendía ni me dejaba abatir por una derrota. Y quizá por eso todos me aceptaron en su grupo masculino, ya que no veían en mí a una chiquilla caprichosa y protestona, sino a una cómplice de aventuras que les animaba y les aconsejaba cuando necesitaban una opinión positiva.
En verano hacía mucho calor, incluso a las once de la noche. Por eso nos solíamos sentar en la zona más fresca del jardín, junto al pinar, formando un círculo sobre la hierba. Recuerdo que tan sólo había una farola de luz débil alumbrando nuestros rostros, y que si adentrábamos nuestra mirada por entre los árboles del pinar veíamos cómo las sombras y las luces se entremezclaban formando figuras extrañas y misteriosas que nos ponían la piel de gallina, aunque nadie lo reconoció jamás.
El cielo aparecía siempre claro y despejado, con las estrellas destacando con su suave palidez sobre la espesura azabache. He viajado mucho y he visto muchos cielos al anochecer, pero no recuerdo ninguna imagen tan hermosa y tranquila como aquella vista que me acompañaba en las noches estivales de mi infancia.
Cuando estábamos todos echados sobre el césped y tan sólo se oía el murmullo de los grillos, alguien se volvía para mirarme y susurraba: - "Bea, cuéntanos alguna historia de miedo..." Adoraba aquella súplica ansiosa, esa mirada en los ojos de mis amigos que me hacían sentirme importante en el grupo. Era como si de mí dependiese ese momento, ese rato que nos unía y nos hacía soñar la misma fantasía. Así que yo me levantaba lentamente, poniendo cara de pócker y mirando sin mirar a nada. Me sentaba justo en el centro del círculo sin decir ni una palabra, y me entretenía a propósito en arreglarme la coleta y el flequillo mientras los demás se impacientaban.
Entonces les miraba uno por uno, en unos minutos en los que me hacía la interesante de esa forma que tan nerviosos les ponía, y empezaba a imaginar historias. Puedo presumir de tener una imaginación generosa que siempre me ha permitido crear historias, ideas, cuentos, en unos pocos segundos. No necesito hacer borradores, ni pensar mucho. Tan sólo pongo a funcionar mi imaginación y las palabras se van escribiendo en mi mente como por arte de magia.
Por eso no me costaba ningún trabajo hablarles a mis amigos de una historia diferente cada noche. Creaba relatos supuestamente reales en los que los niños aparecían degollados en una urbanización curiosamente parecida a la nuestra, o les hablaba del caserón de mis tíos (que nunca llegaron a existir) donde un fantasma les atormentaba día y noche. Todos me observaban en completo silencio mientras yo les murmuraba mis terrores; y aunque los más mayores escondían el temblor de piernas tras sus sudaderas y algunas sonrisas forzadas, yo les pillaba a veces mirando de reojo al pinar, para comprobar que ningún muerto viviente saliese tambaleándose por entre los matorrales.
Me sentía poderosa entonces. Sabía que si yo quería podría hacerles botar sobre el césped, con tan sólo abrir mucho los ojos disparando mi mirada hacia alguna parte. Pegando un chillido, o preguntando inocentemente "¿habéis oído eso?". Y éllos se dejaban llevar por mis palabras durante unas horas en las que nadie se quejaba por mi torpeza, ni por mis brazos debiluchos, ni por mi mirada inocente.
Eran tiempos en los que mis actuales miedos e inseguridades todavía no habían nacido. Noches azules en las que no tenía que preocuparme de nada que no fuese disfrutar o contemplar las estrellas.
Hoy soy yo la que se asusta ante el mundo. La que tirita en los atardeceres fríos, la que se siente indefensa y débil y que busca fantasmas dentro de los armarios.
Quizá debiera ponerme una de mis camisetas viejas de color amarillo chillón esta noche, cuando pasee a mi perro junto al pinar. A lo mejor conseguiría recuperar esa ilusión que perdí hace años si me siento a charlar con la luna, y le contase una de esas historias en las que yo siempre pateaba en el culo a los monstruos y terminaba provocando murmullos de admiración entre los niños.
Aunque bueno... seguro que ahora terminaría asustándome incluso de lo que invento.
Es genial recordar tiempo pasados,,, Pensar que la unica preocupacion en ese momento fueran cosas como: no caerle bien a alguien o siemplemente que tu madre te riñese por llegar tarde,,, Nada de facturas,,, ni apuros para llegar a fin de mes, ni demas basuras que te pueden preocupar ahora. En fin,,, es precioso echar la mirada hacia atras a veces y recordar todas esas cosas. Aunque creo que ahora mismo, pese a las preocupaciones que tengamos y los miedos que nos puedan surgir, los veremos de forma parecida dentro de 20 años :DD asi q, en mi opinion, creo que hay que aprovechar cada minuto sin darle muchas vueltas a la cabeza con miedos o quebraderos. Seria una pena recordar esto en 20 años como una epoca marcada por eso.
ResponderEliminarLos once años no se repetiran nunca mas,,, pero creo que cada edad tiene sus momentos para recordar. Niñaaa me has hecho mirar hacia atras jejeje, gracias por todo una vez mas :P
(creo que de estar escuchandote por aquel entonces me tendrias mirando entre las sombras continuamente :DD era un cagon ^^ :D)
Es demasiado fácil recordar "vidas pasadas" y lamentarse por que las cosas han cambiado.. (yo lo he hecho demasiadas veces -.-U)
ResponderEliminarTambién están quienes pasan por una buena racha, y de pronto reniegan de su pasado al decir "por fin soy feliz", quedándose tan solo con los recuerdos amargos, ignorando todo lo bueno que les dio la vida anteriormente y, lo que es peor, descuidándose ante los problemas de su presente (o ignorándolos aunque los vean).
No voy a ponerme a recitar "filosofía de barrio", pero pienso que hay que tener presentes las cosas buenas y las malas, y no hay que dramatizar mucho ninguna de ellas..
Yo también echo de menos cosas que fui y que no volveré a ser (ya no soy la misma persona), pero procuro no olvidar las cosas que fui y sigo siendo ...y las cosas que hubiera querido ser, y soy.
Pero todo tiene un precio (nada que ver con el dinero), es normal que ganemos unas cosas y echemos otras en falta...
Recordar no es malo. A veces, es muy importante hacerlo.
Pero debemos olvidar quién somos en nuestro presente. Lo que tenemos ahora, solo podremos disfrutarlo ahora. Nuestros actos nos llevarán a un camino u otro en el futuro.
PD: gracias por hacerme pensar en esto!! :)
Tus miedos actuales tienen tanta base real como los fantasmas del caserón de tus tíos, y la importancia que tú quieras darles.
ResponderEliminarComo ha dicho The Crow, cada edad conlleva sus miedos y sus angustias: yo sufro tanto ahora sin saber si conseguiré un trabajo en condiciones como cuando en el colegio me insultaban o como cuando David el Gnomo se convirtió en árbol. Vivir en el pasado sólo sirve para perderse el presente.
PD: miento, en el colegio lo pasé fatal, ni punto de comparación con lo bien que estoy ahora. Pero se echan de menos muchas cosas, sí.
ResponderEliminar"Vivir en el pasado sólo sirve para perderse el presente" cuanta razon tienes tio,,,! pienso lo mismo :D
ResponderEliminarAunque a veces por un momento es bonito recordar. Pero eso si, nunca dejar de mirar hacia adelante y como no, disfrutar todo lo posible de lo que venga :D intentando siempre quitarle importancia a problemas que tengas e intensificando las cosas buenas que te pasen.(las cuales suelen ser mas de las que vemos con nuestros ojos cerrados por la monotonia).
ultimamente solo veo recuerdos aqui...
ResponderEliminaresto tambien lo habias contado antes, no?
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te echo de menos
Uhmm veo q tu pregunta de hace unos dias con respecto al blog... y me ha encantado, aunque claro el final... lo vivimos todos asi, cuando uno es adulto extraña la falta de responsabilidad y cuando eres niño quieres ser adulto para hacer lo que quieras... todos tenemso un peter pan dentro de nosotros.
ResponderEliminarBueno ahora tienes otras cosas y otras amistades y como todo en la vida evoluciona, hasta tu momento actual ira cambiando, pero como te dije hace unos dias... como te olvides de mi o no te vea en tiempo... te espera bronca :P
Me ha gustado mucho este post y como siempre expresas tus sentimientos y tus temores de diferentes formas, pero no tengas miedo q tus amigos estaremos alli, aunq no estemos. Yo tengo mis trucos cuando me siento nostalgico... todo cambia, pero no cambies :)
Besos!
Que lindos recuerdos... me has hecho pensar en los mios! Cambiamos urbanización por barrio periferico de Barcelona y ya está!
ResponderEliminarYo recuerdo con nostalgia esas tarde-noche en un parque comiendo pipas y chuches hasta que no nos quedaba más dinero, y hablando de una chorrada tras otra sin parar... en fin... mi momento actual es muy bueno, no me puedo quejar! pero debo reconocer que me encantaría volver a vivir de nuevo mil historias pasadas!
muy lindo tu blog!
Me ha encantado ^^ He viajado hasta ese pinar y me he puesto una camiseta amarilla =)
ResponderEliminarUn beso.
Hola!!! he llegado a tí a traves de Oscar (Ciudad Colmena) y que decirte..pues que me encanta como escribes!!!! y que me he sentido muy identificada con tu relato...yo también fui siempre una niña rodeada de chicos, de hecho aun lo sigo siendo...y como tu, también he perdido ilusiones porque las inseguridades han tomado su lugar. Con tu permiso te sigo!!!!! Saludos!!!!
ResponderEliminarAna, Agua... muchísimas gracias por venir. Me hizo mucha ilusión. ^_^
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