Hubo un tiempo, varios años seguidos, en los que yo odiaba septiembre.
Tenía catorce, quince, dieciséis años, y no soportaba la idea de cambiar la piscina y los pies descalzos al sol por las aulas. Miraba el calendario y se me borraba la sonrisa en cuanto septiembre se acercaba, impío y cruel, porque comprendía que no había forma de parar el reloj y permanecer tumbada sobre el césped para siempre.
Las temperaturas descendían y a los que me rodeaba de pronto les apetecía ponerse chaquetas y tomar chocolate caliente para merendar, pero yo me aferraba a mis vestidos de tirantes y mis helados como si con ellos me estuviesen arrebatando la vida. El agua de la piscina me chorreaba por el flequillo y, aunque me diese frío, me resistía hasta que ya era inevitable secarme y volver a casa por última vez ese verano.
En la televisión nos bombardeaban desde finales de agosto con anuncios de música alegre y niños sonrientes -todo mentira- que volvían a empezar; madres que gastaban sus ahorros, ilusionadas, en el Corte Inglés porque allí les darían el 15% en Corticoles y los uniformes les saldrían más baratos. Las librerías y mi escritorio se inundaban de libros de texto, mi cartera volvía a pesar 15kg y ni siquiera la ropa nueva o el volver a ver a mis compañeros de clase podría animarme. Otra vez era época de responsabilidades, deberes, dolores de cabeza, exámenes, monjas, comida de comedor. Otros nueve meses de frío (en la piel y en los huesos) por delante.
Y entonces, cuando septiembre ya se asentaba y el primer día de clases llegaba, yo respiraba hondo haciendo acopio de pseudo-madurez y asimilaba que la vida debe ser así, cruel y burlona... que los momentos malos también son necesarios para valorar los buenos, y que el presente es relativo porque que lo que ahora parece triste y deprimente algún día será pasado y mi ahora comenzará a ser feliz de nuevo, ya que Junio siempre acaba llegando.
Llevo ya atascada varios septiembres. Algo se rompió en ese orden y equilibrio natural de las cosas que regían mi tiempo, porque hace ya dos junios que no me emociono al tumbarme en el césped de la piscina, al sol, ni me pongo triste al llegar el final del verano.
Y eso es lo más triste y preocupante de todo: no poder ni quisiera odiar septiembre.
Cambiamos, nuestros veranos ya no duran tres meses, el calendario transcurre de otro modo.
ResponderEliminarPoco podemos hacer, no tiene sentido agarrarse a la actitud infantil que teníamos
Septiembre o enero, lo importante no es la fecha, sino lo que haces y con quién
Muaks
Ay, Eingel, qué poquito empático eres. xD
EliminarMe han llamado muchas cosas, pero eso, nunca
EliminarSerá que la edad me está arrugando el alma
Por que ya no te emociona la llegada del verano ni su partida? Que fue lo que paso hace dos anos que ya no pasa nada contigo?
ResponderEliminarSupongo que antes el verano traía implícitas otras cosas además del calor: tiempo libre, de ocio, tardes de no hacer nada tumbada en el sofá, etc. Ahora que no tengo responsabilidades (quitando la de encontrar trabajo, claro) todos los días son así, y no se puede valorar igual. Necesito volver a trabajar para valorar mi tiempo libre. Necesito sentirme útil.
EliminarPues sí. Te das cuenta de que algo ha cambiado, de que el calendario no será el mismo, y de que las sensaciones ligadas a él no son eternas. La vida duele y sabe como dar en blando, la hideputa, pero no te rindas, Rizos. Una tristeza da paso a más alegrías.
ResponderEliminarSi el calendario no se te ajusta a lo que sientes, hazlo encajar a martillazos y busca otras cosas por las que sonreír.
Y gintonicses.
Eso sí, Lo bueno de los gintonicses es que nunca te fallan, sea junio, septiembre o marzo.
EliminarMuaks!
pues sin embargo, este es primer septiembre que estoy ilusionada por volver a las aulas, voy a prepararme el acceso a la uni pa mayores de 25 y llevo varias semanas mirando material escolar, libretas y demas. No sabes cuanto me alegro el haber leído el post aquel 25 de enero conocer a Migue le ha dado un vuelco de 180 grados a mi vida, es la primera vez que no le temo a septiembre y al declive del verano.
ResponderEliminarUn Besazo Rizosa, y a ver cuando le diga a este hombre de quedar un día en málaga que me caíste superbien
Me alegro millones que estés tan ilusionada y que os vaya tan bien. De corazón. Vuestra historia me toca la patata :)
EliminarYa quedaremos otra tarde, of course! MUAks!