La memoria a veces me recuerda a una de esas niñas traviesas y descaradas que, con los ojos brillantes y la boca mellada, nos dan un abrazo meloso y zalamero justo después de cometer una trastada. En ocasiones dulce, otras más amarga, es capaz de despertar todo tipo de sentimientos y emociones encontradas en nuestro interior, en esa parte del cerebro que reservamos para nuestros recuerdos más preciados.
Y cuando la memoria se va de cañas con los sentidos, (sobre todo con el del oído y el del olfato) nos volvemos meras marionetas del pasado y revivimos fácilmente nuestra época escolar al escuchar aquellas canciones que escuchábamos de niños o al oler a caramelo y algodón de azúcar. ¿Quién no se ha puesto tonto cuando al encender la radio del coche vuelve a escuchar aquella canción de los Piratas con la que lloró al perder a su primer amor? ¿Quién no recuerda a qué olía mamá, dejando esa estela perfumada allá por donde sonaban sus tacones por el pasillo?
Hoy me puse a pensar en esos resortes que activan nuestros recuerdos mientras me zampaba un bocadillo de tortilla de patatas, y entonces me acordé. Volví la vista atrás y me encontré con aquella chiquilla vestida de uniforme, con falda de tablas y calcetines azules hasta las rodillas. Recordé como si no hubiesen pasado quince años a qué olían los bocatas que repartían las monjas en el recreo, pura delicia para nuestros paladares, y lo contenta que me ponía cada mañana al dar las once y colarme por entre los chicos mayores que hacían cola en el bar hasta conseguir uno de esos tesoros.
También me acordé de aquellos caramelos de color morado que imitaban a las violetas, con ese aroma floral y ese sabor tan suave que me volvía loca y que yo guardaba como oro en paño en bolsitas de plástico, para comérmelos a escondidas entre clase y clase.
Sonriendo, dejé que el tiempo pasara unos años en mi mente hasta llegar a los menús de la facultad de Filología Inglesa. Por seis euros te ponías morado a base de macarrones, ensaladas, sopas, cremas, carnes y guisos. Aún recuerdo bien lo riquísimo que me sabía el pollo al horno con patatas después de las seis horas seguidas de clase de los viernes, y de cómo empezábamos las tardes entre cafés aguados y risas, haciendo planes para el fin de semana.
Avanzando algo más en la historia gastronómica de mi vida llegué hasta mis tres años de Turismo y me detuve para recordar a Antonio, a Luismi, a Cristelle, a Fernando. A aquellas horas de clase de inglés que perdíamos -sinvergüenzas- desayunando en la Baranda y tomándonos un Reliao y un mitad doble. Creo que jamás conseguiré prepararme un bocadillo tan bueno como el Reliao, quizá porque ni el lugar, ni la compañía ni el momento sean los mismos.
Acabé la facultad y llegué al hotel, donde probé por primera vez todos los granizados del mundo y el helado barato de máquina. Es curioso lo rico que me sabía entonces, debido quizá al calor que hacía y a lo mucho que me refrescaba después de bailar con los guiris durante horas.
Esa fue también la época del Swan y de los White Russian, de los camperos de Mafalda y de las pipas Tijuana.
Y hoy, que me emociono con una ración de bravas del Bar Tomás y que adoro los mojitos frutales de mi bar favorito del Born, sé que estoy creando de alguna forma esos recuerdos juguetones y alegres que algún día volverán a hacerme cosquillas cuando, allá donde sea que yo baile en el futuro, alguien me ofrezca un cóctel con frutas y no pueda más que sonreir al acordarme de aquellos días en Barcelona en los que retomaba mis clases de salsa los sábados por la noche y las regaba con cócteles brindando por ti, por mí. Por todos nosotros.
Seguro que tú también recuerdas algo que comías o bebías en los mejores momentos de tu vida. ¿Me lo cuentas?
En mi caso no es el mejor momento para hablar de comida jajaj aunque si que recuerdo una fideua en un restaurante del puerto de Barcelona, a media tarde casi... no es el mejor momento para hablar de comida, no.
ResponderEliminarpersonalmente recuerdo la menestra de la facultad, y las tortillas de patata y patatas bravas de mas de un lugar...
ResponderEliminaruna cerveza y un helado en cierta tarde de julio
Goodnight Moon de Shivaree
y esta es para ti... un dia que tomaba un zumo de piña cuando de repente, el camarero pinchó "Visite nuestro Bar"
Besooooooos
mira que no es una comida "glamurosa", pero lo que comí en mi primera cita con mi novia fueron patas fritas xD
ResponderEliminarasí que recuerdo ese día con sabor salado :)
Ahora mismo me viene a la memoria un día de agosto de hace muchos veranos, después de estar andando diez horas sin comer y con las mochilas (la mía y la del que ahora es mi marido) a cuestas, por los pirineos, bajo granizo, vendaval, lluvia, rayos y truenos y pensando que sería la última vez en mi vida... aquella clarita con limón en el albergue de los baños de panticosa, en el pirineo aragonés, me supo a pura gloria. Nunca en la vida he tomado una clara así.
ResponderEliminarYa hace tiempo de los algodones empalagosos de las verbenas en el pueblo de mis padres, adonde iba a veranear. Ojos abiertos para todos los días, helados de colores, nubes y gominolas.
ResponderEliminarCuando pasa la infancia, ya no saben igual!
Aunque a veces, repito.
Un saludo, Bea...
Mis recuerdos gastronómicos son muchos diversos, y como los tuyos van asociados a diversas épocas y etapas de la vida, cada uno con sus particularidades del momento.
ResponderEliminarEn orden más o menos cronológico, recuerdo ahora, viviendo aún en el pueblo con mis abuelos, las sopas de ajo de mi abuela, imposibles de repetir, porque nadie las hace como las hacía ella. Después, aún de niño, pero ya en Barcelona, esos tigretones comprados con esfuerzo (había que ahorrar de la paga semanal...) que sabían a gloria yo creo que precisamente por lo que costaba comprarlos. Y los chicles Bazooka. Que mira que eran malos, y mira que nos gustaban los jodidos Bazooka...
Dando un salto en el espacio y el tiempo, recordaría el sabor de la queimada que se hace al finalizar del segundo día de fiestas de mi pueblo, San Roquín. Una queimada áspera, precipitada, mal hecha, a veces casi tóxica (Recuerdo un año que a falta de otros elementos la hicimos en un bote grande de diez kilos de anchoas en que habían comido manzanas podridas los cerdos de una pocilga, y le dimos vueltas con un palo cualquiera que encontramos en el suelo...) Pero al finalizar la segunda madrugada consecutiva de insomnio y desfase sienta de maravilla!!
Dando otro gran salto, recordaría el Servicio Militar. La comida era bastante mala, pero el desayuno... Esos desayunos completos a base de tostadas, mantequilla, zumo de naranja, bocata y café con leche te dejaban preparado para lo que fuera!! Era el mejor momento del día, desayunar opíparamente, antes de que te amargaran la mañana con orden cerrado, orden de combate o cualquier otra cosa que se les ocurriera a los mandos. Eso sí, había que comerlo a toda prisa, para no llegar tarde a Formación...
En mi primer trabajo nocturno, en Pueblo Nuevo, no se me olvidan los bocatas de panceta con queso de Los Martínez, posiblemente el bar más cutre de barcelona. Unos bocatas pringosos hasta la náusea que sin embargo tomábamos para desayunar al salir de cada noche de trabajo, bien regados con DYC. Sí, lo sé, el desayuno de los campeones... Los demás clientes del bar que desayunaban antes de ir a sus trabajos, y no al salir de ellos, nos miraban como si fuéramos orates, y no andaban desencaminados. Pero nada sabía mejor después de una dura noche que ese bocata con su whiskito...
Y por último, lo más próximo, esas raciones de olivas de L'Aribau. Que no tienen nada de especial. Son grandes y buenísimas, pero no mejores que otras olivas de otros bares. Pero como las como siempre charlando con Elma, las asocio a los mejores momentos de la semana, esos que puedo pasar con ella, sin prisa, hablando largo y tendido de todo lo que nos ha sucedido en los días en que nuestros trabajos de horarios incompatibles no nos han permitido vernos. Ninguna otra ración de olivas me sabría mejor en ningún otro bar del mundo...
¿Pos no que me he puesto nostálgica con este post? Ainsss, yo recuerdo algo de cuando era niña... los chicles Dunkin, que los fabricaba Gallina Blanca (si, si, como lo leeis). El sabor de aquellos chicles jamás se me ha ido de la memoria. Se vendían en sobrecitos de tres chicles y tres figuritas de regalo (y todo por 5 pesetas!) Así conseguimos muchos niños hacernos con todas las piezas de un ajedrez, o con una colección de animalitos...
ResponderEliminarPero aquel sabor... ¡que rico era!
PD. Vale, lo se, soy mayor... ¿y que? :P
En esta época me vienen sobre todo recuerdos de olores primaverales o el sabor de los albaricoques verdes nada más empezar a brotar que cogíamos de pequeños, y más sabrosos aún si el dueño de la finca corría detrás de nosotros por robárselos.
ResponderEliminarMe encanta cuando te pones nostálgica...
Curiosamente... durante el día de hoy, estaba escuchando una radio online, de esas en las cuales ocasionalmente paso mi tiempo, y descubro como alguien sonrie de una forma muy similar a ti...
ResponderEliminarSupongo que es el mejor recuerdo que guardo de ti, tu alegría y tu sonrisa.
Un saludo y felicidades por adelantado...
DIos, qué me gusta a mí comer. Y lo que más, la tortilla de patatas que hace mi madre, le tengo un recuerdo especial y mola, porque a medida que yo crezco, ella sigue en mi vida - la tortilla y mi madre, digo - y sigue siendo mi preferida!
ResponderEliminarY hablando de comida... ¡¡que me ha tocao el pastel de Txispas!! Juas!! Pues nada, que si quieres, quedamos esta semana - cuando me llegue - y nos tomamos un café y un trocito de pastel a su salud!
¿Te hace? :)
besicoooooooooos!
yo te contesto en mi blog, me has dado una idea, jeje
ResponderEliminar¿De verdad en esos sitios se come?
ResponderEliminarque gracioso, tuve que investigar que eran las pipas tijuana... ahi he vivido 9 años, tengo que probarlas para ver que tal :-p
ResponderEliminarbueno, thanks por leer mi blog express de ayer :-p nos vemos el sábado! un bso
todos tenemos nuestros momentos y siempre van acompañados de sensaciones y sentimientos y recuerdo cada uno de ellos.un buen coctel para cuando salimos a baiar para brindar por todo lo que pasamos y lo que queda por pasar y una clara en las noches de verano sentada junto al mar,escuchando las olas,mientras entablas una conversación interesante recordando viejos momentos o en el bar de la esquina...acomañada siempre de buenos amigos recordando los buenos momentos y las noches pasadas. un beso fins dissabte XD
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