De bolsos simpáticos

Definitivamente no me puedo quejar, porque mi vida está llena de misterios y emociones nuevas. Y lo digo porque hoy he descubierto que tengo un bolso que me arregla cosas.
Sí, sí, como leéis. Mi bolso, un viejo pedazo de tela verde descolorida, identifica los objetos perjudicados que meto dentro y los remienda con cariño y amor.

Hace cosa de dos semanas se me rompió el collar que llevaba puesto en una de mis (escasas últimamente) juergas nocturnas. Es una cadena larga y plateada con un corazón de metal colgando al final, y me encanta porque pega con casi todo...
Pues bien, estaba yo dando botes con alguna canción cuando le pegué un tirón sin querer y plafff... el corazón a Cuenca. Se me había roto el último eslabón, y al verlo concluí con pesadumbre que no tenía arreglo.
Para que no me estorbase, lo guardé en un bolsillo interior de mi bolso junto con el corazón plateado, y ahí se quedaron porque me olvidé completamente de ellos.

Hasta hoy. Esta mañana hacía limpieza de bolso cuando me he encontrado el collar hecho un gurruño al fondo del bolsillo. Lo fui a colgar en mi corcho-joyero cuando algo llamó mi atención: el corazón estaba perfectamente soldado al final, como si su desprendimiento nunca hubiese existido.

No creáis que no le estoy agradecida al bolso, que no todo el mundo tiene accesorios tan majos. Pero teniendo en cuenta que nadie más lo ha tocado (y menos durante el tiempo que se tarda en arreglar un collar) en estas últimas dos semanas... pues da un pelín de repelús.
Aunque sea poco, que una ya está acostumbrada a los fenómenos paranormales de su vida.